La edad del perro

Cuando enseño español y me topo con imágenes de diferentes tipos de familias en nuestro país, llama la atención que los dibujos fijan grandes diferencias en la composición de las mismas, según el origen de los progenitores.

Las familias con progenitores nacidos en España, aparecen compuestas por un padre, una madre y, como mucho, dos hijos. Una tipología muy distinta es la que vemos representada en las imágenes de familias magrebíes, subsaharianas, o latinoamericanas.

En estos casos las imágenes nos hablan de padre y madre, entre tres y cinco hijos, abuelos y, en algunos casos, podemos ver algún otro familiar que convive en la casa. Si queremos acercarnos a una composición familiar parecida a la española podemos recurrir a la imagen de una familia china.

Luego vienen los estudios demográficos y nos dicen que crecemos poco y ese poco que crecemos se lo debemos a las personas inmigrantes que vienen a nuestro país en busca de trabajo y mejores condiciones de vida. Sin los 8´8 millones de inmigrantes que viven en España, veríamos cortado de raíz nuestro crecimiento económico y demográfico.

Eso sí, en nuestro país hay 9´3 millones de perros, mientras que los jóvenes menores de edad se encuentran en 8´2 millones. Más perros que jóvenes. Pronto los 10´3 millones de mayores de 64 se verán también superado por los perros.

Allá por 1930 había en España 7´3 millones de jóvenes, pero por aquella época crepuscular de la dictadura primoriverista la esperanza de vida era muy baja y esos jóvenes suponían casi un tercio del total de la población. Desde entonces, entre guerras, o emigraciones y pese al famoso baby boom, los jóvenes han disminuido su representación en España.

Donde va a parar. Cuidar niños, ocuparse de su salud y sus estudios, echarle décadas al esfuerzo, llevarlos al colegio, al instituto, a la universidad, a actividades, vacaciones, comida, alojamiento y vestimenta. Asumir los complicados procesos educativos de nuestros jóvenes en tiempos revueltos como los que vivimos.

O bien atender a nuestras personas mayores que avanzan aceleradamente hacia una situación de dependencia cada vez mayor, llevarlas al médico, al centro de día, visitar a la trabajadora social, cubrir sus crecientes necesidades. Tan duro, tan acumulado a otras tensiones como las del trabajo, la hipoteca, los traslados diarios.

Dónde va a parar. Mucho mejor tener un perro. Así es como las casas se han ido llenado de perros y así es como los niños van desapareciendo de nuestras vidas. Un perro se queda encerrado hasta que volvemos de trabajar. Nos recibe moviendo alegremente la cola, le sacamos a pasear y hacer sus necesidades, se relaciona con otros perros, come su pienso y se relaja junto a nosotros viendo la tele. En vacaciones se va con nosotros, con los abuelos, o a un hotel de perros

Así es como las personas inmigrantes se componen cada vez más de mujeres que asumen las tareas de cuidar a nuestros hijos y a nuestras personas mayores. Unas veces como internas, otras como externas. Unas veces con papeles y otras sin ellos. Unas veces cobrando en blanco y otras en negro.

No juzgo, no digo, no opino. Sólo muestro esta extraña edad del perro. Así son las cosas en este país, en estos días. Así es, si así os parece. Tal vez va siendo hora de hablar y ver si hay otras maneras de vivir y si merece la pena que nos esforcemos por abrir, explorar, intentar otros caminos.

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