Nada es lo que era, o casi nada. La Formación Profesional (FP) tampoco. Asistimos a un proceso de digitalización acelerada de las empresas. Hemos vivido una crisis económica, la que comenzó en 2008. Hemos atravesado la crisis provocada por el coronavirus, una de esas que nos visitaba cada 100 años, pero que probablemente se reproduzca en el futuro en periodos más cortos de tiempo.
Vivimos una crisis climática y energética que tiene consecuencias inmediatas sobre la supervivencia de muchas especies en el planeta. Hay negacionistas empeñados en exculpar al género humano del aumento de temperaturas, de los desastre naturales, o de la desaparición de especies.
Nada es lo que era y nuestras empresas se enfrentan a retos para los que la clave se encuentra en las personas, el personal, las trabajadoras y trabajadores, el género humano. El debate sobre la formación de esas personas se ha convertido en un tema central en nuestros tiempos.
Durante mucho tiempo nos hemos esforzado en ampliar y diversificar las competencias que imparten nuestros centros de Formación Profesional. Sin embargo los nuevos retos indican que es conveniente reducir el número de competencias y cualificaciones.
En estos momentos Europa se plantea reducir el número de cualificaciones al tiempo que las interconectamos mejor. Al tiempo que flexibilizamos el tránsito por los módulos que las componen, permitiendo que se vayan realizando y acreditando módulos formativos hasta alcanzar una titulación completa. Parece razonable también que los centros educativos, escuchando a las empresas y sectores de su entorno, puedan configurar una parte de su currículum.
Como parece también muy importante que, en un mundo cambiante, de competencias y cualificaciones que se transforman aceleradamente, en el que no sabemos qué profesiones y cualificaciones van a ser necesarias, reforzar los contenidos generales, aquellos que enseñan a razonar y contextualizar nuestros conocimientos.
La educación para ser ciudadanos en sociedades democráticas adquiere una relevancia especial. Como ocurre con la capacidad de aprender a aprender. O con la de hacerte cargo de tu carrera profesional, de tu trayectoria vital. Ser emprendedores, críticos, aunque no necesariamente empresarios.
Comunicar, saber relacionarse, sumar esfuerzos, cooperar, interactuar y argumentar tus reflexiones, va a ser importante en el futuro inmediato, muy por encima de la lucha competitiva y la confrontación de intereses a las que nos han acostumbrado, con tan decepcionantes resultados económicos, políticos y sociales.
Los centros de formación de personas adultas, los centros de Formación Profesional Inicial, o los Centros de FP Continua deben aprender a cooperar entre sí y a su vez con la Universidades y los Institutos de Educación Secundaria. Son relativamente pocos los proyectos de intercambio de experiencias y cooperación entre estos centros en los entornos municipales, los más cercanos a la ciudadanía.
Durante demasiados años nuestros dos subsistemas de FP Inicial y FP para el Empleo, o Formación Continua han vivido de espaldas, dependientes de ministerios distintos. Pero no sólo entre ellas, sino de espaldas también a las Universidades, a los Institutos de Secundaria y a los Centros de Adultos.
Cada institución del sistema educativo tiene un papel. En unos casos para facilitar una segunda oportunidad formativa, en otros casos más orientada a acceder a la Universidad, en otros para acercar a los jóvenes al empleo, o para recualificar a personas que necesitan cambiar de puesto de trabajo, o volver a trabajar. Las universidades para acceder a una alta cualificación.
Pero dicho esto, nada impide que las pasarelas entre sistemas sean más frecuentes y fáciles. Que alguien que comienza en la FP Inicial acabe en la Universidad, o que un universitario termine por completar su formación en un centro de FP Continua, o que un adulto con baja cualificación acabe por adentrarse en una carrera universitaria, o en una especialidad profesional.
De eso se trata en estos momentos. Flexibilizar, simplificar y relacionar mejor los procesos formativos para que quien quiere formarse encuentre las posibilidades de diseñar su propio itinerario formativo. Esperemos que los avatares de una política nacional emponzoñada no nos impida transitar por este camino en el que España y Europa nos jugamos nuestro futuro. Porque ya nada es lo que era.