Madrid tiene una personalidad jurídica, en el Estado de las Autonomías, por exclusión. Dicho de otra manera, nadie nos quiso y nadie reconoció la especificidad de una Comunidad cuyo hecho diferencial es ser la capital del Estado.
En el café para todos constitucional, con el que se pretendió saldar la cuestión nacional y los nacionalismos, creando 17 Comunidades Autónomas, Madrid no fue Castilla, ni distrito federal, sino una Comunidad uniprovincial que alberga la capital.
Hubo que improvisar bandera, himno y convertir la Diputación Provincial en Gobierno Regional. Casi siete millones de habitantes, un denso mercado en mitad del desierto mesetario peninsular.
Pocos saben el porqué de una bandera roja con siete estrellas. Nadie conoce la música del himno compuesta por el vasco Pablo Sorozábal, cuyo epitafio no puede ser menos nacionalista: “Mi entierro ha sido emocionante. No han asistido las autoridades, puesto que yo no tengo nombre o, por decirlo con más precisión, es mi nombre quien no tiene YO…”.
Nadie conoce la letra del himno compuesto por el anarquista Agustín García Calvo cuya idea del nacionalismo consistía en su capacidad de convertir a los pueblos en masas sumisas al poder.
Con estos mimbres Madrid ha ido creando sentimientos de pertenencia e identidad en torno a algunas construcciones con las que nos identificamos.
No se trata sólo de la Puerta de Alcalá o la Puerta del Sol. Se trata del Metro de Madrid, que tal vez no vuela, pero que es modelo internacional y construye túneles en lugares tan lejanos como República Dominicana. O del Canal de Isabel II, que asegura el suministro de una de las mejores aguas a nuestros domicilios. O un puñado de equipos de futbol como el Real, el Atleti, el Rayo, Getafe y hasta el Alcorcón.
Y Telemadrid, la cadena autonómica, concebida como un servicio público de calidad, centrado en acercar a la ciudadanía madrileña, su acceso a la información, cercana en sus contenidos. Plural, como plurales somos cuantos convivimos en estos menos de 8.000 kilómetros cuadrados, una de las provincias más pequeñas en España. Telemadrid se ha ganado su prestigio gracias a unos profesionales que han cubierto desde el problema de un barrio, hasta los conflictos bélicos en Oriente Medio. Desde Madrid Directo hasta Madrileños por el Mundo. Telemadrid es la imagen que Madrid ha sabido proyectar de sí misma. Con tintes socialistas en la etapa de Leguina. Con tintes peperos con Ruiz Gallardón al frente de la Comunidad. Pero madrileña, abierta, plural. Espacio de información y debate, punto de encuentro.
Así fue hasta la llegada de Aguirre al poder y la conversión de Telemadrid en un aparato de propaganda, sectario y crispante. Un aparato que ha dado empleo y altos salarios a directivos y tertulianos que han alentado los más negros ideales neoconservadores y ultraliberales. La libertad contra la igualdad. La unidad frente a la diversidad y pluralidad. La confrontación frente al diálogo.
Los hinchados salarios de directivos y tertulianos afines a Aguirre, se han visto acompañados de la contratación de una redacción paralela compuesta por cientos de periodistas elegidos a dedo y dispuestos a firmar las crónicas al dictado del político o asesor de turno. La entrega de programas a productoras amigas con mando en plaza y locales en la propia cadena.
Tertulianos, presentadores y productores como Hermann, como Curry, o Cuca, Isabel San Sebastián, Carmen Tomás, Ely del Valle, Sáenz de Buruaga, Samboal, Dragó, Melchor, Tárregas, Garci, Cerezo, han creado todo un estilo complaciente con el poder, basura frente a la crítica, martillo de herejes y opositores.
Directivos, tertulianos y productoras especializados en maltratar lo público mientras viven de los dineros públicos, del presupuesto regional.
Con estos mimbres no es extraño que la audiencia baje y la publicidad huya. La crisis ha hecho el resto. Las esquilmadas arcas autonómicas, aún más debilitadas por los regalos fiscales de Aguirre a las rentas más altas, hacen que el gasto de Telemadrid recaiga cada vez más sobre los Presupuestos. Aguirre ha sido siempre una especialista en deteriorar las instituciones y los servicios públicos, para terminar eliminando instituciones y privatizando servicios.
Telemadrid puede ser mejor gestionada. Con menos tertulianos caros y menores sueldos de los directivos. Con más producción propia y menos productora privada viviendo del cuento.
Telemadrid puede acabar con esa “redacción paralela” que duplica gastos innecesariamente. Puede reducir plantilla prejubilando, o trasladando personal, a otros servicios autonómicos. Puede reducir salarios altos, o puede repartir el trabajo, reduciendo jornada.
Pero para qué quebrarse la cabeza. El Gobierno Regional ha encargado un estudio a Deloitte, consultora enfangada en el escándalo de Bankia y a Cuatrescasas, especializada en Expedientes de Regulación de Empleo. Un estudio pagado con unos bonitos 140.000 euros para concluir al dictado que el Telemadrid hay que despedir a 925 de sus 1.175 trabajadores y trabajadoras.
El objetivo no parece ser otro que mantener directivos, tertulianos y parte de la redacción paralela, para ejecutar los programas informativos. El resto, privatizado y enlatado. Propaganda en estado puro.
Hay otras soluciones, pero no parecen interesar. Nada importan cientos de familias en la calle. Nada importa un servicio público de información, comunicación y entretenimiento de calidad. Nada importa la desesperación que van dejando a su paso.
Su descaro no tiene límites. Hasta el punto de que ponen 925 despidos sobre la mesa, sin escuchar otras alternativas. Hasta el punto de que no negocian porque la plantilla está muy crispada. No negocian, porque en su agenda sólo figura dejar pasar el mes de negociación del ERE presentado el día anterior a la Constitución y regalar 925 despidos el día de Reyes de 2013.
Madrid necesita una Televisión pública de calidad. Con la vida de la gente no se juega. El empleo de la gente es la supervivencia de las familias. Hay soluciones. Pero si no se negocian, sólo cabe el conflicto, largo, duro, hasta que el cuerpo aguante.
Francisco Javier López Martín
Secretario General de CCOO de Madrid