He escrito algunos artículos sobre los retos de todo tipo que tiene por delante el nuevo gobierno. No son pocos, no será tampoco fácil afrontarlos, porque salimos de una larga etapa de recesión y seguimos instalados en la crisis económica, social, laboral y política. Es lo relativamente novedoso de esta crisis que se inició con la quiebra de Lehman Brothers.
No fue una crisis al uso, de esas que aprendimos que se desencadenaban cada cierto tiempo y que, tras unos meses o unos pocos años, eran seguidas por una galopante recuperación económica. A crecer de nuevo y a esperar una nueva crisis cíclica. Barra libre durante unos años.
Lo cierto es que hay algunas crisis, pocas, de tarde en tarde, que se desencadenan en encrucijadas históricas, se prolongan en el tiempo y, tras ellas, ya nada vuelve a ser lo mismo. Ocurrió con la crisis del 29, el crac del 29, la que estalló un jueves negro y que condujo directamente al fascismo, la II Guerra Mundial y un nuevo orden planetario hegemonizado por los imperios capitalista y soviético. Ya nada fue igual.
Es lo que ha ocurrido con la crisis que comenzó en agosto de 2008, que nadie vio venir, aunque ahora todos parece que la profetizaron y que ha acabado como el rosario de la aurora. Etapas de crecimiento que se van alternando con etapas de recesión, mientras la precariedad del empleo, la pobreza laboral, el miedo, la inseguridad de las vidas se han apoderado del mundo. No sólo de España, del planeta todo. Mal de muchos, consuelo de tontos.
Las primeras medidas del nuevo gobierno han consistido en asegurar la subida de las pensiones, del Salario Mínimo, de las retribuciones de los empleados públicos. El próximo movimiento de la Ministra de Trabajo parece que será recomponer los destrozos causados por la Reforma Laboral. Devolver igualdad a las relaciones entre empresarios y trabajadores.
El parlamento no es el único lugar donde se aprueban leyes. Cuando empresarios y sindicatos se sientan y firman un convenio colectivo, un acuerdo laboral, ese convenio colectivo tiene valor de ley y su incumplimiento puede ser reclamado ante la autoridad laboral y los tribunales. De ahí la importancia de que ese instrumento no sea debilitado, mangoneado, ni destruido. Bien lo sabe una ministra que ha sido antes abogada laboralista.
Se debate mucho sobre estas cuestiones, porque hay un sector empresarial al que parece preocuparle obsesivamente ver sustituida la vieja fusta del despido, la precariedad y los bajos salarios por la mesa de diálogo. De hecho las cosas parece que transcurrirán más lentas de lo que se anunciaban en un principio. Sin embargo no todos los males laborales se encuentran en estos pantanos.
Seguimos siendo campeones europeos del paro, la temporalidad, la precariedad laboral, la falta de oportunidades para una juventud que ya no aguarda, ni está dispuesta a aguantarlo todo, sino que toma las de Villadiego, o las de cualquier rincón del mundo donde ofrezcan un contrato, cierta estabilidad y un mejor salario. Sin embargo nuestras oficinas de empleo siguen siendo más de contar parados que de buscar puestos de trabajo. Siguen siendo más oficinas del paro que de empleo. Si quieres buscar empleo te descargas una app en el móvil antes que dirigirte a una oficina de empleo, desempleo, paro.
Nuestros contratos siguen estando más pensados para la cantidad, nunca suficiente pese a las bonificaciones de todo tipo que reciben los empresarios, que para la estabilidad de las vidas y el futuro de las empresas. Hasta la Formación para el Empleo se concibe como un sistema segregado de la Formación Profesional. Dos redes distintas, dos subsistemas diferentes, dos ministerios competentes, con la realidad de dos regulaciones completamente separadas, cuando no contrapuestas.
Hay quien considera que unificar las dos Formaciones Profesionales, la dependiente de Trabajo y la dependiente de Educación, en este último ministerio, como ha decidido el nuevo gobierno, es un error, mientras que otros lo considerarán un acierto. El éxito, o el fracaso, dependerán de la capacidad del nuevo gobierno para dotar a nuestra Formación Profesional de instrumentos para compaginar el derecho de las personas, con las necesidades de las empresas.
Las transformaciones necesarias en los servicios de empleo y en nuestro sistema de formación profesional para el empleo, me parecen dos retos mayores, esenciales, aunque siempre aplazados, que vienen de lejos, que nunca han sido bien resueltos, pero que serán determinantes para nuestro avance, o nuestro estancamiento, sobre todo en una sociedad tecnológicamente desquiciada.
La decisión del gobierno y la voluntad de los empresarios y sindicatos, serán la clave de nuestro éxito o fracaso como país.