Vivimos tiempos de calvario. La Semana Santa se llena de procesiones que vienen a sumarse a los viacrucis y procesiones que los madrileños vivimos cada día. Una de ellas la procesión de los jóvenes en busca de empleo.
Desde que comenzó la crisis el número de menores de 35 años en situación de desempleo ha pasado en Madrid de 117.000 a 263.000. La tasa de paro en los menores de 25 años se sitúa por encima del 40 por ciento y en los menores de 20 años en el 60 por ciento.
Jóvenes que acarrean de acá para allá una mochila de formación más grande que la de cualquier generación anterior, pero que transitan un largo camino de paro, temporalidad y precariedad laboral. Generaciones condenadas a una larga procesión sin horizonte de futuro.
Nuestros jóvenes se forman durante años, terminan carreras, se apuntan a módulos profesionales, cursos para parados, hacen máster, trabajan en empleos temporales y precarios, se quedan parados y vuelven a estudiar hasta que encuentran otros empleos temporales y precarios. Precisamente los empleos que primero se han perdido con la crisis. Los jóvenes menores de 25 años llevan 100.000 empleos perdidos en esta crisis. El 38 por ciento del empleo joven ha desaparecido y su tasa de empleo ha caído al 28 por ciento, es decir, sólo trabaja uno de cada cuatro jóvenes.
He escuchado a algunos “sacerdotes” laicos, saduceos y fariseos de los medios de comunicación, o la política, afirmar que el problema de los jóvenes se resuelve con la edad. Pero, por lo que a Madrid atañe, más bien pareciera que la edad agudizará los problemas. Baste observar que Madrid carece de un Plan de Empleo Juvenil o que Aguirre acaba de suprimir de un plumazo el Consejo de la Juventud.
Lo dicho, esta Semana Santa, cuando veamos las procesiones pasar pensemos en esos 263.000 jóvenes madrileños parados, a los que la inacción de nuestro Gobierno Regional condena a ser trabajadores pobres de por vida.
Francisco Javier López Martín