Las Comisiones Obreras, así me gusta llamarlas, a la antigua, en plural, como prefiero decir las Españas. Las CCOO de Madrid embocan su 12 Congreso que culminará el viernes próximo. Un Congreso extraño, marcado en su desarrollo por la pandemia, asambleas congresuales con pocas personas en las salas, mucho voto telemático y poca presencialidad, lo cual no ha impedido la elección de los delegados y delegadas que participarán en las decisiones sobre el futuro de la organización.
Algunos cambios importantes se producirán en la organización durante este proceso congresual. El primero de ellos, la despedida de Jaime Cedrún como Secretario General, tras ocho años de mandato en el primer sindicato de la Región capital. Nunca agradeceremos lo suficiente el esfuerzo, la dedicación y el empeño de defender la dignidad del trabajo y de la vida en todos esos años.
Y el otro cambio, no menor, será que una mujer dirija el sindicato en Madrid. Además, han sido dos mujeres las que han asumido el reto de encabezar las candidaturas que han competido en el desarrollo del congreso y las que han sabido ponerse de acuerdo para concurrir en una sola candidatura conjunta que dirigirá el sindicato durante los próximos cuatro años.
Lo excepcional del momento, hace que esta unidad sea no sólo deseable, sino absolutamente necesaria. Pero es que además, la compleja historia de las Comisiones Obreras nos ha ido conduciendo hacia un concepto de unidad que tiene que ver con el respeto a la pluralidad de las ideas que se expresan libremente en cada debate y con el reconocimiento de la diversidad de problemas, a los que se enfrenta la clase trabajadora, especialmente ahora.
Es lo que aprendimos de los Diez de Carabanchel, los encarcelados por el Proceso 1001, puede haber un primero que se lo gana a pulso, como Marcelino, pero siempre un primero entre iguales.
La libertad es esencial en las Comisiones Obreras puesto que es la que permite que decidamos mantenernos unidos desde el reconocimiento de nuestra diversidad y pluralidad. No es algo nuevo. No hay que olvidar que las CCOO surgieron en cada centro de trabajo, cuando unas cuantas personas se organizaban para defender los intereses y buscar soluciones a los problemas de los compañeros y compañeras.
Así fueron surgiendo comisiones de obreros en fábricas de automóviles, textiles, minas, en la industria química, talleres, obras de construcción y después en las escuelas, hospitales, bancos, hoteles, comercios, restaurantes, gasolineras, residencias, ayuntamientos, en pequeñas y grandes empresas. Alguien tenía un problema se organizaba, contactaba con otra empresa cercana, de cualquier otro sector y se convocaba una asamblea, se constituía una comisión obrera, se subía a ver a la dirección.
Primero toleradas, luego perseguidas, las últimas en salir de la clandestinidad, si tomamos en cuenta que hasta el PCE fue legalizado en aquella Semana Santa de 1977, tras el terrible asesinato de los Abogados de Atocha en 24 de enero y las CCOO tuvieron que esperar a la primavera, a finales de abril de aquel intenso, duro, doloroso, pero también esperanzador año de nuestra complicada transición española, aún mal conocida y tan poco reconocida.
Hoy el mundo del trabajo vuelve a ponerse difícil y mucho. Vivimos tiempos en los que la precariedad se ha instalado en nuestras vidas y en nuestros trabajos, como consecuencia de una larga, extenuante y dura crisis desencadenada en 2008 en el sistema financiero, para extenderse inmediatamente a la construcción, la industria, la producción, los servicios, el comercio, golpeando al empleo y al conjunto de la sociedad, hasta alcanzar a la política y desencadenando todo tipo de primaveras y movimientos que desembocaron en nuevos mapas políticos.
Con todo, la principal consecuencia de la crisis no es una nueva política, sino la gasificación de lo que era sólido, sin haber pasado tan siquiera por el estado líquido. Y en lo que hace referencia a la tarea que nos ocupa como sindicalistas, no es sólo temporalidad, es falta de derechos, menores salarios, fracturas y brechas laborales y salariales, precariedad.
No son sólo los riders y las kellys, son también el tradicional, tradicionalista y todopoderoso sector de los grandes bancos, la industria aeroespacial que puede representar Airbus en España, grandes supermercados, cadenas hoteleras y hasta Amancio Ortega, los que pasan del ERTE al ERE sin solución de continuidad.
Dos reformas laborales, justificadas en la crisis, han dejado a la clase trabajadora española, a los pies de los caballos. La pandemia ha sido la última justificación utilizada para seguir profundizando en la precarización del empleo, el aumento de las desigualdades, la falta de protección colectiva y la individualización de las relaciones laborales.
En este panorama no queda otra que reorganizarse empresa a empresa para defenderse por todos los medios, los jurídicos y los negociadores, utilizando la acción sindical, la unidad y la movilización a través de la información, el debate, la manifestación y la huelga.
La movilización y la negociación, han sido siempre las dos caras de la misma moneda. Esos son los medios legales y pacíficos que las CCOO aprendieron a utilizar durante la dictadura franquista y que siguen siendo necesarios porque los derechos y las libertades no se conquistan para siempre.
Bienvenido el 12 Congreso de las CCOO de Madrid, bienvenidas la libertad, la igualdad y la solidaridad de la clase trabajadora.