Madrid de Sur a Norte

Leo en este diario una noticia sobre las movilizaciones que protagonizan los vecinos de Villaverde contra la PAL M-40, esa Plataforma Logística que están construyendo en la cuña de terreno limitada por la calle Eduardo Barreiros y la M-40, con las bendiciones del Ayuntamiento y el rechazo del vecindario. No temáis, no voy a destripar el contenido de la noticia. Quien quiera enterarse del polémico asunto que lea la excelente crónica de Lucía Martín. Sólo quiero detenerme en algunas reflexiones, recuerdos, ideas que me han ido asaltando a medida que leía el artículo.

Me gustaría comenzar destacando que, gracias a algunos medios de comunicación, como en este caso Madrid Diario, en los que podemos leer artículos periodísticos elaborados por profesionales, que no se mezclan con los artículos de opinión, de todos los colores habidos y por haber, sigue siendo posible que los desmanes salgan a la luz, los reconocimientos sean públicos y aquello que nos afecta se acerque a quienes buscamos información, sin renunciar a los elementos de reflexión aportados desde diferentes puntos de vista. De eso va y debe ir el periodismo en los tiempos complejos y confusos que vivimos.

Pasé en Villaverde toda mi adolescencia, mi juventud y los primeros años de mi vida profesional y adulta. Casi la mitad de mi vida. Recuerdo los años en los que Eduardo Barreiros era algo más que una calle, era el dueño y fundador de la fábrica de camiones y automóviles instalada entre Villaverde, Ciudad de los Ángeles y Orcasitas. Frente a la factoría el inmenso Parque de ingenieros del Ejército.

Algunas Navidades he pasado en la puerta de Barreiros-Chrysler-Talbot-Peugeot-Renault Vehículos Industriales, charlando, escuchando chistes, cantando canciones guitarra en mano, en torno a los bidones ardientes cargados con grasientas traviesas ferroviarias. Piquetes de huelga.  Algunos carnavales he vivido, disfrazado tal vez de ciego, guitarra en ristre, cantando romances en el desfile organizado por los vecinos, o en el entierro de la sardina, en un descampado que aún ni nombre de parque merecía.

Han desaparecido muchas fábricas y hasta el ejército se ha marchado. Los cuarteles se han convertido en nuevas viviendas y el esquinazo ha quedado libre, goloso para la especulación, no para parque, infraestructuras sociales, cultura, no. No para un Parque Tecnológico, algo que tal vez se les ocurriría instalar en el Norte. No, para un Parque Logístico, mercancías, furgonetas de reparto, autónomos dependientes, el lugar perfecto para invitar a Ken Loach a rodar su Sorry we missed you de la España castiza y cañi.

Estas gentes, los nacionalizados de Villaverde, son de ese tipo de personas que si te bendicen, te adoptan y te cogen cariño y aprecio, te convierten en alguien, dan sentido a tu vida, te conceden un nombre con el que transitar por este mundo y con el que entrar en el otro, el de la memoria, los recuerdos, la infinitud, el reconocimiento.

Pero también debes tomar en cuenta que si te maldicen, date por condenado para el  resto de tus días y hasta el fin de los tiempos. Es un poder que recibieron directamente de dios. De nada te servirá que la historia escrita por amanuenses al dictado de los vencedores te considere un triunfador. No lo serás y a tu paso las sombras negarán tu nombre.

Fue el anterior Ayuntamiento, que pasaba por progresista, quien concedió los permisos, licencias, aprobaciones y parabienes para los inmensos pelotazos urbanísticos de Chamartín y del Paseo de la Dirección, al tiempo que mandaba la distribución de mercancías, las furgonetas de reparto, los almacenes de eso que llaman ultima milla, a Villaverde. Los ricos al Norte, la congestión, la contaminación y la brecha de desigualdad al Sur.

Una vez hecho el trabajo sucio para constructoras como la de Florentino, o la de San José y bancos como el BBVA, ya puede volver la derecha al gobierno, a bendecir a los promotores inmobiliarios legalizados por la izquierda. Los errores se pagan y la izquierda madrileña en la capital ha pagado los suyos con la frialdad del voto del Sur y la periferia. No es una crítica, es una toma de conciencia. La incoherencia es patrimonio de la derecha y cuando la izquierda se intenta apropiar de ella la mala suerte está decidida de antemano.

En el Sur no bastan las políticas de gestos, las banderas coloridas, los actos ocurrentes, las declaraciones floridas. Esas cosas satisfacen mucho a las clases medias y caen bien, o mal, según el día, a las clases altas. En el Sur esas cosas dejan frío al personal. Los del Sur valoramos cada día la limpieza de las calles, la reparación de los desperfectos en los bancos del parque, la seguridad del vecindario, la ocupación de viviendas no como necesidad sino como negocio, el podado de los árboles y de los setos, un nuevo colegio,una nueva escuela infantil, un centro de salud, la atención que prestan los servicios sociales cuando los necesitan, los centros culturales, el cuidado de los puestos del mercado, el asfaltado de una calle, o la reparación de una acera. Buscamos a dios entre pucheros.

El destino político de Madrid se decide en ese Sur que no siempre es geográfico, sino también periferia más allá de la M-30, o barrios interiores degradados. Frente a un Madrid fracturado, segregado, condenado a las brechas económicas y sociales, en los barrios, mi gente seguirá defendiendo el Madrid equilibrado, solidario, que defiende la libertad con la misma fuerza que la igualdad, porque no existe una sin la otra.

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