A finales de los 60 muchos en España comenzaban a pensar que la dictadura se encaminaba hacia la extinción, al mismo ritmo que el dictador enfilaba el camino hacia el final de sus días. Pero eso no significaba que los instrumentos de la represión se reblandecieran, ni mucho menos.
De hecho en los años 70 se van a producir duras represiones y el propio dictador afronta la muerte firmando sentencias de muerte, como las del anarquista Puig Antich, el 2 de marzo de 1974, o las del 27 de septiembre de 1975, en Hoyo de Manzanares, donde fueron ejecutados tres militantes del FRAP y dos de ETA.
Será también un 24 de junio de 1972, cuando la policía detendrá, en el convento de los monjes Oblatos de Pozuelo de Alarcón, a una parte importante de la cúpula dirigente de las CCOO, dirigentes llegados de Andalucía, Castilla, Aragón, Euskadi, Asturias y, por supuesto, Madrid.
El juicio empieza año y medio después. El denominado Proceso 1001, da comienzo el 20 de diciembre de 1973, el mismo día en que ETA comete el atentado contra el Presidente del Gobierno, el almirante Luis Carrero Blanco. El juicio se suspende, mientras el juez espetaba a los acusados,
-Si por mí fuera los fusilaba a todos ahora mismo.
Las condenas terminaron sumando más de 160 años de cárcel. La escasa permisividad de los años 60, permitió, al menos, un incipiente desarrollo organizativo, pero ahora es sustituida por la persecución de la patronal y del régimen.
A partir de ahora se producen lagunas, saltos organizativos, detenciones, que obligan a reforzar la clandestinidad y adoptar posiciones más vinculadas al cambio de régimen, comenzando por conseguir la libertad de los presos, la Amnistía y el final de la justicia franquista representada por los Tribunales de Orden Público (TOP).
Juanjo del Águila, abogado laboralista que trabajó en el despacho de la calle de la Cruz, víctima de la represión y comprometido defensor de acusados en Tribunales de Orden Público y en Consejos de Guerra, ha elaborado un exhaustivo y reconocido trabajo de investigación sobre las actuaciones, los procesos, los juicios y las sentencias del TOP.
La represión de los 70 comienza con el asesinato de Pedro Patiño, un trabajador que participaba en la huelga de la construcción del año 71 en Getafe. Esta represión cada vez más dura y brutal, unida al descabezamiento de la Coordinadora Estatal de las CCOO, conduce al surgimiento de tendencias más radicales que comienzan a alejarse de las posiciones que defendían actuar desde dentro del sindicalismo vertical.
Es así como aparecen fórmulas organizativas como Vanguardia Obrera, que termina convirtiéndose en Organización Revolucionaria de los Trabajadores (ORT) que, desde bien pronto, intenta abrir camino a espacios sindicales como la AST (Acción Sindical de los Trabajadores).
Las elecciones sindicales del 71 topan en Madrid con algunas de estas organizaciones que propugnan el boicot. Las CCOO consiguen rejuvenecer sus cuadros y encontrar nuevas maneras de burlar la represión. Las reuniones en iglesias, la creación de Grupos Obreros de Estudios Sociales (GOES), con la cobertura de las Hermandades Obreras de Acción Católica (HOAC), permiten mantener ciertas estructuras organizativas y preparar procesos de huelga y movilización.
No todos lo veían claro, pero estas tácticas permitieron, convocar plenos y asambleas, o reorganizar coordinadoras de las CCOO en cuanto que las condiciones lo permitían.
El número de trabajadores crecía en Madrid, las necesidades y demandas de derechos eran mayores y las CCOO afrontaron las elecciones sindicales de 1975 con mucha participación de los trabajadores y con voluntad de aglutinar la pluralidad y las diferencias políticas existentes.
Así surgieron las Candidaturas Unitarias y Democráticas en las que participaban militantes de diferentes opciones políticas junto a trabajadores y trabajadoras no encuadrados en partidos. Esa opción hizo posible que los resultados en las elecciones sindicales fueran los mejores para las candidaturas organizadas desde las CCOO.
Las CCOO de Madrid desbordaba las fronteras del sector industrial del metal, o de la construcción, para organizar a los trabajadores de oficinas, los de cuello blanco, la banca, la sanidad, trasportes, artes gráficas, educación, o textil, lo cual daba buena cuenta de la evolución de los sectores productivos y de servicios en Madrid.
Pese a la represión, las prácticas asamblearias en las empresas y centros de trabajo se generalizan y extienden, como forma de debatir, proponer y ratificar propuestas negociadoras, o decisiones que afectaban a toda la plantilla. Aún hoy, en muchas empresas se recuerdan con orgullo aquellas asambleas y a sus protagonistas, que eran capaces de conducir y propiciar la unidad de toda la plantilla en torno a reivindicaciones y decisiones importantes.
La muerte del dictador estaba cerca, pero la dictadura aún no había muerto y si había de morir algún día no lo haría de buena gana, sin derramar sangre. Sólo ante la fuerza y determinación de la clase obrera en la calle.