La Formación Profesional (FP) parece ser un problema, pero tan sólo en tiempos de crisis. Cuando aumenta el paro se extiende, difunde y generaliza la idea de que la Formación Profesional podría reducir el desempleo, al aumentar la empleabilidad y las competencias de quienes buscan un puesto de trabajo. Pero lo que vale para un momento de crisis, debería valer para cualquier otro momento. Eso es, al menos, lo que ocurre en muchos países de nuestro entorno.
Son muchos los países europeos que persiguen una Formación Profesional que integre la Formación Inicial, la Formación Permanente, los estudios superiores, la creatividad, la calidad, la innovación, el emprendimiento (que no necesariamente el empresariado). Ensayan programas, itinerarios formativos, nuevas cualificaciones.
Y no sólo lo hacen los países más avanzados de Europa, como Alemania, Bélgica, Finlandia, Luxemburgo, Países Bajos, Austria, o Reino Unido. Hay otros países que ganan terreno en este campo, han reforzado y promovido la FP buscando una mayor conexión con el entorno laboral y desarrollando y regulando la formación de aprendices. Es el caso de Estonia, Grecia, Croacia, Portugal, Polonia, o Rumanía.
En países como Italia ensayan conexiones que lleven de la FP a la obtención de títulos superiores y hasta doctorados. En Suecia experimentan en el campo de la formación de aprendices. En otros, como Países Bajos, o Estonia, desarrollan juegos interactivos, promocionan la FP en televisión, utilizan las redes sociales y crean aplicaciones para gestionar ofertas y demandas de puestos de aprendizaje.
En general Europa está desarrollando un interés creciente por la Formación Profesional. Muestra una preocupación cada vez mayor por una adecuada formación de aprendices. Desarrollan procesos de formación vinculados a entornos laborales regulados. Establecen mecanismos que permiten validar los conocimientos adquiridos durante la vida laboral en procesos de aprendizaje no formales, o informales.
Una de las claves del éxito es prestar atención al problema de la igualdad. Dicho de otra manera, volcar más esfuerzos en colectivos de baja cualificación, o en grupos de riesgo. Porque la persona debe ser el centro de la formación y porque la Formación Profesional es parte del proceso educativo de las persona, además de ser un elemento esencial en el desarrollo del tejido económico y social de cualquier país.
Una buena Formación Profesional facilita buenas trayectorias profesionales y calidad de vida. En el ámbito de la economía, las personas cualificadas, innovadoras, emprendedoras, mejoran el rendimiento de las empresas.
En España, como casio siempre, todo es más prosaico, menos imaginativo, menos innovador, menos emprendedor. Poco más que algunas experiencias dirigidas a los jóvenes, para disimular las altas tasas de paro juvenil y orientarlos para convertirse en empresarios autónomos, autoexplotados, de por vida. Mientras tanto se produce un abandono absoluto del sistema de Formación Profesional para el Empleo, al que se ha conducido al conflicto permanente. La FP del Ministerio de Educación va por un lado y la FPE (Formación Profesional para el Empleo), dependiente del Ministerio de Empleo, por otro muy distinto.
Se me ocurren algunas ideas para que esto deje de pasar. Lo primero de todo, la clave, sería prestigiar la Formación Profesional. Conectar el sistema de Formación Profesional con el de Formación para el Empleo. Hacer trabajar conjuntamente a esos dos ministerios que viven de espaldas el uno del otro. Y esto hay que hacerlo con la participación y el acuerdo de los sindicatos y de los empresarios.
Luego hay que difundirlo, contarlo, desarrollar estrategias de comunicación que impliquen a los trabajadores en su propia formación y a los empresarios en la cobertura de las necesidades de sus empresas. Tomarse en serio la orientación y la formación continua del profesorado. Crear plataformas sectoriales y territoriales en las que conectar la investigación, la innovación, las necesidades de la empresa y los procesos de formación. Aprovechar las experiencias de los países europeos más avanzados a los que queremos parecernos.
Necesitamos una Formación Profesional y para el Empleo integral, que actúe a favor de la igualdad, previniendo el fracaso escolar y el abandono educativo temprano. Que preste especial atención a las personas con baja cualificación, a los grupos de riesgo, a las personas paradas de larga duración.
Nos merecemos esta oportunidad como país.