Una huelga feminista

Allá por 1910, la II Conferencia de Mujeres Socialistas decide proclamar el 8 de Marzo como Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Es al año siguiente cuando se celebró por primera vez el 8 de Marzo, en países como Austria, Suiza, Dinamarca y Alemania.

Aquella primera convocatoria viene marcada por las reivindicaciones de las mujeres sufragistas y de las mujeres trabajadoras, que se concentran en grandes industrias. Entre ellas, las obreras del textil, o las cigarreras. Las luchas de las mujeres, a lo largo del siglo XIX, exigiendo el voto femenino, el acceso a las responsabilidades políticas, la mejora de las condiciones de trabajo y el derecho a educarse y trabajar en sectores que exclusivamente emplean a hombres.

La conmemoración del Día de la Mujer Trabajadora ha contribuido a la lucha por las libertades en el conjunto de la sociedad y a mantener vivo el impulso a favor de la igualdad. Año tras año las manifestaciones feministas han recorrido las calles y han centrado el mensaje reivindicativo en la lucha contra alguna de las muchas discriminaciones que perviven nuestras sociedades.

Unos años la brecha salarial: otros años la violencia de género, el acoso en las empresas; las fórmulas de contratación hechas casi exclusivamente para mujeres, aunque no se diga; la condena a la pobreza de mujeres trabajadoras que viven solas con sus hijos e hijas. Cada año, las mismas reivindicaciones generales, junto a las reivindicaciones específicas.

Este año, ha calado con especial fuerza la convocatoria de una Huelga Generalizada, no sólo en lo  laboral, sino también en el conjunto de la sociedad. Se trata de poner en evidencia, esta vez con un cese general de las actividades de todo tipo, la insuficiencia de las medidas adoptadas hasta el momento para combatir la violencia de género en nuestro país.

El necesario Pacto de Estado contra las violencias machistas no puede quedar en un papel firmado, sin efectos reales. No es una foto de un día. Debe contar, de inmediato con los recursos necesarios. Sería bueno comenzar con los 200 millones de euros comprometidos para el año 2018 y que siguen paralizados.

Hay quien dice que la brecha salarial no existe, por más que los datos demuestren lo contario. Sin embargo, son mayoritariamente mujeres las que sufren los contratos a tiempo parcial, las jornadas arbitrariamente distribuidas, el paro, la temporalidad y la precariedad laboral, el acoso sexual, los despidos indiscriminados, incluso estando embarazadas.

Son las mujeres las que ven prolongar sus jornadas laborales, con jornadas dedicadas a cuidados familiares, o que renuncian a trabajar para poder atender a los mayores, o a los hijos. O las que se ocupan mayoritariamente de estas tareas cuando revisten la forma laboral, regular o irregularmente, de ayuda a domicilio, o trabajo doméstico.

Son las mujeres las que perciben las pensiones más bajas, porque sus carreras profesionales son más irregulares, su vida laboral más precaria, sus salarios más bajos y sus cotizaciones sociales mucho más bajas.

Y son ellas las que ocupan mayoritariamente este tipo de puestos de trabajo y, en general son mayoría en profesiones como la social, la sanitaria, o la educativa. Las que se ven impelidas, animadas y llamadas a formarse en esas profesiones, mientras las de carácter técnico son ocupadas mayoritariamente por hombres.

Tal es la convicción de que la realidad del trabajo y la vida de las mujeres es fruto de la desigualdad y la discriminación que hasta alguna ministra del gobierno responsable, en estos momentos, de que las cosas estén como están, lejos de negar la necesidad de la Huelga, se plantee en estos momentos participar en la misma, eso sí, utilizando la variedad nipona de la misma, es decir trabajando, ese día, más que nunca.

Bien, que haga lo que quiera, mientras participe en la huelga. Imagino que el salario de ese día y la parte proporcional de sus beneficios económicos (creo recordar que la susodicha ministra es la política que más gana por sus actividades públicas y privadas), lo donará para alguna actividad que combata la desigualdad, la discriminación y la violencia contra las mujeres.

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