En el principio era el verbo, la palabra, la expresión y el intercambio del conocimiento. Eso fue la universidad en sus comienzos. Un intento de la sociedad para generar conocimiento, transmitirlo, transferirlo a la sociedad. Allí se formaban las élites que luego gobernaban los estados nación.
Más recientemente, con el triunfo abrumador del ultraliberalismo, la caída del muro de Berlín y el invento de la globalización, resulta que hemos convertido las universidades en un espacio de negocio, al que han llamado colaboración público-privada
Siguiendo esta nueva moda, convertida en tendencia, la presidenta de la Comunidad de Madrid presume de la cantidad de universidades entendidas como negocio privado (lo llaman colaboración público-privada, pero son puro negocio privado) que se han creado desde que ella y su madrina se hicieron hecho cargo de esta franquicia de pelotazo en que se ha convertido Madrid.
Ya no hace falta investigar, esforzarse, buscar el conocimiento. Puedes tener mucho más éxito económico, social, político si te pagas una carrera que sirva esencialmente para coincidir con personajes de tu misma catadura y formen parte del selecto club de los exitosos profesionales del futuro, hijos de papá.
Nos dicen que las universidades públicas no son modernas, ni están al día, ni tienen valor, si no captan fondos empresariales, montan másteres, organizan jornadas, encuentros, eventos, completan los sueldos de sus profesores a cargo de los ingresos aportados por alguna gran empresa, institución o multinacional. Si no convierten sus aulas en un repositorio de seres humanos al servicio del poder, la globalización, el mercado y el negocio ultraliberal.
Escucho a un tertuliano en una emisora, que pasa por progresista, afirmar que cómo fue posible que las universidades públicas no supieran ver y beneficiarse del inmenso negocio que se avecinaba y que se afincó en las universidades privadas. Cómo no quisieron convertir cada universidad en una inmensa Bussines School. Cómo no supieron convertirse en servidores fieles del mercado y sus mercaderes.
Menos mal que el propio planeta se ha empeñado en demostrarnos que es imposible mantener el desparramo actual, el ritmo de pelotazos y derroche sostenido y creciente. El capitalismo no tiene futuro. Menos mal que esos que llaman altermundializadores, ese grupo creciente de personas y organizaciones sociales, tienen claro que el planeta se comporta como un ser vivo y que, por lo tanto, cada actividad humana debe servir al objetico de defender la vida.
Los rectores de las universidades públicas madrileñas exigen más recursos. Las alumnas y alumnos, el profesorado, comienzan a exigir un mayor compromiso del gobierno regional con las universidades públicas. El conjunto de la sociedad va entendiendo que es una locura haber permitido en Madrid la existencia de 13 universidades privadas, frente a las seis públicas existentes. Me alegra que este proceso se haya desencadenado en Madrid.
No cuestiono la existencia de universidades privadas, con sentido universitario, como la de Comillas. Critico ese empeño sistemático de degradar las universidades públicas para potenciar un modelo de negocio y de acceso a títulos que viene del pasado, que premia la avaricia, el escaso esfuerzo y no el bien social.
Nuestros jóvenes tienen derecho a conquistar los conocimientos necesarios para leer el mundo en el que viven y para escribir un futuro que permita nuestra supervivencia como especien en el planeta. Nuestras universidades deben contar con la posibilidad de construir espacios de estudio, conocimiento, investigación, intercambio y crítica permanente.
En cuanto a la sociedad, comenzamos a darnos cuenta de que el dinero no lo es todo, que el consumo no siempre nos hace felices y que el desarrollo no siempre es crecimiento. Para el largo camino que nos espera necesitamos a esos jóvenes que deben formarse sólidamente en nuestras universidades.
Si Ayuso y sus especialistas en negacionismo no quieren participar de este proceso inevitable, más vale que se hagan a un lado, porque el futuro no puede esperar, ni podemos entretenernos en falsos debates inventados de forma artera para mantenerse en el poder.
Necesitamos universidades públicas que cuenten con recursos suficientes, buen profesorado, instalaciones adecuadas, capacidad investigadora y muchas alumnas y alumnos ilusionados con el aprendizaje, dispuestos a esforzarse para ayudarnos a no fallar en las difíciles decisiones que nos esperan.