Pedro y Pablo,
Estamos apurando los días en los que debe resolverse la negociación que podría conducir a la constitución de un gobierno de progreso encabezado por el PSOE, con el apoyo, la coalición, la cooperación, o bajo la fórmula que determinéis, de Unidas Podemos.
Siempre pensé que las reticencias, dimes y diretes, idas y venidas que se producían en la primera y fracasada negociación, iban a conducir a un acuerdo en el último momento. Me equivoqué. No pretendo ahora juzgar lo ocurrido, ni apuntar culpables del desacuerdo. No creo que hacerlo aportase gran cosa al momento presente. Muy al contrario.
Os aseguro que si optáis por una coalición, una cooperación, una vía portuguesa, italiana, o una tercera, cuarta, o exótica vía, no os juzgaremos por ello. Entenderemos que ha sido el acuerdo posible y nos daremos por satisfechos, siempre que el resultado sea un compromiso que permita abordar los problemas que han empeorado nuestras condiciones y expectativas de vida a lo largo de los últimos años, especialmente desde el año 2008, cuando se desencadenó la crisis financiera mundial, que condujo a una crisis económica, de empleo, política y social sin precedentes, con consecuencias desastrosas en forma de pérdida de derechos.
Los secretarios generales de los principales sindicatos del país, UGT y CCOO, acaban de publicar un artículo, precedido por numerosas declaraciones, en el que llaman al acuerdo entre vosotros dos. Las trabajadoras y trabajadores de la cultura vuelven a presentar un Manifiesto, escueto, pero muy claro, en el que se dirigen al Presidente del Gobierno en funciones y al Secretario General de Unidas Podemos, en el que insisten en la misma reclamación.
No es bueno que la imagen de las negociaciones sea ésta que permite a los sectores conservadores establecer en el imaginario público la idea de que todo cuanto se encuentra en juego es un reparto de sillones. Sois dos fuerzas de la izquierda, con una larga trayectoria histórica. Claramente en el caso de los socialistas. Pero también en el caso de Unidas Podemos que surge aglutinando confluencias a la izquierda del socialismo, entre las que se encuentran Izquierda unida, o el Partido Comunista.
Realmente no nos interesa saber, más allá del morbo de los mentideros mediáticos a los que nos hemos acostumbrado, quiénes van a ser las ministras y ministros del gobierno. Lo que realmente nos interesa, nos preocupa y nos carcome es qué vais a hacer en materia económica, fiscal, de empleo, social y de defensa de las libertades.
Nos inquieta el futuro de las pensiones y la atención a la dependencia de nuestras personas mayores. Nos preocupa que la sanidad pública nos atienda cuando enfermamos y la educación pública garantice a lo largo de toda la vida la igualdad de oportunidades de nuestras hijas e hijos.
Nos apesadumbra que el horizonte vital de las personas dependa de empleos cada vez más precarios. Las sucesivas reformas laborales han ido dejando a las trabajadoras y trabajadores a los pies de los caballos, y debilitando la capacidad sindical de negociar los salarios y las condiciones laborales con las empresas.
No podemos entender que un derecho constitucional como el de acceso a una vivienda digna, se vea sometido a las tensiones provocadas por un modelo de crecimiento sustentado, en buena parte, por burbujas inmobiliarias que hacen crecer especulativamente los precios de la vivienda y del alquiler.
Cada vez con más fuerza somos conscientes de que necesitamos un modelo de crecimiento sostenible, que respete el medio ambiente, reduzca radicalmente la contaminación y no agote los recursos limitados del planeta. Necesitamos la libertad para ejercer nuestro derecho a expresarnos, a manifestarnos, a crear cultura y a disfrutar de la misma.
Y necesitamos que los recursos para desarrollar estas políticas, las cargas fiscales, sean repartidos de forma justa y equitativa. Que, de forma real y efectiva, quienes más tienen aporten más y, quienes menos tienen, aporten menos. La justicia fiscal es esencial para que todas y todos nos sintamos parte de un mismo proyecto de país.
La otra justicia, la que debe librarnos de la corrupción, debe funcionar con agilidad y condenar sin dilaciones ese cáncer que devora España. No es un fenómeno exclusivamente español, pero aquí somos muy lentos poniendo remedio al problema.
El patriotismo y la confianza en la política no dependen del tamaño de las banderas sino de que una amplia mayoría de la ciudadanía sintamos que formamos parte de un proyecto común en el que lo principal es que nadie se nos quede al margen del camino, en la cuneta. Esa es vuestra misión y vuestra responsabilidad en este momento que nos toca vivir.
No hace falta que nos consultéis. No perdáis el tiempo en justificar vuestras discrepancias y argumentar vuestra imposibilidad de alcanzar un acuerdo. Si no hay acuerdo no será por imposibilidad, sino por vuestra incapacidad. No penséis que unas nuevas elecciones aportarían un ápice más de ilusión de vuestros votantes. No creáis que una nueva convocatoria a las urnas traería un solo voto nuevo, por mucho que las encuestas, interesadas siempre, os inciten a convenceros de lo contrario.
El pueblo llano, quienes votamos izquierda, siempre trasladamos el mismo mensaje cada noche electoral en la que se abre la posibilidad de asumir el gobierno: No nos falles. Ahora el mensaje vuelve a ser el mismo: No nos decepcionéis, No nos falléis.