Aprendizaje electrónico, enseñanza online, o virtual, electronic learning, teleformación, el resultado de la mezcla de la educación con las nuevas tecnologías, mucho más que educación a distancia, recibir materiales educativos en casa, procesarlos y remitirlos de vuelta para su corrección, mucho más que saber navegar por internet.
Para hacer bien esto del e-learning claro que hay que saber navegar por internet, manejar un ordenador, una tablet, un móvil, pero hay que contar con capacidad de autoaprendizaje, autonomía en la gestión del conocimiento, habilidad para colaborar con otras personas y trabajar como parte de un equipo.
La pandemia nos ha situado ante el verdadero sentido de cualquier proceso educativo. No se trata de acumular un montón de conocimientos, muchos de los cuales, con frecuencia, no tendrán utilidad alguna en nuestras vidas. Se trata de ser capaces de adaptarse a situaciones cambiantes, saber dónde podemos encontrar el conocimiento que necesitaremos en cada momento.
Para poner en marcha un aprendizaje electrónico (e-learning) necesitamos también plataformas eficaces y eficientes de aprendizaje. Espacios virtuales accesibles, ágiles, de muy fácil manejo, adaptados para la difusión de conocimientos, acompañar procesos, facilitar el trabajo con otros miembros del grupo, crear equipos, evaluar habilidades y competencias adquiridas, certificar y emitir títulos.
La digitalización de la enseñanza no debe hacer desaparecer el contacto personal, el aula, la clase, el trabajo colectivo presencial, pero será una presencialidad buscada y no forzada y forzosa en función de necesidades e intereses ajenos al sistema educativo. Nadie niega a estas alturas que el horario escolar tiene mucho que ver con los horarios laborales de los padres y no con las necesidades de los hijos. O que las actividades extraescolares buscan primero rellenar tiempo y luego aprender algo.
Tal vez por eso, en pandemia, a partir de los 14 años, puedes flexibilizar la presencialidad en el centro educativo, pero si eres menor no puedes estar sólo en casa y las aulas se llenan a jornada completa, para atender necesidades familiares, que no educativas. Por eso la enseñanza online ha tenido cierto éxito en la Formación Profesional para el Empleo (FPE), o en centros universitarios a distancia como la UNED y no en los institutos, los centros de Formación Profesional y las universidades clásicas.
No todo son ventajas en el e-learning, pero sí hay cosas beneficiosas que podemos poner en valor. Por ejemplo, tú eliges espacios y tiempos, adaptando el proceso de enseñanza a tus necesidades personales, familiares, laborales. Aprendes a organizar autónomamente tu trabajo, manteniendo una comunicación real con un profesorado cuyo papel es ya distinto, más de orientador, animador, evaluador, tutor, estableciendo una relación personal con cada alumna y alumno, a través de vídeo, llamadas, correo, o presenciales en determinados momentos.
En cuanto al gasto, parece evidente que se produce una reducción de costes directos y asociados, aunque no necesariamente en costes de personal, porque una educación online personalizada exige mucho trabajo de elaboración de materiales, aprendizaje del funcionamiento de las nuevas tecnologías y adaptación constante a los cambios, reforzamiento del trabajo de tutoría, o acompañamiento del proceso personal y colectivo de cada alumno y alumna.
Parece evidente que no estábamos preparados para este proceso, ni siquiera en centros educativos como las universidades, que deberían haber avanzado más en aquello que se venía desarrollando ya en algunas empresas, administraciones, en los propios domicilios y entre los jóvenes.
No creo que la educación virtual sea el ideal absoluto. Más bien creo en un sistema mixto, que permita combinar el encuentro personal y el trabajo en red, lo presencial y lo virtual, el aprendizaje en un grupo reunido en un aula y en otro convocado en una plataforma, buscar información en una biblioteca y en la red.
Esta nueva concepción de la educación debe ser el fruto de la necesidad de seguridad frente a la pandemia y de la voluntad firme de mantener la calidad del sistema educativo. Fruto, en definitiva de un amplio acuerdo de los sindicatos, las administraciones, las empresas, asesorados por expertos universitarios y de otros ámbitos, para promover lo bueno y evitar lo malo del e-learning.
Y algunas de las primeras tareas deberían ser facilitar el acceso a equipos, aplicaciones, wifi, espacios adecuados, aprender a combinar lo presencial y lo virtual, formar al profesorado en nuevas técnicas, métodos y formas de trabajo, producir buenos contenidos, lo cual es complicado. Y, sobre todo, no olvidar que el modelo educativo que salga de este destrozo deberá ser el fruto de nuestra capacidad de encuentro, diálogo, participación y voluntad de acuerdo.
A ello, sin nervios, sin prisa, pero sin pausa.