ABANDONAR LA ENERGÍA NUCLEAR

El accidente nuclear de Fukushima ha vuelto a alertar a los ciudadanos del planeta sobre los riesgos asociados al uso de esta tecnología. Pese a unas medidas y protocolos de seguridad cada vez más estrictos, ni aún los países tecnológicamente más avanzados se encuentran a salvo de accidentes provocados por factores externos, o por otros derivados de causas internas, como la obsolescencia de materiales, desgastes de piezas, fallos de operación, o incendios, como el de Vandellós.

Si algo ha puesto de relieve Fukushima es que toda medida de seguridad es poca y, en este sentido, el Consejo de Seguridad Nuclear (CNS) ha ido perdiendo dotaciones de presupuesto, medios y personas para asegurar un control público de las centrales nucleares, que llega a la subcontratación, rotación de plantillas, pérdida de profesionalidad y aumento de los riesgos que venimos denunciando.

Fukushima podría contribuir a alcanzar acuerdos en torno a temas esenciales como la fijación de la vida útil de las centrales nucleares que no debería superar los 40 años. Con carácter previo, se deberían acordar calendarios que contemplen soluciones industriales, laborales y sociales. Es decir un plan económico y social alternativo a cada central nuclear, que contemple la instalación de empresas y la creación de empleo.

Las empresas nucleares y las compañías que gestionan las centrales no pueden asumir las terribles consecuencias de un accidente nuclear. Además la gestión de residuos durante miles de años escapa también a dichas empresas. La actividad nuclear necesita en todo momento apoyo económico público.

CCOO venimos reclamando el cierre de centrales nucleares como la de Garoña, en Castilla-León, o como la del Cofrentes en el País Valenciano. Con garantías de empleo y futuro económico para la ciudadanía de esos lugares.

En todo caso, es sensato pensar que la futura planificación económica y energética, debe realizarse tomando en cuenta el abandono de la generación eléctrica nuclear. Limitando la vida útil de las centrales existentes y elaborando anticipadamente alternativas para la población y bajo la exigencia de las máximas garantías de seguridad, mientras las centrales sigan operando.

Cuando escucho a Esperanza Aguirre, apostar por la energía nuclear en España, me pregunto en qué lugar de Madrid instalaría la parte alícuota de instalaciones nucleares que correspondieran a nuestra Comunidad. No me extrañaría que el lugar elegido fuera el corazón mismo del Parque Natural del Sureste, entre Rivas y San Martín de la Vega. Es una mera suposición, pero suposición verosímil.

Desde la responsabilidad y el compromiso, CCOO apoyaremos las convocatorias y movilizaciones encaminadas a plantear el abandono de esta tecnología. Fukushima es una lección dramática que nadie puede, ni debe, olvidar.

Francisco Javier López Martín

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