Este año se ha cumplido el 35 aniversario de la aprobación del Estatuto de Autonomía de la Comunidad de Madrid. Es cierto que se prefiere celebrar las décadas redondas. El 10, el 20, incluso el 25 puede tener cierta notoriedad. El 35, sin embargo, viene un poco más a trasmano.
También es verdad que, en un momento como el que vivimos, marcado por una larga y dura crisis, primero financiera, luego económica, inmediatamente laboral, al final social, política y hasta cultural, merece la pena aprovechar cualquier fecha para provocar el encuentro y reflexionar sobre el estado de nuestra convivencia.
La cita del 35 aniversario de la autonomía madrileña me parece necesaria, máxime cuando también se conmemoran los 40 años de Constitución Española y ahora que el debate sobre el modelo de Estado se convierte en una constante que presenta aristas siempre pendientes de resolución.
Llegamos hasta aquí desde una dictadura centralista, tras la cual el Estado de las Autonomías se constituyó en punto de encuentro y acuerdo para construir una administración casi federal, sin llamarla así. La situación en Cataluña, o el reciente episodio de Andalucía revelan hasta qué punto el debate no está resuelto.
Sobre la autonomía madrileña no he visto grandes preocupaciones políticas, ni en la Asamblea de Madrid, ni en los partidos, ni en la propia sociedad, al respecto. Pese a ello, unas cuantas organizaciones, aglutinadas en la Cumbre Social de Madrid, han decidido realizar unas Jornadas sobre el 35 aniversario del Estatuto de Autonomía, bajo el título Construyendo otro Madrid.
Un intento de valorar lo acontecido a lo largo de todos estos años, los logros alcanzados, los problemas nuevos que aparecen y los viejos que siguen perviviendo, propiciando el debate sobre las propuestas para afrontarlos. De todo ello habla la Declaración pública de la Cumbre Social, que destaca los cambios que se han producido a lo largo de estos años.
Dos millones de personas más vivimos en Madrid. Un 13 por ciento de quienes cotizan a la Seguridad Social en Madrid, son personas de origen extranjero. La crisis ha dejado a una de cada cinco personas madrileñas en riesgo de pobreza y casi la mitad de las familias madrileñas lo pasa mal para llegar a fin de mes. 300.000 niños y niñas viven en la pobreza. La tasa de abandono escolar se acerca al 15 por ciento.
El paro registrado alcanza tasas de casi el 12 por ciento. Más de 350.000 personas deberían de recibir una Renta Mínima de Inserción, pero no llegan a 120.000 las que se benefician de esta última red de protección social. La burbuja inmobiliaria comienza a hincharse de nuevo, mientras los desahucios aumentan, sin que haya remedio o solución a la vista.
Es verdad que la visibilidad de la discriminación de la mujer es mayor. Que la vitalidad y fortaleza de la lucha feminista es cada día mayor y esperemos que no tenga vuelta atrás, pero la desigualdad pervive, se mantiene la intolerable la violencia de género, el patriarcado y el machismo siguen formando parte de la cultura social y amenazan la libertad y la igualdad de las mujeres, en la vida y en el trabajo.
La Cumbre Social no es una organización. Nació cuando los sindicatos pusimos pie en pared frente a las políticas de imposición de recortes de derechos y libertades, que hicieron insoportables los largos y duros años de la crisis. No podíamos, ni queríamos, ir solos a las tres huelgas generales que convocamos entre 2010 y 2012 y a las numerosas manifestaciones y movilizaciones de todo tipo que acometimos.
Organizaciones vecinales, de consumidores, de madres y padres, de defensa de la sanidad pública, de mujeres, jóvenes, inmigrantes, de solidaridad, de la memoria, el Foro Social de Madrid, el Consejo de la Juventud, junto a los sindicatos de clase, constituimos la Cumbre Social de Madrid. El punto de encuentro de quienes dedican su esfuerzo en numerosos campos para conseguir una sociedad madrileña más libre, más igualitaria, más solidaria.
Quiénes mejor que la Cumbre Social para presentar, como acaba de hacerlo, 35 propuestas, una por cada año de autonomía de Madrid, para acordar una reforma del Estatuto aprobado en 1983, que blinde los derechos sociales y que permita construir un Madrid de las personas.
Propuestas que hablan de igualdad, vivienda, transportes, servicios sociales, protección a las personas, educación, sanidad, empleo de calidad, desarrollo productivo, medio ambiente, servicios sociales, servicios públicos, reequilibrio territorial, dependencia, prestaciones públicas, impuestos, personas mayores, jóvenes, erradicación de la pobreza, lucha contra el machismo, cultura, desarrollo sostenible, protección a las víctimas de la violencia, contra las violencias de todo tipo.
Madrid nació porque ni Castilla-La Mancha, ni Castilla-León, quisieron soportar el desequilibrio que introduciría en cualquiera de las dos Castillas, el peso humano y económico de un Madrid que además era capital de Estado. Nos inventamos una bandera, sobre la que claveteamos siete estrellas, vinieran o no a cuento, encargamos un himno a Pablo Sorozábal y una letra patria a un anarquista, como Agustín García Calvo, expulsado de la universidad franquista al tiempo que Enrique Tierno Galván y José Luis López Aranguren.
Por estas tierras, no sabemos muy bien qué significan las estrellas, casi nadie conoce el himno y aún menos su letra, pero cuidado, no crean los patriotas de banderita y fanfarria, que Madrid no haya de ser pueblo de gatos encaramados a los tejados, capaz de defender como nadie su libertad, sus derechos, su igualdad. Madrid, ya fuera el comunero, el del Motín de Esquilache, el del No Pasarán, el de los Abogados de Atocha, el que resistió los embates de Aguirre, y las tramas corruptas que brotaron como setas (ya se llamaran Gürtel, Púnica, Lezo, o vaya usted a saber), nunca ha faltado a su cita.
Y ahora, 40 años de Constitución y 35 años de Estatuto de Autonomía más tarde, si hay que hablar de modelo territorial, ese Madrid diverso y plural, venido de cada rincón de España y del Mundo, dirá, una vez más y como siempre, Libertad, igualdad y derechos. Luego pinte la bandera que quiera y toque el himno que le venga en gana. ¡Viva mi dueño, que sólo por ser algo, soy madrileño! Bienvenida sea, así pues, la iniciativa de la Cumbre Social.