Me gusta escribir. Me siento bien escribiendo. Me siento aún mejor cuando escribo sobre personas como Petra Cuevas, cuando, las más de las veces, me obligo a escribir sobre los desastres de la guerra en la que nos encontramos embarcados. Una guerra sin fusiles, pero con demasiadas víctimas.
Petra Cuevas Rodríguez nació en 1908, en la misma provincia en la que nació mi madre, Toledo y, paradojas de la vida, ha elegido Collado Mediano, la localidad donde nací, como lugar de residencia.
Petra fue una de esas mujeres que en 1936 asumió su responsabilidad como trabajadora, dirigiendo el Sindicato de la Aguja de la UGT, oficio en el que se había iniciado con poco más de 11 años. Ella era la que confeccionaba los trajes de la Reina Victoria Eugenia. Ella llenaba de modistillas la Casa del Pueblo. Este fue su crimen, ser la dirigente de esas mujeres durante la Guerra Civil. El crimen que la condujo durante seis años a las cárceles franquistas. Fue en la de Ventas donde coincidió con las Trece Rosas. Allí conoció la muerte de su hermano Julián, 21 años, en la defensa de París, ocupado en 1940 por los nazis.
La liberación de Petra sólo le trae una larga lucha por la supervivencia hasta que la llegada de la democracia la llama de nuevo a la actividad militante en las CCOO y en el PCE.
Petra es aún hoy, mientras vive su año 104, memoria viva de las mujeres luchadoras que trajeron la república, militaron en los sindicatos y partidos obreros, combatieron con su trabajo el golpismo fascista que inundó España. Pagaron con cárcel y tortura su osadía y atrevimiento. Se empeñaron en mantenerse vivas en el gris silencio franquista y renacieron a la libertad con la democracia.
Conviene recordarlas, mantener viva su memoria, su honestidad y toda una vida, como la de Petra, dedicada a la decencia del trabajo y la dignidad de nuestras vidas.
Otro día escribiré sobre cosas menos agradables. Hoy tengo el privilegio de escribir sobre Petra Cuevas y terminar recuperando una de sus más queridas frases; “Si luchas puedes perder. Si no luchas estás perdida”.
Francisco Javier López Martín