No se queman el culo

Parecía que todo iba relativamente bien. Parecía que habíamos sorteado la primera ola de calor, salvando los muebles y sin grandes incendios. Nos llegaban preocupantes noticias desde el Sur de Francia, con cortes de autopistas nacionales, de Portugal, desde Grecia cerca de Atenas, Turquía en las proximidades de las ruinas de Troya, o en Albania. La cuenca mediterránea arde con facilidad, vaya.

Sin embargo esta segunda ola de calor, intensa, larga y agotadora ha hecho posible que la masa forestal se haya convertido en un polvorín preparado para estallar ante la más mínima chispa. Y las chispas no han faltado. León, Zamora, Cádiz, Galicia y ahora Madrid se han convertido en dolorosos y propicios lugares para la aparición de incendios.

Son demasiados los que niegan el cambio climático. Los que no quieren ver que los días de altas temperaturas se multiplican, las olas de calor arrecian, los incendios son mucho más virulentos, han evolucionado, han cambiado de generación y son, en muchos casos, imparables, mucho más si no se previenen a tiempo.

Por eso, independientemente de que nuestros retrógrados gobernantes consideren que existe o no el cambio climático y sus orígenes en la acción humana, es evidente que las estrategias ante el fuego, al igual que ante las danas, deben ser fruto de la reflexión sobre las nuevas experiencias, deben movilizar nuevos recursos y deben asegurar una voluntad política de combatir los desastres climáticos. Nada de eso existe en estos momentos.

De nada sirve que el Consejero de Medio Ambiente madrileño presuma, hace mes y medio, en los medios de comunicación, de que Madrid estaba preparada ante los incendios forestales. La afirmación es, cuando menos, fruto del engreimiento, o simplemente algo ha fallado y habrá que afrontar responsabilidades políticas, dimisiones y otras actuaciones ejemplares.

Los bomberos forestales madrileños ya han denunciado, antes de que todo esto pasara, que son pocos, que sus salarios no llegan a 1300 euros, que los políticos de la Comunidad se lavan las manos con respecto a la empresa prestataria del servicio, que no se les reconoce la peligrosidad y que casi la mitad de los bomberos contratados cada año son temporales y sólo trabajan en temporada de incendios.

El consejero del ramo en Castilla y León esgrime el argumento de que es un absurdo y un despilfarro dedicar medios para prevenir los incendios en invierno. Sin embargo todos sabemos que las tareas de prevención de incendios en invierno son las más rentables porque preparan el terreno para combatir incendios en las mejores condiciones en el verano.

Pero de estas cosas no quieren hablar ni Mañueco, ni Ayuso, ni Moreno Bonilla, pese a ser los responsables en esta materia, porque se trata de una competencia transferida. Por eso se lanzan a lavarse las manos hablando de incendios provocados, incendios intencionados. No quieren hablar de estas otras cosas.

Ese es el verdadero motivo de que políticos y tertulianos de la derecha se dediquen a difundir continuamente que los incendios son provocados. Lo que nos ocurre ahora es, al parecer, la consecuencia de un montón de pirómanos sueltos. Abundan las noticias de la detención de alguien que ha provocado un incendio, pero se trata de disculpas de mal pagador, fuegos de artificio, maniobras orquestales para la oscuridad.

La verdad es que algunos expertos, como Ricard Miralles, dan cuenta de que la gran mayoría de los incendios son consecuencia de una acción humana. El 85, o el 90 por ciento no se producirían sin intervención humana de por medio. Otra cosa es que esa acción sea intencionada y dirigida a provocar el incendio.

La mayoría de las veces, en un 41 por ciento de los casos, el incendio se produce por alguna negligencia humana. Personas que se ponen a quemar restos agrícolas, a hacer un fuego en el campo y se les va de las manos. Otras veces, en un 11 por ciento de las ocasiones se produce un accidente eléctrico como el de la mezquita de Córdoba, o en tendidos eléctricos de alta tensión sobre el campo.

Incluso más del 12 por ciento de los incendios termina siendo catalogado como de causa desconocida. Y es verdad que uno de cada cuatro incendios es intencionado. Incendios provocados por personas afectadas por enfermedades mentales, pirómanos, desengañados, desencantados, afectados y agraviados por problemas no resueltos, o irresolubles.

Los recursos materiales son esenciales. Los medios humanos también. La formación y contratación en condiciones dignas debía de ser lo habitual. La formación de la sociedad para estas nuevas circunstancias, estos nuevos riesgos, que obligan a asumir nuevas responsabilidades.

Lo público es cada vez más necesario. Los recursos deben ser suficientes. La buena gestión una práctica habitual. Pasará el verano, pasarán los incendios. Pero entonces llegará el momento de asumir responsabilidades y poner todos los medios necesarios. Y si no lo hacen habrá que exigirlo, demandarlo y  ponerse en movilización para que nada de esto vuelva a ocurrir.

Los incendios cada vez más imparables y devastadores producen muertes de personas, pérdidas de riqueza económica y patrimonio natural e histórico. No podemos confiar en quienes sólo procuran salvar su culo. Las políticas son tan importantes que no hay que dejarlas exclusivamente en manos de políticos.

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