La culpa del alto paro juvenil la tiene el abandono escolar, nos dice María Dolores de Cospedal, a la sazón, Secretaria General del Partido Popular y Presidenta de Castilla-La Mancha. El Ministro de Educación, el señor Wert, defiende su nueva Ley de Educación con el argumento de que es “imprescindible” para evitar un paro elevado “en el futuro”.
Es curioso como la política partidista tuerce los argumentos, los rebusca, los miente, con tal de justificar sus iniciativas legislativas, como ocurre con el caso de la Ley Wert.
En primer lugar conviene destacar que nos encontramos ante la octava ley educativa desde 1970, año en el que un Ministro de Franco, Villar Palasí, presentó una Ley General de Educación que venía a sustituir la ley Moyano de 1857, que había sufrido retoques pero permanecía esencialmente intacta.
Digamos, por tanto que la Ley Moyano transitó por la Revolución gloriosa de 1868, la Primera República, la restauración borbónica, la II República, la Guerra Civil y el Franquismo. Digamos que la Ley Moyano, reitero que con retoques, hizo un recorrido atravesando tres Constituciones, una de ellas republicana.
Es cierto que la República planteó un proyecto de Ley de Instrucción Pública, que Unamuno, como Presidente del Consejo de Instrucción Pública, encargó a uno de los mejores pedagogos del momento, Lorenzo Luzuriaga, pero el anteproyecto quedó en eso, las bases de lo que hubiera debido ser una Ley que hacía al Estado responsable de la educación pública, laica, gratuita, creativa, que integrase a las personas en la sociedad y basada en la coeducación de niños y niñas.
La República no fue un paraíso perfecto y las tensiones y cambios políticos impidieron consagrar en una ley la auténtica revolución que impulsó el régimen republicano en materia de modernización de una educación, que, hasta entonces, lideraba la iglesia católica. No es extraño que los obispos recibieran brazo en alto el golpe sangriento de los militares, que terminó encabezando el General Franco, tras dar un golpe, dentro del golpe.
Retomando el hilo. Una Ley con retoques durante más de 110 años. Con retoques, reitero. Desde 1970, con la Ley Villar Palasí, hemos vivido otras seis leyes.
Tras la Constitución de 1978, se aprueba la LOECE (1980), que establece un Estatuto de Centros Escolares. La LODE (1985), La LOGSE (1990), la LOPEG (1995), la LOCE (2002) y la LOE (2006).
Es decir, la LOMCE de Wert, será la séptima Ley Educativa de la democracia. Una ley educativa cada cinco años.
Cabe preguntarse, a estas alturas, si esas ansias de notoriedad de cada ministra o ministro de educación por dejar su impronta en el Boletín Oficial del Estado, es lo más recomendable para mejorar el sistema educativo.
Por otro lado, cuando tanto insisten nuestros gobernantes en que el empleo lo crean los empresarios, suena chocante que intenten hacernos creer ahora que el empleo lo crean los centros educativos y que cambiar la ley es un remedio infalible contra el paro. Es asombroso que Cospedal considere que si hay mucho paro juvenil, es a causa de que hay mucho fracaso escolar.
Si hay mucho paro es porque nuestra economía y la estructura empresarial española son muy débiles y la temporalidad, la precariedad, los bajos salarios y la baja cualificación son característicos de la Marca España.
Creamos mucho empleo con los pelotazos fáciles y seguros y lo destruimos a manos llenas con la crisis. Nuestra marca no es la calidad, la innovación, la formación, y ahí está la clave de nuestro fracaso económico y nuestro desastre de empleo.
Es cierto que la formación es un elemento esencial para nuestro futuro, pero no porque solucione el problema del paro, sino porque si somos capaces de orientar nuestra economía hacia un nuevo modelo productivo, con innovación y calidad en nuestros productos y servicios, contar con personas cualificadas será esencial para el futuro de nuestras empresas.
Los argumentos de competitividad y productividad, que tanto se esgrimen para justificar las reformas laborales o de la negociación colectiva no tienen base alguna. Optar por un mercado de trabajo precario, temporal, de bajos salarios y escasa cualificación, sustenta un modelo con pies de barro. Venderás más en el inmediato, aumentará la productividad. Pero será la antesala de nuevas pérdidas de competitividad y de productividad, obligando a nuevas vueltas de tuerca sobre los mismos temas. Sólo compiten y son productivos, con bases sólidas, quienes apuestan por innovación, calidad, cualificación y salarios justos para trabajadores estables, comprometidos con su futuro y el de sus empresas.
El problema no es, por tanto, legislativo, sino de formar a las personas para un modelo económico, social y cultural de futuro que debería ser el fruto de un amplio consenso político y social.
Mientras esto no ocurra, cambiar las leyes, como lo hace Wert, está sólo orientado a satisfacer intereses de parte, ya sean eclesiásticos o ideológicos. El debate se convierte en religión en las aulas,sí o no. Separación de niños y niñas en las aulas,sí o no. Los tertulianos se lo pasan bien con estos debates, pero los problemas seguirán sin solucionarse. A la espera de otro Ministro que ponga su nombre a una ley.
Francisco Javier López Martín
Presidente de la Fundación Sindical Ateneo 1º de Mayo
Secretario de Formación Confederal de CCOO