Tiempo de Madrid

Pasará este verano caluroso y llegará un turbulento otoño en Madrid. Siempre ha sido esta ciudad un agitado territorio de frontera al que la gente viene a buscar formas de vivir. No es fácil la vida en Madrid, nunca lo fue. Pocas veces los gobernantes buscaron el bien común, pocas veces pensaron en las personas que vivían en la ciudad.

En Madrid siempre hay un pelotazo en marcha, Madrid es Corte de los Milagros valleinclanesca en la que siempre encontrarás una operación de altos beneficios económicos al acecho. Y casi siempre esa operación es urbanística. Siempre hay ladrillos de por medio. Siempre hay un consorcio de intereses económicos y políticos.

Una cosa fue el intento modernizador de aquel rey enamorado de Nápoles que llegó a un poblachón polvoriento y destartalado e intentó convertirlo en capital de un imperio, a base de inaugurar la Casas de Correos, el Observatorio Astronómico, un Paseo del Prado, un Jardín Botánico y un Museo de Ciencias Naturales justo al lado, una Real Casa de Aduanas y hasta un Hospital de San Carlos, hoy reconvertido en Museo Reina Sofía.

Una cosa fue también el intento de convertir Madrid en un lugar presentable a base de derribar conventos para abrir nuevas Plazas como hizo el rey José I, hermano de Bonaparte, al que terminaron conociendo como el Rey Plazuelas por su afán de crear nuevas plazas como la de Santa Ana, la Plaza de los Mostenses, o la mismísima Plaza de Oriente (además de ser conocido también como Pepe Botella, por algunas otras aficiones),.

Pero otra cosa muy distinta fue el exitoso consejo de la Regente María Cristina a los empresarios madrileños en el que, constatando que en Madrid no había industria, negocio, comercio, les llamaba que convertir el suelo en industria, negocio, comercio. Ahí está el origen de esas generaciones de políticos, constructores y promotores inmobiliarios, que convirtieron Madrid en un infecto abrevadero de sucios negocios.

Desde entonces, tras cada gran reforma, ya fuera el Ensanche de Madrid, la llegada del ferrocarril, las modernas operaciones de las torres del Real Madrid, o la siempre anunciada Operación Chamartín, siempre hay intereses financieros, constructores, inmobiliarios, de por medio a la vista.

Pero alguien debería de pensar en Madrid, en esos tres millones de personas que habitan en la capital y esos casi siete millones que pueblan la Región artificial, casi distrito federal, creado por exclusión de unos castellano-leoneses y otros castellano-manchegos, que nada quisieron saber de ese monstruo cabezón y desproporcionado en el centro de la península.

Cuando los regidores municipales quieren presentar algún proyecto emblemático, siempre recurren a tapar vías, rellenar de cemento el horizonte, cambiar la línea del cielo y vender metros de pisos y de oficinas a precio de oro. Unos proyectos en los que los bancos, las inmobiliarias y constructoras tienen siempre el protagonismo absoluto.

Pero en Madrid todo tiene un límite y la ciudad que parece plegada dócilmente a los intereses más oscuros e inconfesables, termina desbordada por las mareas que crecen en el fondo fangoso de deseos y de necesidades insatisfechas que tardan en aparecer, pero siempre terminan aflorando.

El Motín de Esquilache, o el 2 de Mayo, fueron sucesos vividos hace más de dos siglos, explosiones imprevistas, que cambiaron la historia, pero han sido frecuentes estas reacciones populares que han dado al traste con las predicciones de quienes creen tener todo atado y bien atado.

Vivimos un mundo cada vez más complejo, cada día más acelerado. Quienes manejan los medios de comunicación, las tendencias en las redes sociales, pueden creer que todo está controlado por los algoritmos que trabajan a su servicio, pero esto nunca es así.

Ese Madrid de grandes desarrollos urbanísticos en el Norte y de desigualdades lacerantes en el Sur no puede ser el programa de trabajo de ninguna fuerza política que pretenda gobernar esta ciudad que ostenta el título de capital de España.

No podemos aceptar que Madrid siga siendo capital del pelotazo urbanístico, ejemplo para toda España de un modelo insano de desarrollo. No podemso tolerar que Madrid, que un día fuera capital de la Gloria, sea convertida en la memoria viva de cuanto este país nunca debió ser.

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