Llevamos años oyendo hablar del “déficit tarifario”. Nos cuentan que los consumidores no pagamos el coste real de la electricidad. Y es verdad. Los consumidores pagamos mucho más de lo que cuesta la electricidad. Y, pese a ello, en plena crisis, el recibo de la luz vuelve a subir un 7 por ciento, hace tan sólo dos meses, porque el Tribunal Supremo ha fallado a favor de Iberdrola y Endesa y en contra de la congelación de la Tarifa de Último Recurso, la que pagamos los pequeños consumidores.
Todo empezó con la obsesión “liberalizadora” del primer gobierno Aznar, allá por 1997, siguiendo los designios, una vez más, de Bruselas y su Gobierno de tecnócratas europeos. Se nos vendió que la libre competencia abarataría los precios de la luz. Las eléctricas pusieron el grito en el cielo, porque no podrían recuperar las inversiones realizaras. Era mentira, porque estas empresas actúan como un oligopolio perfecto, que no compite, ni admite nuevos socios.
Aznar les regaló entonces los Costes de Transición a la Competencia (CTC) para proteger a las eléctricas de las supuestas pérdidas, estableciendo pagos de hasta 8.600 millones de euros, mientras los precios, lejos de bajar, terminaron subiendo. Hasta 2006, las eléctricas se embolsaron 12.000 millones de euros adicionales por los famosos CTC. Subieron los precios, amortizaron inversiones y se embolsaron pingües ganancias. Negocio redondo.
Luego encontraron la gallina de los huevos de oro, con el sistema para fijar los precios. Un curioso sistema, según el cual el precio de la electricidad se fija cada día en una subasta, en la cual, primero, se subastan las energías más baratas, la nuclear y la hidroeléctrica. Luego se van poniendo a la venta las más caras. El precio final de toda la energía es el que haya resultado más caro. Terminamos pagando al precio más caro, las energías más baratas.
Como además las contadas empresas generadoras, son las mismas que distribuyen la energía eléctrica y las que la comercializan, siempre ganan, pase lo que pase, porque controlan todo el proceso. La famosa liberalización sólo produce altos beneficios a costa de altas tarifas para los consumidores, que terminamos pagando chirlas a precio de ostras.
Así, entre 2007 y 2009, los beneficios de las eléctricas han sumado 12.500 millones de euros más a los ya ganados con las CTC. Ganan en la factura y ganan con los ingresos extraordinarios del Estado, que salen de nuestros impuestos.
A ese cuento chino, lo llaman Déficit Tarifario. Estamos ante un mercado mal regulado y falsamente liberalizado. Ellos se enriquecen y los consumidores finales, especialmente las familias, nos empobrecemos.
En plena crisis, lo normal, lo sensato, sería modificar la regulación de los precios, para adaptarla a los costes reales de generación de electricidad. Pero la sensatez es mucho pedir a unos gobernantes que representan intereses económicos y que acaban sus días políticos en los consejos de administración de las eléctricas. Por eso vuelven a subir un 7 por ciento el precio de la luz. Pagamos demasiado, pagamos en exceso. No merecemos este trato, pero es lo que obtenemos cada vez que encendemos la luz.
Es urgente una reforma del sistema tarifario de las eléctricas, antes de que estalle una nueva burbuja especulativa.
Francisco Javier López Martín