BANKIA, ASESINATO PREMEDITADO

La dimisión de Rodrigo Rato como Presidente de Bankia es el último episodio por el momento, del desastre perpetrado con la voladura descontrolada de las Cajas de Ahorros Españolas.

La banca española no concede el volumen de crédito necesario, ni a las empresas, ni a las familias. Todos los bancos y cajas se encuentran expuestos al riesgo inmobiliario de una burbuja que estalló lastrando a todo el sistema financiero español.

Es verdad que Bankia, como banco heredero de Caja de Madrid y Bancaja, junto a otras cajas menores como Caja Canarias, Ávila, Segovia, Rioja o Laietana, acumula el 22 por ciento del riesgo hipotecario de todo el sector financiero, pero en el resto del sistema reside el 78 por ciento restante, por lo tanto el problema se encuentra en el conjunto del sector.

La necesidad de recapitalizar todo el sistema es evidente. Otra cosa es quién financia esos costes, para evitar la parálisis del crédito. Es el conjunto del sector el que debe asumir esos costes.

En el caso de tener que utilizar recursos públicos, el Estado debe participar en el gobierno de las entidades que reciban esos recursos, o bien asegurar la devolución de esos recursos, con intereses, tanto por la financiación como por los avales concedidos.

La financiación pública debe ir acompañada de la asunción de responsabilidades por parte de los gestores y de los supervisores que, por acción u omisión, condujeron a situaciones críticas como las que atraviesan las cajas y banco españoles.

La seguridad y garantía de los depósitos de los clientes y la preservación del empleo, deben ser objetivos prioritarios en todo caso.

Los compromisos de las entidades que reciben ayudas públicas deben pasar igualmente por la racionalización y ajuste de sus órganos de gobierno, reduciendo los miembros de los mismos y sus retribuciones, evitando duplicidades y sobrecostes escandalosos.

Bankia no puede convertirse en la tumba saqueada de las Cajas de Ahorros que la constituyeron. Debe contar con un proyecto propio que mantenga el carácter social y vinculado al territorio que caracterizó a la mayoría de las Cajas. Nada ganaremos desguazando Bankia para repartirla entre los grandes bancos. El proceso de concentración bancaria que se produce en estos momentos viene acompañado de riesgos muy graves de constituir oligopolios financieros que excluyan a muchos sectores sociales de la posibilidad de acceder al crédito y otros productos financieros.

La reforma del sistema financiero ante una crisis financiera que hizo estallar la burbuja inmobiliaria parece más necesaria y justificada que la absurda reforma laboral en la que el Gobierno nos ha metido.

Pero esta reforma financiera debe ser eficaz y justa, lo cual es imposible sin un reforzamiento del control y la supervisión públicas.

Parece intolerable que, como en este caso de Bankia, las decisiones sean adoptadas por órganos ajenos al propio gobierno de Cajamadrid y Bankia, sin conocimiento de los órganos de dirección y gestión y sin participación alguna de la sociedad representada en Cajamadrid.

El despotismo, por más tecnócrata e ilustrado que sea no deja de ser despotismo y las más de las veces nepotismo

Francisco Javier López Martín

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