Rompo mi línea de reflexiones sobre la formación de los trabajadores y trabajadoras, aunque prometo no abandonarla, para abordar una cita anual que suele pasar despercibida, pero que me parece importante, no tanto por lo que se haga, sino por lo que representa. Me refiero a la convocatoria de la Jornada Mundial por el trabajo Decente cada 7 de octubre.
El concepto de trabajo decente fue acuñado por Juan Somavía en el primer informe que presentó como Director General de la Organización Internacional del Trabajo OIT), en 1999. Trabajo Decente, según la propia OIT, significa aquello a lo que aspira toda persona a lo largo de su vida laboral y que podemos resumir en tener un puesto de trabajo acompañado de derechos laborales, cobrar un salario justo, conseguir protección ante los riesgos laborales, obtener protección social para las familias. Una pensión cuando llega a la edad de jubilación.
Trabajos dignos que mejoren a las personas y a la sociedad, que aseguren la libertad para expresar opiniones, negociar, organizarse en sindicatos, con igualdad de oportunidades, igualdad entre mujeres y hombres. El Trabajo Decente se ha ido constituyendo en una barrera frente a los desmanes planetarios del capitalismo en su versión ultraliberal y depredadora del planeta.
La OIT cumple este año su primer centenario. Una organización internacional que aglutina a gobiernos, organizaciones empresariales y sindicatos de todo el mundo. El lema conmemorativo de sus primeros cien años, habla de Impulsar la Justicia Social, promover el Trabajo Decente.
Fue la Confederación Sindical Internacional (ITUC-CSI) la que, tras constituirse en Viena en 2006, fusionando las organizaciones de la internacional de Organizaciones Sindicales Libres (CIOSL) y la de los sindicatos de origen cristiano (CMT), decidió que, a partir de 2008, se convocase anualmente, cada 7 de octubre, una Jornada Mundial por el Trabajo Decente.
Aún recuerdo aquel primer año, cuando permanecíamos atentos a las manifestaciones, conciertos, concentraciones, mítines, que se iban realizando siguiendo la ola de los husos horarios a su paso por cada país del planeta. Desde entonces el desarrollo de las convocatorias ha sido desigual, en función de de los problemas laborales que se viven en cada lugar del planeta.
La crisis financiera, económica, laboral, social, política y cultural ha conducido, en los últimos años, a focalizar los esfuerzos sindicales en el combate contra los retrocesos laborales que se han ido poniendo en marcha en cada rincón del mundo. Si para algo ha servido la crisis es para fomentar el nacionalismo, cuando no el patrioterismo, junto a la individualización que niega cualquier esfuerzo colectivo. Negar todo cuanto representa el sindicalismo.
12 años se cumplirán este año de celebración de la Jornada Mundial por el Trabajo Decente. Cada año la ITUC-CSI aprueba un tema que vertebra la convocatoria. En 2019 el lema insiste en la necesidad de Invertir en cuidados para la igualdad de género. El cuidado de las personas va a ser uno de los sectores que más desarrollo tendrá en el futuro inmediato.
Es un trabajo infravalorado, sometido a numerosas irregularidades, bajos salarios, baja cualificación y penosas y precarias condiciones laborales. Unos empleos que, sin embargo, son cada vez más esenciales para muchas familias y que tienen cada vez mayor importancia económica para las personas y para la economía de los países.
El sector de los cuidados es muy mayoritariamente femenino. Cuando este tipo de actividad no está remunerada, también son mujeres las que asumen más de las tres cuartas partes de estas tareas. Esta situación de actividad no regulada, ni reconocida, ni remunerada, supone el 13 por ciento del Producto Interior Bruto, algo así como 10 billones de dólares al año.
Reconocer este problema, regular estos empleos, dignificarlos, convertirlos en trabajos decentes, es una tarea urgente. Aunque sólo se dedicara un 2% del PIB en el sector de cuidados, esta inversión podría traducirse en decenas de millones de puestos de trabajo en economías emergentes, en las que el sector de cuidados no está regulado y en el aumento sustancial del peso de este sector hasta alcanzar más del 6% del empleo total.
Invertir en la regulación del trabajo de cuidados de las personas significa pensar en la vida, la de nuestros mayores, las personas con discapacidad, nuestra infancia. Mantener la situación de baja inversión en cuidados y de sobrecarga de las mujeres en la realización de estas tareas, sin remuneración, sin salario, sin derechos, supone cortar las vías para que las mujeres puedan participar en condiciones de igualdad en empleo, en la superación de las brechas salariales, en la igualdad social efectiva.
Son muchas las organizaciones sindicales, sociales, religiosas, vecinales, culturales, que convocan actos de todo tipo para conmemorar el 7 de octubre y llamar la atención sobre la importancia del trabajo decente. Manifestaciones, concentraciones, proyecciones de películas, asambleas en locales o plazas, representación de obras teatrales, concursos, reuniones, conferencias, debates, conciertos. Seguro que alguna te cuadra, te pilla cerca, te llama la atención.
Lo importante, en todo caso, es vivir un momento de voluntad compartida para que el futuro pase por el empleo y que ese empleo tenga derechos asociados, sea un trabajo decente. Porque, pese a cuantos se empeñen en mentirnos, el trabajo humano seguirá siendo imprescindible y la precariedad y la pobreza no pueden formar parte de nuestro horizonte vital. El empleo indecente es la consecuencia de una economía indecente que estrangula al planeta con las personas dentro. Sin trabajo decente nuestro mundo no es sostenible.