El viejo roble (2022)
Nacionalidad: Gran Bretaña
Dirección: Ken Loach
Guion: Paul Laverty
Intérpretes: Debbie Honeywood, Andy Dawson, Dave Turner
Hace tiempo un amigo, mi mejor amigo, uno de esos que sigue la evolución de mis artículos, me sugería, siempre discreto como es, que escribiera algo que comenzase afirmando,
-Venimos de una derrota.
La ocasión se me presenta cuando, desde Noticias Obreras, me piden una crónica, una reseña, una crítica de la película El viejo roble, de Ken Loach. Como casi todas sus películas, parte de una derrota que ha recibido las paletadas del tiempo, pero que sigue asomando a nuestras vidas cotidianas.
El viejo roble (The Old Oak) es el nombre del bar, el único bar, el pub de un pequeño pueblo minero del condado de Durham, en el que se juntan los derrotados de ayer y de hoy para contarse sus problemas cotidianos. Allí hablan abiertamente de sus limitadas y escasas rentas, o de su lidiar cotidiano con la cada vez más abundante especulación de las viviendas, que van cayendo en manos de unos fondos buitre que desploman los precios de venta, acaparan el mercado y amenazan su futuro.
El cierre de las minas, tema recurrente en muchas películas de Ken Loach y de otros muchos directores del cine británico, marca la frontera entre la vida digna y el trabajo decente y la vida precaria, el miedo, el futuro incierto. Un entorno físico y social degradado, en el que irrumpe un grupo de refugiados sirios que huyen de la guerra.
La relación entre un superviviente, T.J. Ballantyne, que lucha cada día por mantener a flote su viejo y destartalado pub y una joven siria, Yara, idealista, amante de la fotografía, vertebra el resto de relaciones que se fraguan en la película.
Hay quien afirma que El viejo roble, no es una de sus mejores películas, aún siendo una obra crepuscular y, según el propio director, de 86 años, su última película. Sin embargo, de nuevo, Ken Loach consigue arrastrarnos hacia en encuentro con esas realidades incómodas ante las que siempre nos convoca.
Unas veces la precariedad de los empleos, el paro. La nueva y dolorosa realidad de eso que llaman economía gig, colaborativa, al servicio de plataformas. Otras veces la dificultad de los servicios sociales para acudir a taponar los boquetes generados por el desplome del Estado del Bienestar, o la vida de no futuro a la que condenamos a nuestros jóvenes.
En esta ocasión nos sitúa ante una de esas comunidades golpeadas por los cambios económicos y sociales, condenada a una vida efímera, pobre, insegura, que el sociólogo Zygmunt Bauman definió como líquida. Una comunidad sobre la que impacta la llegada de refugiados sirios, con otra religión, otras formas culturales, comidas, costumbres.
La reflexión a la que nos invita Loach está plenamente justificada en un mundo en el que los amenazados, los derrotados, perciben con preocupación la solidaridad que se les reclama para quienes vienen de lugares lejanos, cuando sus propias vidas son cada vez más duras, amargas, insufribles.
Saldar con calificativos de racista a una sociedad golpeada por un capitalismo salvaje sólo nos puede conducir a una nueva derrota. El viejo roble, apuesta por la solidaridad compartida entre los condenados de la Tierra, como la única forma de afrontar una nueva e inevitable batalla, con alguna oportunidad de no volver a ser humillados, ni aún en la derrota.
De nuevo Ken Loach, junto a su guionista habitual Paul Laverty, defendiendo y convocando a la esperanza.