El 99´8% de nuestras empresas tiene menos de 50 trabajadores, el 99´2% tiene menos de 10 trabajadores y el 94% tiene menos de 2. El acceso a la formación desde estas empresas es mucho más complicada y mucho menor que en las medianas y grandes empresas.
Esta dificultad para acceder a la formación de sus trabajadores es una constante en toda la Unión Europea, aunque la estructura empresarial en otros países de Europa incorpora más empresas de mediano y gran tamaño. Las razones de esta discriminación de las pequeñas empresas y microempresas en el acceso a la formación son muchas y muy variadas,
Los empresarios de pymes tienen poco tiempo para organizar y planificar la formación en su empresa. Además, la formación supone inversión de tiempo y dinero. Es frecuente que algunos cursos aporten conocimientos que no son directa e inmediatamente aplicables a una pequeña empresa. También es habitual que sea difícil acceder a los procesos de formación que realmente son necesarios en la empresa.
Si a todo ello le unimos que, una vez formado, el trabajador puede intentar obtener más ingresos pasando a otra empresa y que, lejos de cooperar, las pequeñas empresas se suelen enzarzar una competición irresponsable y suicida, podemos concluir que la formación continua es una buena oportunidad para medianas y grandes empresas, pero es mucho menos utilizada por las micropymes y pymes.
Las pymes son la inmensa mayoría. Son esenciales para los buenos resultados de las grandes y medianas empresas. Aglutinan dos de cada tres empleos en la Unión Europea. No pueden permanecer al margen de la formación continua a lo largo de toda la vida, porque esa formación es una de las claves del futuro.
No basta formar para las necesidades actuales, sino que es necesario formar para saber afrontar las necesidades que se avecinan. Por eso todos los recursos disponibles para la formación deben tener en cuenta este objetivo de innovación y transformación de nuestra realidad productiva.
Ya sean fondos procedentes de las cuotas que pagamos empresarios y trabajadores, ya sean recursos destinados para la formación en los presupuestos de las administraciones, o ya se trate de incentivos fiscales que retornan algunos gastos destinados a formación.
Entre esos recursos no podemos dejar de contemplar los servicios de formación, asesoramiento, información que permiten la cooperación entre pequeñas empresas para poner en marcha procesos de formación, desde la detección de necesidades presentes y futuras, al diseño de procesos formativos y la ejecución de planes de formación, seleccionando a los mejores proveedores.
Uno de los aspectos que descuidan en España todas las políticas públicas es el de la evaluación. Y no se trata de evaluar tan sólo los resultados, sino la correcta aplicación de los recursos disponibles, o el nivel de satisfacción de los participantes.
Muchos países han desarrollado, desde los Servicios Públicos de Empleo, el trabajo de consultoría y asesoramiento en materia de formación y recursos humanos. Servicios que aprovechan las mejores experiencias en determinados sectores y pymes. Obtienen así buenos resultados que combinan una enseñanza personalizada, con una formación en la propia empresa.
La cooperación y el intercambio de las mejores experiencias formativas permite el mantenimiento y crecimiento del empleo, combinado con la innovación y la mejora de las relaciones laborales en las empresas. Cooperar permite encontrar buenos proveedores y la comprar en el marco de la colaboración con las instituciones encargadas de formación y empleo.
En muchos países se apuesta directamente por apoyar con recursos importantes a la investigación, la innovación, la automatización en las pymes, la creación de seminarios permanentes, talleres tecnológicos que hacen posible transformar la actividad de las empresas, mejorando la calidad y la innovación.
En definitiva, el sistema capitalista, competitivo, de triunfadores y derrotados, es un sistema que impide la cooperación y la colaboración. Sin embargo esa cooperación es la clave para la supervivencia, la sostenibilidad, el final del derroche de recursos que caracteriza nuestro pasado y el momento presente.
La cooperación empresarial, el trabajo conjunto con las organizaciones de trabajadores y de los propios consumidores intermedios o finales, el aliento de la innovación, debería ser las apuesta que diferencia la experiencia europea de otras experiencias.
Me atrevo a afirmar que la senda europea de la formación contiene, en sí misma, muchos elementos de futuro ineludibles si queremos un modelo económico y social transformador que permita el acceso de las pequeñas empresas y sus trabajadores a los procesos formativos.