Contexto social, histórico y cultural de una mujer con hiyab

Son valientes, poderosas. No necesariamente divas. Mujeres, valientes, poderosas. No lo parecen, cubiertas con el velo que les tapa el cabello y el cuello. Un hiyab. No un niqab. Ni mucho menos un burka. Un hiyab, que puede ser llevado con la misma elegancia que una pamela, una gorra, un sombrero, una peineta, una mantilla.

No entiendo esa obsesión por prohibir el uso del hiyab. No entiendo dónde se encuentran los elementos de inseguridad, dificultades de identificación, o los problemas de fundamentalismo religioso, al que recurren algunos para reclamar su erradicación de las aulas y de los lugares públicos.

Una mujer con hiyab me pide utilizar el ordenador de la biblioteca para dar los últimos retoques a un trabajo, un PowerPoint, que está preparando para exponer en clase. Estudia nivel 1 de Secundaria Obligatoria, el equivalente a 1º y 2º de la ESO en los centros educativos de personas adultas (CEPA).

Mientras conecta el PC, introduce sus claves y comienza a abrir su presentación en la pantalla, le pregunto sobre qué está preparando el trabajo. Me dice con seguridad, con infinita serenidad, con orgullo contenido,

Contexto social, histórico, cultural del siglo XVII español. Características de la literatura barroca.

De nuevo, como cada día desde aquel en que volví al puesto de maestro de personas adultas en Parla, me sorprende la vida, me descoloca, me baja de cualquier pedestal al que haya podido trepar. Desmonta cualquier torre de cristal en la que crea haberme instalado, en la que crea sentirme protegido.

El título de la presentación, así enunciado, podría ser el de un trabajo universitario, hasta un Trabajo de Fin de Grado (TFG), pero es el trabajo de una mujer que estudia ESO y que se prepara para hablar ante sus muchas compañeras y sus menos compañeros de estudio. Por las mañanas más alumnas. Los hombres trabajan. Por las tardes algunos hombres más se van incorporando a las aulas a medida que vuelven de sus largas jornadas de trabajo.

No todas las alumnas se encuentran en condiciones de hacer exposiciones y presentaciones así, pero las compañeras de secundaria me cuentan que hay un buen racimo de ellas que ponen todo su esfuerzo y dedican mucho tiempo y trabajo para buscar, investigar, maquetar y realizar excelentes presentaciones.

No son todas, pero son muchas. Vienen de incontables rincones de este planeta. Las veo llegar para aprender español, las veo entrar en primaria, superar curso a curso las dificultades de las enfermedades de sus hijos, los horarios disparatados de sus maridos, las prolongadas jornadas como amas de casa. No es fácil. Nada debe ser fácil.

Demasiadas barreras. Ellas, en silencio, atienden las situaciones de dependencia de toda la familia. Ellas viajan a su país cuando enferman los padres, o cuando mueren. Dejan las clases cuando los hijos, por riguroso turno, van enfermando. O enferma su marido. Ellas mismas enferman, o tienen mercadillo, o tienen que atender otras demandas de otros familiares.

Muchas desisten, abandonan, dejan de venir. Otro año será mejor, piensan. Un puñado de ellas salva cada trimestre y va pasando de curso una y otra vez, hasta llegar a Secundaria. No son todas, pero son. Luego, en secundaria, sus profes aprecian su interés y sus conocimientos, la buena preparación con la que llegan.

Nos duelen cuando abandonan. Nos alegran cuando evaluamos su trabajo. Nos sentimos orgullosos de ellas. También cuando fracasan, cuando abandonan, cuando desaparecen por temporadas. Aun así somos conscientes de que nuestro trabajo es mucho más dulce que el de la trabajadora social que las recibe para intentar solucionar sus duros problemas de supervivencia cotidiana.

Cualquier responsable de cualquier administración, de justicia, interior, municipal, servicios de empleo, sociosanitario, universitario. Cualquier político que se precie. Cualquier aspirante a ocupar una concejalía, o un escaño de diputado, debería pasar unos días de forma obligatoria, realizar prácticas, convivir un tiempo, en lugares como un centro de servicios sociales, o en un CEPA, antes de obtener definitivamente la habilitación para ocupar su puesto.

Por lo pronto, me cuenta su profesora, la exposición ha sido todo un éxito. Bien preparada, ajustada en el tiempo, relevante en cuanto a las ideas aportadas, sugerente en cada una de las puertas y ventanas que abre a un nuevo mundo de conocimientos.

Ya le he pedido que algunas de sus alumnas visiten nuestras aulas de enseñanzas iniciales y realicen alguna de esas masterclass, alguna de esas muestras, charlas, exposiciones. Que animen a nuestras alumnas a seguir ese camino. El curso está terminando, pero habrá algún momento. Y, si no, el tiempo seguro que no nos falta año tras año, curso tras curso.

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