FORMACIÓN Y SINDICATO

ImageServletAcabo de recuperar un libro, probablemente ya descatalogado, escrito por Alejandro Tiana, hoy Rector Magnífico de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), cuyo título es “Maestros, Misioneros y Militantes. La formación de la clase trabajador madrileña, 1898-1917”. El libro es un compendio de su Tesis Doctoral, que mereció el Premio Nacional de Investigación e Innovación Educativa del Ministerio de Educación, en 1985.

Cuando escucho a tantos tertulianos despotricar contra esto y lo otro, para terminar dirigiendo sus invectivas contra los sindicatos, poniendo en duda el papel de los mismos en la negociación de los EREs, o la formación de los trabajadores y trabajadoras, me dan ganas de recomendarles la lectura de este libro, que, además, se puede descargar gratis desde las páginas de publicaciones del Ministerio.

Así entenderían que, aún antes de constituirse en sindicatos, los trabajadores y trabajadoras se organizaban en Asociaciones para mejorar las condiciones de trabajo, asociaciones de socorros mutuos, cooperativas, corales. De esas experiencias nacieron los sindicatos que fueron creando Casas del Pueblo, Ateneos, Universidades Populares, Escuelas, Universidades Obreras, Centros de Formación Profesional, Círculos Obreros.

Es cierto que una parte esencial de la formación como trabajadores y sindicalistas de la mayoría de las mujeres y hombres organizados en los sindicatos procedía de la autoformación, es decir, eran autodidactas. Líderes como Salvador Seguí, o Pablo Iglesias, Dolores Ibarruri, más allá de haber pasado algunos cursos en una escuela primaria, basaban su formación en las lecturas recomendadas, intercambiadas, los debates con los compañeros y compañeras y en la práctica de un oficio. Podríamos decir que practicaban una formación dual, antes de que el concepto se inventara.

Para aquellos sindicalistas, el aprendizaje de una profesión era parte esencial de la cultura del trabajo, de la conciencia de clase, del sentido de pertenencia a una patria común con valores propios e intereses que defender, tanto en los centros de trabajo, como en la calidad de nuestras vidas.

El golpe de Estado franquista, la larga Guerra Civil y las casi cuatro décadas de dictadura en España, no pudieron evitar que la clase trabajadora crease las CCOO y que estas se convirtieran en cauce de defensa de derechos laborales y sociales, en nuestro país. Hasta las cárceles donde eran encerrados los sindicalistas se convertían en un lugar de aprendizaje de sindicalismo. Así nos cuenta, entre otros, Eduardo Saborido, las sesiones de formación, dirigidas por Marcelino Camacho, en la cárcel de Carabanchel.

Luego, con la democracia, cada organización, quien más, quien menos en CCOO, ya fuera una Sección Sindical, o una Ejecutiva local o Comarcal, creaban una Escuela de Formación Sindical.

Somos la primera organización sindical y social de este país. Una de nuestras responsabilidades es formar trabajadores y trabajadoras conscientes de su papel en la empresa y en la sociedad. Conscientes del lugar en el futuro que tenemos que conquistar para la clase trabajadora, partiendo de las peores condiciones de crisis económica, de empleo, social y política, en la que nos hallamos inmersos.

La formación es una tarea que no vamos a abandonar, porque constituye una actividad esencia para construir el sindicalismo de clase y confederal que representamos. Y lo que seamos los trabajadores y trabajadoras, nuestro futuro en este país, dependerá, de forma muy importante, de la capacidad de organización, movilización, negociación,  cualificación y formación, que demostremos el primer sindicato de este país, las CCOO.

 

Francisco Javier López Martín

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