No es lo mismo ser de derechas que ultraderechista, ni ser de izquierdas que de ultraizquierda, ni ser conservador que ser ultraconservador, ni mucho menos es lo mismo vivir en el mundo que en el ultramundo. Por eso me puedo definir como liberal, sin por ello considerarme ni mucho menos ultraliberal.
De hecho esto de ser liberal no significa lo mismo según en qué sitios. Los liberales estadounidenses, por ejemplo, votan al Partido Demócrata, porque suelen sentirse representados por el ala izquierda de ese partido y defienden ideas económicas cuando menos socialdemócratas, posiciones feministas, igualitarias, se movilizan por los derechos civiles, el derecho al aborto, el derecho a la educación y a una sanidad pública, casi inexistente por aquellas tierras.
En España no, aquí ser liberal es ser ultraliberal, ultraconservador y ultracapitalista, algunos se denominan anarcocapitalistas que para ellos significa el libre desorden absoluto del capitalismo. Seguidores de Milton Friedman, el economista de la Escuela de Chicago que inspiró a los asesores de Margaret Thatcher, a los de Ronald Reagan, o a los grandes dictadores militares de América Latina durante los años 70 del siglo pasado.
Causa pudor, a mí que no a ella, que Esperanza Aguirre presuma de liberal, siendo la madre de todas las mamandurrias y madrina de la inmensa mayoría de los saltos de corrupción de las ranas de España, desde el caso Púnica, al Caso Aneri, desde el Bárcenas al ático de Estepona, desde el caso Funeraria al Guateque, desde la Gürtel al caso Lezo y así hasta 60 procesos judiciales que los tribunales han tenido que trocear, dada la dimensión de la corrupción instalada en las instituciones madrileñas.
Llamar a esto liberal me parece un abuso, una deformación, una apropiación indebida, juego sucio, uno de esos ejercicios de mentir hasta la saciedad hasta que la mentira suene a verdad, lo parezca, lo creamos. La mentira mil veces repetida hasta convertirla en verdad que tan buen resultado dio a los nazis.
A la derecha del PP en Madrid, dispuestos a gobernar en comandita, ya sabemos que hay un partido neofascista, del corte de los que hemos conocido antes en Francia, Hungría, Austria, Italia, en la propia Alemania, o en otros lugares de Europa. Un partido de esos que las derechas democráticas, conservadoras y liberales de cada país, aíslan en cordones sanitarios de los que no les dejan salir bajo ningún concepto, ni a cambio de sus votos para gobernar, tan siquiera.
No, en el gobierno de Madrid no hay liberales porque sus políticas consisten en no hacer política, sino en convertirse en facilitadores, conseguidores, allanadores de caminos, suministradores de negocios para unos pocos amigos que representan a unos cuantos y grandes intereses empresariales. Los mismos que dejan abiertas las puertas giratorias que esos políticos madrileños traspasan cuando dejan sus cargos para incorporarse a los consejos de administración, al grito de Libertad.
No, liberal no es Esperanza Aguirre, ni mucho menos aquella becaria que le cuidaba la cuenta tuitera de su perro Pecas, hasta que decidieron convertirla en parlanchina muñeca mecánica, emuladora de la gran maestra y hacedora de entuertos. Para que luego digan algunos negacionistas que la inteligencia artificial no sirve de nada. Llenar los carteles y los discursos de la palabra libertad, no es ser liberal.
No, liberal soy yo, uno de esos liberales que sigue creyendo lo mismo que creyeron los liberales de hace más de 200 años, esos que enarbolaron la bandera de la Libertad, Igualdad, Fraternidad, al tiempo que entonaban La Marsellesa. Esos liberales dieron luego origen al socialismo utópico, al marxismo y al anarquismo, cuando la revolución industrial creó una poderosa burguesía y una incipiente clase trabajadora.
Soy de aquellos liberales que en nuestras tierras eran ejecutados, como Mariana Pineda por bordar una bandera constitucional, como Torrijos por intentar acabar con la monarquía absolutista del peor rey que ha ocupado el trono de España, o como Rafael de Riego que organizó en Cabezas de San Juan la revuelta de las tropas que se negaron a marchar a América y decidieron volver a Madrid para hacer valer la Constitución de 1812, la Pepa.
Un liberal que sabe que la libertad sólo es posible con igualdad de oportunidades, en la educación, la sanidad, la protección de las personas, que la libertad es el ejercicio de una responsabilidad y no egoísmo desaforado, ni sálvese quien pueda, hacer lo que me venga en gana, o la incapacidad para entender una vida en sociedad.
Por eso, en Madrid, un liberal como yo sabe que es tiempo de votar, de votar cambio, de votar izquierda.