Ahora es el momento. Estamos en otoño y cualquier día se desencadenan los rigores propios de la temporada que vivimos, los fríos, las heladas, las noches más largas. Y este año, combatir los fríos del invierno, nos va a salir mucho más caro.
Es tiempo de rescatar del torrente de desescaladas pandémicas y de las nubes de lavas volcánicas, aquellos estudios que nos hablaban de los barrios que viven en las fronteras de la pobreza energética, porque, al precio que se está poniendo la energía, van a ser muchos más los que lo pasen mal este invierno.
Un estudio realizado en la ciudad de Madrid hace unos meses por la Universidad Politécnica (UPM) y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), ha llegado a la conclusión de que en la capital hasta un 6% de la población se encontraría en una situación crítica desde el punto de vista de la pobreza energética.
Distritos como Villaverde, Puente de Vallecas y San Blas son los que cuentan con más barrios, o zonas, afectada con un alto riesgo. Más de 200.000 madrileñas y madrileños no podían acceder a los servicios energéticos básicos. Estamos hablando tan sólo de la ciudad de Madrid, una de las más ricas del Estado. Estamos hablando de una situación que afecta a más de 34 millones de personas en la Unión Europea.
Son las personas que viven en barrios con edificios más antiguos, barrios golpeados por el desempleo, con altas tasas de paro y los niveles más bajos de ocupación, con los empleos más precarios y las rentas más bajas. Reducir sus gastos familiares no pasa por dejar de irse de vacaciones, o por dejar de consumir artículos prescindibles, Pasa por padecer hambre y frío.
Barrios viejos, con muchas personas mayores, con frecuencia dependientes, en viviendas energéticamente ineficientes, barrios antiguos, mal conservados y con instalaciones anticuadas, que consumen mucha energía. Y esto ocurre en un país, en una región, en una ciudad que presumen de transformaciones digitales y transiciones hacia una economía verde.
La rehabilitación urbana se encuentra en un estado de abandono lamentable después de años y décadas de gobiernos ultraliberales y de situaciones de crisis económica como la que venimos padeciendo desde 2008. La pandemia ha supuesto la puntilla, el golpe definitivo, que condena a cientos de miles de personas en la capital, a muchos millones de personas en el conjunto del Estado a padecer duras situaciones.
La pobreza económica, el abandono urbanístico, el mal estado de las edificaciones, viviendas sin ascensor, la ineficiencia energética, los riesgos sociales, los malos estados de conservación y la pobreza energética confluyen, se juntan, se desencadenan como jinetes del Apocalipsis en barrios como Pan Bendito, Villaverde, San Cristobal, o Amposta, entre otros.
Porque hay otros, muchos otros, como Congosto, Vicálvaro, Fuencarral, Aluche, Chopera, abrantes, Portazgo, entrevías, Elíptica, Vicálvaro, o los Poblados de Absorción como el de Hortaleza, Opañel, el Alto del Arenal, en situación comprometida y de alto riesgo.
Los costes energéticos descontrolados nos van a jugar una mala pasada este otoño-invierno en el que la recuperación económica pasará muy lejos de estos barrios, que seguirán instalados en la vulnerabilidad económica y social, en los ingresos mínimos, en las altas tasas de paro, y en unos costes energéticos insostenibles.
Es verdad que los costes de producción de energía han aumentado, pero no se justifican que nos encontremos situados a la cabeza de Europa. La situación comienza a ser imposible para muchas familias. Los estudios de pobreza energética coinciden desde siempre en que los barrios con abundancia de edificaciones antiguas, se consolidan en su alto riesgo de pobreza, también energética y siguen siendo siempre los mismos, con ligeras variaciones.
Quienes hablan de transición hacia una economía verde y digital deberían preocuparse de prestar atención a las exigencias europeas de afrontar el reto con amplias inversiones para remodelar barrios, rehabilitar edificios, revisar nuestros actuales criterios urbanísticos, creando ciudades respetuosas con el medio ambiente y que integren, incluyan, faciliten la convivencia y el bienestar de las personas que viven en ellas.
De eso va nuestro futuro, si es que queremos tener futuro. Si no queremos abandonar a nadie ante los fríos del invierno que nos toca vivir.