Un consorcio de grandes empresas multinacionales, sectores de las finanzas y fuerzas políticas conservadoras están utilizando la crisis que ellos crearon para destrozar los derechos laborales y sociales adquiridos. Trabajadores más explotados y ciudadanía más empobrecida y excluida son las consecuencias inmediatas.
Los Gobiernos desaparecen de la escena, dando prioridad a las empresas por encima de los intereses de sus ciudadanos y trabajadores. Hasta el punto de que tan sólo el 13 por ciento de la ciudadanía mundial piensa que sus gobiernos piensan en las familias trabajadoras que en los intereses empresariales.
La violencia contra los sindicalistas se multiplica. La Confederación Sindical Internacional (CSI) ha recogido denuncias del 28 por ciento de los países miembros por uso de violencia contra los sindicalistas. En países como Colombia 2.942 sindicalistas han muerto asesinados desde 1995. En Guatemala 73 desde 2007. De hecho la libertad sindical no se encuentra reconocida en 33 países que representan más de la mitad de la población mundial.
Países como Colombia o Guatemala, pero otros muchos, como Afganistán, Palestina, Siria, Guinea, México, Filipinas, Irak Pakistán, Egipto, Grecia, Camboya, Honduras y otros muchos, son países en los que los ataques de los empresarios y los gobiernos contra los derechos laborales, la libertad sindical, la negociación colectiva, el derecho de huelga, o manifestación, son constantes y permanentes.
Tan sólo algunos dramas, como los incendios en fábricas de Bangladesh, han conducido a que se instauren medidas acordadas con los sindicatos para asegurar la seguridad en los centros de trabajo, porque los daños en la imagen mundial de algunas marcas textiles comenzaban a ser escandalosos e irreparables.
-Un día me pregunté por qué: ¿Por qué se nos trataba de manera diferente? ¿Por qué teníamos que trabajar largas jornadas y nunca decirle no al patrón y dar palmas cuando estábamos tan mal pagadas? Ese fue mi momento de lucidez y si yo puedo marcar la diferencia todas podemos hacerlo…
(Myrtle Witbooi, líder del sindicato SADDAWU y Presidenta de la Red Internacional de Trabajadoras del Hogar, es quien así habla)
21 millones de personas trabajan en condiciones de esclavitud y trabajo forzoso. Una de cada tres mujeres sufrirá a lo largo de su vida laboral, violencia física, o agresión sexual, o ambas cosas.
Las brechas salariales y de condiciones de trabajo entre mujeres y hombres siguen perviviendo.
Miles de historias de violencia, opresión, explotación y desprecio a los derechos, se producen cada día a lo largo del planeta. Mientras la OIT ha acuñado el concepto de trabajo decente como trabajo estable, justamente remunerado y con derechos, los empresarios y los gobiernos, a lo largo de todo el planeta, aprovechan la crisis para debilitar derechos, salarios y condiciones de trabajo, preparando el camino, entre otras cosas, para las muertes por accidentes que siguen segando vidas humanas.
Los derechos no son negociables. No hay derechos y derechitos. No hay derechos con mayúscula y con minúscula. La CSI es el sindicato mundial que tiene la obligación de combatir los efectos salvajes que empresas, financieros y fuerzas conservadoras, impulsan en todo el planeta.
Mediante la denuncia sistemática de las violaciones de derechos sindicales. Defendiendo la negociación colectiva y la libertad sindical. Creando y utilizando instrumentos para el control de los derechos sindicales. Defendiendo a los sindicatos que se encuentran perseguidos y atacados en numerosos países. Combatiendo el trabajo precario e irregular. Informando y comunicando cada ataque a los derechos y la libertad sindical. Colaborando con todo tipo de instituciones que defienden los derechos humanos en cada país. Defendiendo la igualdad entre mujeres y hombres en el trabajo y en la sociedad.
Las empresas, los gobiernos, las grandes corporaciones, no pueden seguir instaladas en el beneficio empresarial y la competitividad sobre la base del destrozo de los derechos laborales y sociales en numerosos lugares del planeta. Las desigualdades acrecentadas por ellos, se encuentran en la base de los estallidos sociales y socavando la base misma de los sistemas democráticos. La movilización de la CSI en todo el planeta deberá impedir este derrotero de injusticia y oprobio para los ciudadanos y ciudadanas, los trabajadores y trabajadoras del planeta.
Francisco Javier López Martín