La Comuna cumple 150 años

En un artículo anterior reflexionaba sobre el abandono humano, el olvido intencionado, el desprecio programado, la infamia que supone dejar pasar un aniversario como los 500 años de conmemoración de la derrota de los Comuneros de Castilla en Villalar.

Aquel intento de mantener la libertad y la autonomía de Castilla frente a las pretensiones imperiales que se vio condenado al fracaso cuando una parte de la cobarde, poderosa y terrateniente nobleza y el clero se desvincularon de las milicias comuneras de artesanos maltratados, campesinos descontentos, ciudadanía airada.

La nobleza y los imperiales partidarios del flamenco Carlos, temerosos de la democracia cotidiana, de los concejos abiertos asamblearios, de los representantes populares elegidos, cargados de suspicacias, recelos, reservas con respecto a las necesidades del pueblo llano, alzado en rebeldía contra la represión de los corregidores impuestos, contra las hambrunas y las carestías de la vida.

Estas ansias del pueblo han anidado en cada insurrección, revuelta y revolución a lo largo de la historia. Por eso los poderes no quieren recordar estos eventos que pudieran servir de ejemplo, lección, aprendizaje para presentes o futuras generaciones.

Tal vez por eso también ha pasado sin pena ni gloria la conmemoración del 150 aniversario de la Comuna de París, esa insurrección que asumió el gobierno de París, tras la derrota de Napoleón III frente al imperial Guillermo I de Alemania, cuando las tropas prusianas tomaron París.

Tras su retirada, la situación en la capital era de desorden total. El gobierno conservador de Thiers decidió retirarse a Versalles, mientras la milicia ciudadana, la clase obrera, el pueblo descontento, los socialistas y anarquistas del momento, los republicanos y cuantos se oponían a la restauración de los borbones, se hacían cargo de la resistencia parisina.

De nada sirvieron los intentos militares de Thiers para recuperar París. Hasta las baterías que defendían la ciudad habían sido compradas por suscripción popular y las tropas que querían tomarlas fueron rechazadas, dos de sus generales fueron ejecutados. Dos meses tardó el gobierno instado en Versalles en sofocar la rebelión.

La lucha callejera, calle a calle, a finales de mayo, dejó tras de sí más de 20.000 muertes, cientos de edificios bombardeados, incendiados, destruidos, 50.000 detenidos, juzgados, deportados a lugares inhóspitos, casi 15.000 sentencias, numerosas ejecuciones con exposición de cadáveres en las calles.

Como en el caso de María Pacheco en el Toledo de los comuneros de Castilla, la Comuna fue también una lucha de mujeres como Louise Michel, que salió a las calles enarbolando y poniendo de moda en la historia la bandera negra anarquista. Acabó desterrada en Nueva Caledonia y volvió diez años después para recibir un impresionante recibimiento popular.

Y, pese a ello, aquella derrota brutal pasó a ser considerada por los trabajadores y trabajadoras del mundo, como la primera experiencia de un gobierno obrero que se declaro laico,  que entregó a los trabajadores las fábricas abandonadas por sus dueños, que creó guarderías para que las mujeres pudieran trabajar, que dejó en suspenso los intereses de la deuda y los impagos forzosos de alquileres, o que obligó a las iglesias a acoger las asambleas populares y participar en las labores sociales.

Para anarquistas y socialistas, todos agrupados en aquellos momentos en la Primera internacional, la AIT (Asociación Internacional de Trabajadores), la Comuna se convirtió en una referencia. Por eso sus líderes más destacados, dedicaron tiempo y esfuerzo a pensar y escribir sobre lo ocurrido. La Comuna de París y la noción de estado, de Mijaíl Bakunin, o La Guerra Civil en Francia, de Karl Marx, con un excelentre prólogo de Friedrich Engels, son buenas muestras de ello.

Fue precisamente Engels el que escribió,

-Ultimamente las palabras “dictadura del proletariado” han vuelto a sumir en santo horror al filisteo socialdemócrata. Pues bien, caballeros, ¿queréis saber qué faz presenta esa dictadura? Mirad la Comuna de París: ¡he ahí la dictadura del proletariado!

Mientras tanto, Bakunin pone el acento en que,

-Soy partidario de la Comuna sobre todo porque ha sido una audaz negativa del Estado.

En definitiva reclama el carácter anarquista de la Comuna que ha sabido construir una organización social y del trabajo desde abajo hacia arriba.

En cualquier caso, la Comuna de París cumple 150 años y pese a ser conmemorada en nuestro país con unas menguadas conferencias, algunos artículos en periódicos y revistas, varios libros y unos pocos actos culturales deslucidos por la pandemia, conviene que nuestro mundo no olvide que antes de ser meros consumidores de una naturaleza y unas vidas convertidas en recursos económicos, fuimos seres vivos que soñábamos mundos mejores y construimos utopías que no existían, pero que eran posibles.

La Comuna es de París de la Francia y no del Madrid de las España, pero pese a ello, la mediocridad conmemorativa de nuestro país parece reservada para actos imperiales. En París han programado más de medio centenar de eventos, conferencias, exposiciones, espectáculos musicales, talleres, canciones, teatro, visitas guiadas y virtuales, lecturas, podcasts, actuaciones callejeras, que ha organizado el Ayuntamiento.

Claro que allí gobierna Anne Hidalgo, una alcaldesa nacida en San Fernando (Cádiz) hija de emigrantes. Allí hay una calle dedicada a los republicanos españoles y aquí a los más sangrientos militares franquistas. Allí, en París, conmemoran haber sido liberados de los nazis por La Nueve, ya sabes, la compañía de la División Leclerc de la Francia Libre, formada casi en su totalidad por combatientes republicanos españoles.

Fue Anne la que dio el nombre de Combatientes de la Nueve a la plaza del Ayuntamiento de París, muy cerca del Jardín Federico García Lorca. Aquí se borran los versos y los recuerdos de Miguel Hernández y de la Nueve ni hablar.

La Comuna no volverá, ni sus actores, ni los pensadores que alimentaron y difundieron su leyenda, pero su ejemplo, su espíritu, su radicalidad al afrontar las transformaciones necesarias, son aún más necesarios que entonces, porque lo que hoy está en juego es mucho más importante: nuestra supervivencia como especie en un planeta habitable.

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