La formación será permanente. Para toda la vida. Cada vez con menos separaciones entre formación universitaria, profesional, para el empleo, o incluso formación informal, no reglada. Por eso será cada vez más necesario romper las fronteras entre sistemas y subsistemas formativos.
Será esencial establecer pasarelas entre subsistemas, afrontar nuevas modalidades formativas, reconocer nuevas competencias profesionales, incluidas aquellas que no se aprenden en un centro formativo, sino que se adquieren en la práctica profesional.
Y además es que necesitaremos formarnos a lo largo de toda la vida, pero no sabemos aún para qué empleos, porque el mundo es caótico y puede ser que, a lo largo de nuestras vidas, tengamos que trabajar en numerosas profesiones para las cuales tendremos que volver a cualificarnos.
Vivimos ya en un mundo que necesita una adaptación permanente a nuevas profesiones y nuevos desarrollos tecnológicos. Hasta las personas que se jubilen tendrán muchos años por delante y demandarán formación de todo tipo. Los mayores se están convirtiendo en usuarios de todo tipo de cursos, talleres y actividades formativas.
Y todos estos procesos, generalizados en nuestra sociedad, son compatibles con altos niveles de precariedad, de temporalidad, de paro, especialmente juvenil. Superamos sobradamente a Europa en tasas de paro, especialmente en paro juvenil, en temporalidad de las mujeres, en precariedad laboral generalizada.
Mientras que en Europa se valora una buena formación profesional, en España tenemos muchos titulados superiores, universitarios y demasiadas personas con bajos niveles formativos, mientras que la formación profesional intermedia se encuentra en la mitad de los niveles europeos.
Ha llegado un momento en el que las empresas se rifan la contratación de personas con esos niveles intermedios, Técnicos medios sanitarios, administrativos, comerciales, soldadores, electricistas, mecánicos, o personal de mantenimiento, mientras que los altamente cualificados se ven obligados a trabajar en puestos de trabajo de menor cualificación.
Hemos intentado corregir esta situación. Durante años hemos producido acuerdos, leyes, normativas, que intentaban integrar mejor los subsistemas de formación profesional y para el empleo. Hemos intentado romper la maldición de la formación profesional como consecuencia y producto del fracaso escolar. Hemos teorizado sobre formación dual que combina trabajo y formación.
Pese a ello, no hemos conseguido establecer pasarelas ágiles entre todos esos sistemas tan frecuentes en Europa. Pasarelas entre la ESO, el Bachillerato, la Formación Profesional, la Universidad, o la formación no reglada y la propia cualificación adquirida en el puesto de trabajo.
En Europa existen experiencias de universidades de ciencias aplicadas que ofrecen dobles titulaciones simultáneas en FP y en grados universitarios. Alemania, Austria, o Finlandia, son buenos ejemplos. Aquí comenzamos a combinar normas que regulan los estudios universitarios con la FP, hasta el punto de que una parte de los créditos universitarios puedan provenir de la Formación Profesional, o que existan procesos formativos diseñados entre universidades y centros de FP.
El camino es largo y exige perseverancia y voluntad de poner en práctica aquello que ya es normal en Europa. Una formación dual que combina formación en diversos centros y prácticas profesionales en centros de trabajo. Llevamos ya más de diez años en el empeño, pero es mucho lo que aún queda por hacer.
Las Comunidades Autónomas y los Ayuntamientos, como administraciones más cercanas podrían hacer mucho para implementar este proceso, para fomentar la cooperación entre instituciones, centros formativos, universidades, empresas, sindicatos, pero para ello sería necesario sustituir los procesos de competencia por otros de cooperación entre administraciones.
En los tiempos que corren, tiempos de cambios traumáticos, días de caos, más nos valdría trabajar por la cooperación que por el efímero triunfo electoral a cualquier precio. En política no todo vale, ni los objetivos bastardos pueden imponerse sobre el bienestar.