De chairos, pejes, amlovers y morenacos

Tras el paréntesis que abrí para hablar de los suhar y el conflicto que viven en Ecuador, va siendo hora de cerrar el pequeño ciclo que comencé cuando escribí sobre los fifís, pirrurris, fresas y piojas resucitadas en México, adentrándome ahora en el mundillo de los chairos, pejes, amlovers y morenacos, que han revolucionado el panorama mexicano y han llevado a Andrés Manuel López Obrador (AMLO) a la presidencia de México.

Si no he entendido mal a mi amiga mexicana, los chairos en su tierra vienen a ser aquellos que se oponen a la derecha casi siempre gobernante y que defienden políticas de solidaridad. El sentido negativo del término proviene de que el femenino de chairo es chaira.

Esa negatividad no tiene que ver con la definición de la palabra por parte de la Real Academia Española de la Lengua (RAE). De hecho pocos saben ya en España que la chaira es la cuchilla que usan los zapateros para cortar las suelas de los zapatos y sobre todo esa lima que se utiliza para afilar las navajas.

Sin embargo la Academia Mexicana de la Lengua se muestra más variada en sus definiciones de chaira. Sirve como sinónimo de fea y también para definir a una persona poco refinada, tosca, basta. Pero sobre todo afecta a los chairos mexicanos el que la palabra designe a personas de buena posición social que, sin jugarse gran cosa, se posicionan como partidarios de los movimientos ecologistas o antiglobalizadores. Por último, una chaira define también el acto de la masturbación.

Los chairos serían, por tanto, el equivalente a nuestra gauche divine, esa izquierda divina de la muerte, de origen burgués, compuesta por activistas de sillón y de salón, bien predispuestos a sentirse satisfechos y darse placer con esas acciones simbólicas en las que se embarcan.

Muchos chairos forman parte de los Amlovers, los enamorados y partidarios del Presidente López Obrador. Los Amlovers tienen ciegos opositores en los Amlohaters, literalmente los que odian al Presidente. Estos últimos son muchos menos, pero cuentan con mucho dinero, poder, presencia institucional y medios de comunicación. La mayoría de los fifís, pirrurris, fresas y, especialmente, las piojas resucitadas pertenecen a este grupo de odiadores profesionales de AMLO.

No todos los Amlovers son chairos, pero todos los Amlovers pueden ser catalogados de pejes. Resulta que el pejelagarto es un pez característico de ríos y pantanos de Tabasco. Un auténtico fósil voraz y viviente, que ha cambiado muy poco en los últimos 100 millones de años. Tabasco es el estado donde nació AMLO. De ahí que López Obrador haya recibido el apodo de Peje y como pejes sean conocidos sus seguidores.

Del lenguaje del Peje proceden expresiones como aquella de AMLO, según la cual, si no ganaba las elecciones, se iba a la Chingada, palabra cargada de significados ruinosos, malsonantes, maldiciones y malos deseos. Obrador se refería a su finca de La Chingada en Chiapas, donde gusta pasar temporadas con la familia, pero ahí queda la expresión.

Recientemente los fifís, fresas y pirrurris la han emprendido con los pejes y han inventado un videojuego para celulares, que es como por aquellas tierras se llama al móvil, en el que gana quien persigue y caza más Pejezombies antes de que lleguen a depositar el voto para hacer presidente al Peje.

El odio hacia los chairos, amlovers y pejes sólo se ve superado por el que sienten hacia los Morenacos. Para entenderlo sólo hay que pensar que desde hace décadas la política y la sociedad mexicanas venían girando en torno al poder omnipresente del PRI (Partido Revolucionario Institucional), el derechista y conservador PAN (Partido de Acción Nacional) y el progresista PRD (Partido de la Revolución Democrática).

Esta situación se ha visto reducida a cenizas con la irrupción de MORENA (Movimiento de Regeneración Nacional), encabezado por López Obrador. Un movimiento que ha recogido la denuncia y el rechazo de la corrupción que impregna el sistema político, la economía y la sociedad mexicanas. En el vocabulario peje se denomina frijol gorgojo, la habitual compra de votos con promesas podridas, envenenadas.

El triunfo de López Obrador ha sido posible porque ha sabido recoger el voto de los nacos. Volvemos al diccionario. Nacos, los indios, los indígenas mexicanos. Esos que siempre han sido considerados por los ricos y dirigentes como torpes, pobres, ignorantes, sin iniciativa ni capacidad política, de mal gusto, sin clase. Morena y nacos, morenacos.

Hay mucho de populismo en las consignas que han llevado al triunfo a López Obrador. Son muchas, demasiadas, las posibilidades de que el desgaste sea profundo, ante la imposibilidad, o la incapacidad, de conseguir cambios reales en una sociedad tan enmarañada, enfangada y violenta como la mexicana. Pero, por una vez, los morenacos han tocado el poder. Su fracaso sería el de muchos pueblos latinoamericanos que aspiran a la libertad, la justicia y la igualdad.

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