MANDELSTAM (I): EPIGRAMA CONTRA STALIN.


La triste historia de Mandelstam merece ser recordada en estos tiempos turbulentos en los que el totalitarismo se disfraza de unidad y el consenso es entendido como la imposición de los designios de eternos conspiradores.

Merece la pena pensar cuál fue el motivo por el cual un poeta simbolista, nacido en Varsovia en 1891 y afincado en San Petersburgo, junto a su esposa, entregado a la causa poética y miembro de la Unión de Escritores, compuso un poema contra Stalin.

No dejó rastro escrito del poema, pero lo recitó de memoria en algunos foros. Era cuestión de tiempo, más corto que largo, que aquel poema llegar a su destinatario, Koba el Temible, quién ordeno la inmediata detención del poeta.

El poema dice, más o menos,

Vivimos insensibles, sin sentir nuestro suelo bajo los pies
Nuestras palabras no se oyen a diez pasos.
Cuando nos atrevemos a hablar a medias
siempre mencionamos al montañés del Kremlim
Sus dedos gordos como gusanos, grasientos,
Sus palabras certeras, como pesados martillos, caen de su boca
Sus bigotes de cucaracha parecen reír
y relucen brillantes las cañas de sus botas
Entre una chusma de caciques de largos cuellos,
juega y se divierte con semejantes infrahombres.
Uno silba, otro maúlla, otro gime, el otro llora.
Sólo él los tutela, parlotea, dictamina
Forja un decreto tras otro como si fueran herraduras:
Golpea a uno en el bajo vientre,
a otro en la frente, al tercero en el ojo, al último en la ceja.
Cada ejecución es una fiesta
que alegra su ancho pecho de oseta.
Osip Mandelstam

El 16 de Mayo de 1934, tres agentes de la policía secreta llamaron a su puerta, registraron la casa, no pudieron registrar el único lugar donde se encontraba el poema, la memoria de Mandelstam.

Tras toda una noche de revisión de cada escrito, cada apunte, cada poema, fue detenido, condenado a tres años en un campo de destierro, un breve periodo de libertad condicional y un nuevo internamiento en un campo de trabajos forzados, donde murió. Como tantos, acabó en una fosa común. Sus restos nunca fueron encontrados.

Francisco Javier López Martín

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