LA VUELTA AL DÍA EN 50 BESOS

alfonsoMi amigo Alfonso Roldán acaba de cumplir 50 años. Hay quien con tal motivo se deja organizar una fiesta sorpresa. Seguro que ya hay empresas de eventos con una línea de negocio para este tipo de celebraciones. Alfonso ha preferido montarse por todo lo alto una fiesta de besos. Lo cual da buena cuenta de su buen gusto en estos tiempos en los que el gusto escasea.

Alfonso es periodista. Todo periodista lleva dentro un escritor y hasta un detective de novela. Y eso lleva dentro Alfonso. Su foto en uno de esos perfiles de red social, nos muestra un personaje con sombrero que nada tiene que envidiar a Humphrey Bogart, o a los mejores detectives de Hammett.

Procede Alfonso de esa generación de periodistas fraguados en las mejores películas. No me cuesta nada imaginarle como periodista en Ciudadano Kane, o narrando La guerra de los mundos.No me cuesta imaginarle en moto, paseando a su particular Audrey Hepburn, muy a pesar de Gregory Peck en Vacaciones en Roma. O junto a Mastroianni, contemplando a Anita Ekberg empapada en las frías aguas de la Fontana di Trevi.

Pero tampoco es improbable que fuera azote de los coroneles griegos en Z, de Costa-Gavras, junto a Ives Montand y Trintignant. O junto a Robert Redford y Dustin Hoffman, como otro de los periodistas de Todos los hombres del Presidente, de Pakula. El mismo Robert Redford que dirigió Leones por corderos.Aunque no imagino a Alfonso en el papel de Meryl Streep desenmascarando las tramas del negocio político-militar de los Estados Unidos.

Menos cuesta imaginarle, tan sólo un toque en el color de la piel, como Denzel Washington en El informe Pelícano, de nuevo dirigido por Allan Pakula. Creo que podría ser un magnífico alter ego, madrileño y anarquista, de Domingo Pajarito de Soto, en La verdad sobre el caso Savolta, junto a José Luis López Vázquez y Ovidi Montllor.

Alfonso en Camboya, escuchando Los gritos del silencio. En Sudáfrica, Grita libertad. En Rojos de John Reed. En la antigua Yugoslavia, Antes de la lluvia y cuando luego se convirtió en Territorio Comanche. Haciendo memoria de la dictadura argentina en El mismo amor, la misma lluvia. Defendiendo a un condenado a muerte en Ejecución inminente. Entonando el Buenas noches y buena suerte.

Pero Alfonso es mucho más que un magnífico protagonista de película. Es uno de esos escritores periodistas y periodistas escritores, que reivindicaba García Márquez, uno de eso que acercan la narrativa a la gente y la hacen creíble. Al modo y manera, como el propio García Márquez concibió su Crónica de una muerte anunciada. O como Zola entona su J’accuse! La verité en marche, sobre el Affaire Dreyfus. O Allan Poe sus Crímenes de la Calle Morgue. O Hemingway ¿Por quién doblan las campanas?

Periodismo literario, escritura periodística en el Homenaje a Cataluña de George Orwell. El periodismo negro de Truman Capote en A sangre fría. O la misma Cataluña, pero tiempo atrás, la de la burguesía que pagaba el terrorismo antisindical, en La verdad Sobre el caso Savolta, de Eduardo Mendoza.

La dureza de las imágenes televisivas convertida en literatura por Isabel Allende al mostrarnos a la niña Omayra, atrapada en el barro, bajo los escombros provocado por el volcán Nevado del Ruiz en Colombia. De barro estamos hechos, el cuento que culmina los Cuentos de Eva Luna.

Literatura, crónica periodística y artículo de opinión, en el Desfile de ciervos de Manuel Vicent. En Como la sombra que se va, de un Muñoz Molina perdido en Lisboa, siguiendo los paso del asesino de Martin Luther King. Escritura biográfica del auge y caída de la Unión Soviética, desgranando la vida de Limònov, junto a Emmanuel Carrere: Formo parte de esa gente que no está perdida en ninguna parte. Voy hacia los otros, los otros vienen hacia mí. Las cosas encajan de un modo natural.

A esa tradición de periodista, investigador, detective, escritor, se apunta Alfonso Roldán con sus 50 besos. Rompiendo la frontera entre la escritura y el periodismo, porque la realidad sobrepasa con frecuencia a la ficción y porque sólo la ecuación literaria puede interpretar y resolver a tamaño humano lo inexplicable de muchas realidades.

Alfonso podría haber escrito un libro titulado 50 horas en la vida de Tamayo y Sáez, pero Felipe Serrano, que ha conducido la presentación del libro, ya había escrito El Tamayazo. O sobre las 50 sombras de Aguirre. Pero no ha querido escribir HISTORIA con mayúsculas. No ha buscado el GRAND RÉCIT, el Gran Relato, sino contar historias, al modo de las canciones de Brell. O de Brassens, que quería ser enterrado en una playa de Sète, su pueblo natal y no pudo ser.

Pequeñas historias que nos hacen sentir el peso, la magnitud de los instantes en el tiempo que pasa y se escapa. Pequeñas historias que nos anclan en un mundo cada vez más líquido. Porque son los besos, los abrazos, los que salvan cada día, por triste y agónico que el día sea.

Historias que van sufriendo de viejas cajas de Cola-Cao, en forma de besos y postales. Beso a beso, perseguimos la pista de quien besa y de quien es besada. Pilar, Begoña, Francisco. Otras veces Pilartxu, Begotxu, Paco. ¿Quiénes son los personajes de 50 besos? Sólo cabe la respuesta de Gustave Flaubert, cuando le preguntan por su personaje: Madame Bovary soy yo.

Y los lugares también son los que Alfonso transita con pasión, La Elipa, Bilbao. Las preguntas que se formulan son las mismas que nos va contagiando Alfonso: ¿Este hombre enviaba besos y ya está?

Hasta los diálogos intercalados entre Begotxu y el narrador, son intercambio de besos, abrazos correspondidos. Pistas dejadas en cada beso, que desembocan en una historia circular que se repite. El bucle de la vida.  ¿Y todo este juego, por qué? Nueva pista: Tengo miedo a este final de domingo. Nueva respuesta, que se corresponde con una nueva esperanza: Quizá en este domingo sea ella la que me responda. No sé.

Tras la lectura de estos 50 besos, de un tirón, hay que reposar y volver a las preguntas aún sin respuesta, ¿Quién era Pilartxu? ¿Cómo respondía a los beso de Paco?¿Cómo sigue la historia de Begoña Lanvin y yo? Porque hay otra pregunta, ¿quién soy yo? Ese yo que investiga besos en primera persona, sin firmarse Alfonso.

Desde la última página retomamos las preguntas y esperamos las respuestas. Tenemos derecho a ellas, ahora que Alfonso nos ha hecho partícipes de su juego. Más de 50 respuestas para los más de 50 años futuros que deseo de vida a Alfonso. Toda una larga vida, cargada de besos, abrazos, afectos, como los que le han demostrado sus amigas y amigos en la presentación de sus 50 besos.

Alfonso Roldán es de los que ha aprendido, como lo hizo Ernesto Sábato, a quien no me canso de repetir esta cita, que Nos salvemos por los afectos.

Larga vida, pues, Alfonso y Feliz cumpleaños.
Francisco Javier López Martín

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