Salud de los sindicatos en España

Me invita un viejo conocido, Iñaki Ortega, a participar en una de las sesiones del seminario que organiza para LLYC sobre Asuntos Públicos. Iñaki vino de Euskadi en aquellos tiempos en los que uno se jugaba la vida si se atrevía a representar en las instituciones a alguna de esas organizaciones que luego fueron catalogadas como “fuerzas constitucionalistas”.

Tiempos en los que recuerdo que un Delegado del Gobierno en Madrid me planteó contar con un servicio de contravigilancia porque era probable que mis movimientos cotidianos estuvieran siendo observados por algún comando terrorista. A fin de cuentas me hice cargo de las CCOO de Madrid en el 2000, uno de los años más virulentos del terrorismo etarra.

Tras cada atentado, cinco minutos de paro y de silencio en las empresas. Tras cada atentado convocamos manifestaciones, lanzamos comunicados de rechazo y leímos un buen número de manifiestos. Rechacé el ofrecimiento, pero todas las mañanas miraba debajo del coche, como si supiera lo que debía encontrar allí debajo.

Aquel año, tras la ruptura de la tregua anunciada en 1998, ETA asesinó al Teniente Coronel Pedro Antonio Blanco y, poco después a sindicalistas como José Luis López de la Calle, dirigente de CCOO, al presidente de la patronal guipuzcoana, José María Korta.

Ese año mataron a socialistas como Fernando Buesa, dirigente de los socialistas vascos, a Fernando Buesa, a Ernest Luch, exministro de Sanidad, o a José María Jáuregui. Ese año mataron a un buen número de concejales populares como Martín Carpena, Jesús María Pedrosa, o Manuel Indiano, junto a fiscales, policías, guardias civiles, ertzaintzas, militares.

Tras una andadura de 15 años en las Nuevas Generaciones del PP en el País Vasco y ejercer como parlamentario durante tres legislaturas, Iñaki se incorporó en 2005 al equipo de Alberto Ruiz-Gallardón en el Ayuntamiento de Madrid, donde le conocí al frente de Madrid Emprende. Esas son sus especialidades, también como docente, el emprendimiento, la innovación, la formación, el desarrollo.

Él forma directivos, yo formaba trabajadores. En principio parecen ejercicios contrapuestos, opuestos, contradictorios. Y, sin embargo, para quienes como Warren Buffet  somos conscientes de que nos encontramos inmersos en una guerra de clases, adquiere mucho valor aquella afirmación de Os resentidos,

-Estamos en guerra pero hay que reflexionar.

Comparto ponencia con otro viejo amigo, Cándido Méndez. Es importante saber llegar con decencia a la dirección de un sindicato, pero también lo es saber dejar con dignidad el cargo. Y Cándido supo hacerlo en su momento, como ha sabido buscar aquellos espacios en los que seguir ejerciendo su magisterio.

Tras una primera impresión que nos reclama Iñaki sobre este 1º de Mayo, con afluencia de manifestantes y concurrido por ministros y ministras del gobierno, pegados a los micrófonos, apegados a  las pancartas, llega la primera pregunta sobre el estado de salud de los sindicatos en España.

No se puede considerar que un sindicato sea algo distinto al resto de la sociedad, en lugar de un producto de la misma. En esto ocurre lo mismo que con los partidos políticos, cuando los culpabilizamos de hacer muchas cosas que nosotros probablemente haríamos si estuviéramos en la piel de los dirigentes.

Un pueblo culto produce gobernantes cultos, un pueblo pacífico produce gobiernos pacifistas y no al contrario. Una sociedad participativa y bien informada produce gobiernos rigurosos y sensatos, que se tientan la ropa antes de incurrir en esos males de tejemanejes, corrupción y mentiras de los que habitualmente los acusamos.

La situación de los sindicatos es la misma que viven las organizaciones sociales, empresariales y las fuerzas políticas. Los sindicatos son esa parte de la sociedad, los trabajadores, que se organizan para defender sus intereses. Intereses que tienen que ver con el empleo.

Y junto a ese empleo, la estabilidad del mismo, que no se vea sometido a riesgos laborales que pongan en juego nuestra salud y nuestra vida, que genere derechos a protección por desempleo, a formación, a una carrera profesional, a una pensión decente cuando acabe nuestra vida laboral.

Por eso, la salud de los sindicatos se encuentra en relación con la salud de las organizaciones empresariales con las que interactúan cada día, negociando o movilizándose. En relación con la salud de los partidos que gobiernan o ejercen la oposición. Partidos que son esenciales para legislar y ejecutar políticas que tomen en cuenta los intereses, los problemas y las necesidades de los trabajadores.

Los sindicatos son organizaciones sociales, sin ánimo de lucro, en ocasiones más grandes, pero con las mismas virtudes, errores, vicios que tantas otras organizaciones sociales no gubernamentales.  Porque las organizaciones influyen sobre la sociedad, pero son producto de la misma.

Tras casi 50 años de vida democrática en España, va siendo hora de poner en valor cuanto hemos construido. También  va siendo hora de avaluar resultados, analizar sensaciones, percepciones, errores y aciertos. Nadie en su sano juicio creería que hicimos una Transición para anquilosarnos en una foto fija. La hicimos para abrir los portones que nos impedían iniciar el camino de la democracia.

Ahora toca poner en valor los aciertos y la cultura del diálogo social fue uno de ellos, aprender de las buenas prácticas y reconocer los errores que nos han conducido a una situación de intratable crispación, de visiones tendenciosas, de exclusión del otro, del diferente, de irritación continua, de ira a flor de piel, de fanático sectarismo atávico.

Para recuperar la salud democrática va a ser necesario que la política, el empresariado, el sindicalismo y la sociedad toda, pongamos pie en pared y, desde el reconocimiento de nuestras discrepancias y del conflicto inevitable, recuperemos espacios de encuentro y prácticas de diálogo.

Puede que sean sólo buenos deseos, que no se corresponden con esta aciaga realidad que nos ha tocado vivir, pero cualquier persona sensata sabe que es lo que toca, lo que hay que hacer, pero no necesariamente lo que va a acurrir, si no lo forzamos.

Por lo demás, volviendo al principio, siempre es un placer encontrarse con viejos amigos con los que seguir compartiendo estas ideas.

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