FERDINANDO Y EL RUEDO IBÉRICO

 

Munro Leaf escribió el cuento del toro Ferdinando en 1936, precisamente cuando España se enzarzaba en una horrenda Guerra Civil.

La historia de un toro pacífico, amante del campo y de las flores que se niega a dar juego y espectáculo en la arena taurina.

El cuento, prohibido en la España franquista y en la Alemania nazi, es un clásico de la literatura infantil. También es un valor seguro en las aulas españolas.

La infancia, sin embargo, es cada día más como un gueto, del que se sale para adentrarse en la arena hostil de una adolescencia incierta y una juventud precaria.

Los valores de la infancia son imaginarios, transitorios, efímeros, vaporosos y fácilmente evaporados. Pasamos del “hay que compartir” al “hay que competir”. Del canto a la paz al ardor guerrero. Del hay que decir siempre la verdad a “en política y en negocios vale mentir”.

Quien dialoga no es ni demócrata tan siquiera, porque, para no pocos, la democracia es la confrontación en la que unos ganan y gobiernan y otros pierden. Ajo y agua. Vae victis. Ay de los Vencidos. Dolor al conquistado. Quien alcanza un acuerdo, quien transacciona, quien negocia, quien mantiene el valor del diálogo, el acuerdo, la responsabilidad del compromiso, se enfrenta a la dura crítica, la mofa, la burla, la irremisible acusación de debilidad.

Sigo leyendo a mi hijo la historia de Ferdinando el Toro, como se las leí a sus hermanas, con la desoladora sensación de que esparzo semillas que fructificarán en un solar desértico e inhóstipo, donde siempre hay alguien dispuesto a desenvainar la espada y aliarse a estocadas, aún con el pacífico Ferdinando.

Temo que idealizando a Ferdinando esté criando niños incapaces de vivir en el planeta de Grandes Hermanos y Operaciones Triunfo. Mira que si el reality show de la política y la economía patrias se les torna insoportable ….

Una España que nunca permitiría que el toro pacifista fuera devuelto a su hogar, bajo la encina, hasta el final de sus días. El espectáculo por encima de todo.

Ocurre, sin embargo, que en algunas ocasiones, el futuro se juega, precisamente, entre la actitud chulesca del matón dictador, llámese Franco o Hitler y un joven escritor de allende los mares que escribe un libro para niños contando la historia de un toro amante de la vida, que pasa de las glorias del coso taurino. Ahí nos la jugamos. Así que más nos vale aprender algo de estas sencillas crónicas infantiles, que aceptar, sin más, la lógica de la mentira, la violencia de los mercados y el cinismo como manual de uso en la política.

Más que nada para que nuestros hijos y nuestras hijas, además del inevitable afecto, sientan, desde la distancia de su generación, cierto orgullo de aquellos que, sin elección posible, les tocaron como padres.

Sería deseable.

Francisco Javier López Martín

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