Acabó el periodo vacacional. Los políticos desaparecidos vuelven a reaparecer sin dar muestra alguna de haber aprovechado el descanso para resituar sus posiciones. Ni en la derecha, ni en la izquierda, parece que hayamos avanzado un ápice en restablecer un mínimo de eso que denominan el sentido de Estado que permita formar un gobierno que evite una nueva convocatoria de elecciones. Es como si todos se encontraran en funciones, afrontando los prolegómenos de una nueva cita electoral.
Hablan de España. Opinan sobre jubilaciones, peroran sobre los autónomos, disertan sobre el desempleo, profieren sentencias sobre los refugiados y los inmigrantes, negocian ministerios, comentan los asuntos sucios de los demás, ocultan los turbios negocios propios. Saben de todo. De todo opinan. De todo, menos de la formación. La formación ha perdido fuelle, pié, interés en el debate político. Hasta el Ministerio de Educación, el mismo que ocuparon ministros como Marcelino Domingo, Joaquín Ruiz-Jiménez, Fernando de los Ríos, Salvador de Madariaga, o Alfredo Pérez Rubalcaba, parece tener poco rédito político.
Cuando haya un Gobierno, cualquiera que sea su signo político final, presagio que sus responsables comenzarán diciendo que en la formación se encuentra el futuro del empleo en nuestro país. No les faltará razón, aunque todos sabremos que se tratará tan sólo una cortina de humo para ganar tiempo hasta que los verdaderos negocios de la política comiencen a funcionar.
Vivimos un mundo de cambios acelerados. En una Europa en la que dos de cada cinco trabajadores y trabajadoras han vivido ya cambios tecnológicos importantes en sus puestos de trabajo y casi la mitad ha visto como cambiaban la organización de su trabajo y las formas de desempeñar las tareas a lo largo de los últimos cinco años. Dos tercios de quienes hoy están comenzando sus estudios obligatorios terminarán trabajando en nuevas profesiones de las cuales hoy no tenemos ni idea.
Así las cosas, parece evidente que cualquier buen gobernante, preocupado por las personas de toda edad, profesión, cualificación y condición social, debería obsesionarse con disponer de la información necesaria, la orientación adecuada y los instrumentos de formación básica y especializada que vamos a necesitar en los próximos años.
Deberían preocuparle los desajustes en los altos niveles de cualificación que terminan trabajando en profesiones que requieren mucha menos formación, de la misma manera que deberían obsesionarle el abandono educativo temprano y los jóvenes y adultos con baja cualificación. Es algo que preocupa en toda Europa, pero que debería obsesionar en España, donde los niveles de desempleo, especialmente juvenil, se encuentran a la cabeza de nuestro entorno europeo.
Sobre todo porque el futuro va a exigir menos empleo rutinario y con poca cualificación y va a demandar conocimiento de las Técnicas de Información y Comunicación (TIC), alfabetización digital, habilidades sociales, capacidad de comunicación y de resolver nuevos problemas. Hasta los empleos que hoy exigen menos cualificación, como los que tenemos hoy en servicios personales, en sectores como la hostelería, cuidados personales, restaurantes, servicios de proximidad, van a requerir nuevas y mayores cualificaciones.
Si nuestra economía se encontrase sustentada en un tejido de grandes empresas el planteamiento sería distinto, pero teniendo en cuenta que el porcentaje de empresas con menos de 10 trabajadores en nuestro país se encuentra cerca del 95 por ciento y sólo un 1 por ciento de nuestras empresas se encuentra por encima de los 250 trabajadores y por eso la cualificación es muy difícil de realizar desde el ámbito de la empresa.
Serán las organizaciones sectoriales (ya sean sindicales, o empresariales), conjuntamente con las administraciones municipales, autonómicas y central, las que deberán afrontar el reto de la cualificación en nuestro país. Desde esta perspectiva no se entiende que nuestros gobernantes (en funciones, o en oposición), no sitúen el reto de la formación como uno de los ejes fundamentales de su acción política.
El tiempo dirá si son capaces de hacerlo. Si son capaces de sacarnos del atasco.