Se veía venir, aunque en el fragor de la campaña electoral tendemos a pensar que las encuestas engañan y que los nuestros van a obtener unos resultados muy por encima de lo que indican los sondeos. Es sólo un espejismo, a fin de cuentas terminamos por escuchar tan sólo a los que queremos escuchar, lo que queremos escuchar y viendo tan sólo lo que queremos ver. Así ha ocurrido con los resultados electorales de la izquierda en Madrid.
Ver a Nacho Cano convirtiendo su recepción de la medalla de la Comunidad en un valioso anuncio electoral a favor de Ayuso debería habernos convencido de lo que iba a pasar. Una operación comercial en toda regla, con lágrimas publicitarias de por medio. El elegido para representar a España en el festival de Año Nuevo de la Nueva Normalidad, entonando su canción “Un año más” lleva consigo todas las trazas del gluten que aparece en cada operación del consorcio político-empresarial que gobierna Madrid.
Hoy por ti, mañana por mí, hoy me elevas a la gloria del Resistiré de Año Nuevo en la Puerta del Sol y mañana yo te nombro madrina de la nueva movida madrileña, nueva musa de los ochenta redivivos. Todo vale si se trata de obtener la gloria, pasar a la historia, ganar elecciones, ganar dinero. No es extraño que, por primera vez, los sindicatos hayan sido excluidos de los actos conmemorativos del 2 de Mayo. Mejor sin testigos molestos en vivo y en directo.
De nuevo ha ganado las elecciones madrileñas el Consorcio nacido con el Tamayazo. Nunca supimos de qué caja B salió el dinero que pagó la traición de los dos diputados socialistas que abrieron las puertas al primer gran golpe de timón organizado contra la democracia, que convirtió la voluntad popular en agua de cerrajas, inútil e insulsa.
Ahí aprendió la derecha aguirrista a acudir dopada a las competiciones electorales, ahí se escribieron las decenas de miles de páginas de los sumarios de la corrupción en Madrid, ahí se implicaron a fondo los manos derecha, izquierda, de arriba y de debajo de la madrina castiza de las ranas del foro, la gran hacedora de mamandurrias.
Esa que no dudaba en reprochar a quienes se quejaban de esos enriquecimientos desaforados de su gobierno de ser unos celosos que sólo sentían envidia de la buena suerte de sus conmilitones, sus compañeros. Todo lo público era suyo y siempre fácil de convertir en negocio. De la concesión de unas obras a la concesión de un servicio, de construir un hospital a gestionarlo, de regalar suelos para un nuevo colegio privado concertado, a comprar los servicios de residencias privadas.
Negocios que siempre han tenido una misma metodología, dinero negro pasando de la mano de los promotores, o empresas suministradoras de servicios, a los bolsillos de los gobernantes del PP. En bolsas de deportes, o de basura, en maletines. Cientos de casos en los tribunales que colapsan los juzgados, eternizan los procedimientos, aplazan la justicia, la inutilizan.
Estos son los que se presentaban a las elecciones. Estos son los que las han ganado de forma aplastante. Ni una sola propuesta, ni un programa electoral, ni una línea apuntando soluciones a alguno de los problemas de la ciudadanía madrileña.
Esa mayoría que les ha votado sabe que ha votado corrupción, pero la corrupción se da por supuesta, vivimos en un país de corrupción irremediable, histórica, endémica. Antes de Cristo, ya cada pretor, cónsul, procónsul, cuestor de la Hispania Citerior, o Ulterior acababa en la cárcel cuando comprobaban sus cuentas en Roma.
Los desastres de nuestros militares en Marruecos no se explican sin la corrupción generalizada y los negocios coloniales del Rey, el gobierno, el ejército, los empresarios, intermediarios y la nobleza en general. Eso que llaman Transición democrática cambió todo en la política y en la sociedad para que no cambiase lo esencial, los negocios florecidos al calor del franquismo. Bastó abrir las puertas giratorias desde la política a los consejos de administración.
Quien les ha votado sabe que está sólo, abandonado, a nadie interesa, nadie soluciona sus problemas, pero a cambio se siente libre, puede tomarse unas cañas cuando quiera. El dónde ya es otra cosa. Nadie confía en el gobierno, nadie sabe de qué se ocupa cada administración en este país, cada cual sabe que hoy tiene más problemas que ayer, muchos más.
Y mientras tanto una muñeca autómata, con un pinganillo en la oreja y teledirigida por hábiles ventrílocuos, anuncia pan y toros, pan y circo, rondas abundantes de libertad y cervezas. Siempre nos han gustado los carruseles y los circos de los fenómenos, de los monstruos, de los horrores, las baladas tristes de trompeta. La mujer barbuda, junto a la muñeca autómata, el forzudo Hércules, los enanos, el gigante, las gemelas siamesas, la trapecista y el tragaespadas.
Pasen y vean, niños y niñas, señoras y caballeros, el mejor espectáculo del mundo…
Qué sería de nosotros, si no pudiéramos hablar de tales cosas mientras tomamos una caña. Móntense en el carrusel del Furo, súbanse, dos boletos por un duro, olvídese de lo que fue y de qué modo y cuélguese en la magia de pasar de todo.