Nada es casual, decía mi amigo Indio Juan. Ha querido esa intencionada casualidad que este 35 aniversario de los Abogados de Atocha coincida con el inicio del juicio contra Baltasar Garzón por su investigación sobre los crímenes del franquismo. Como en el caso Gurtell, el Juez va a ser juzgado, mucho antes que los delincuentes y los criminales.
Cuando los criminales argentinos se sientan en el banquillo para responder de sus crímenes contra la humanidad. Cuando hasta el propio dictador Pinochet ha sentido que el peso de la justicia se cernía sobre él. Cuando los genocidas guatemaltecos temen la mano de la justicia española y Baltasar Garzón es mundialmente reconocido por su actuación, vuelve a ser verdad que nadie es profeta en su tierra y Garzón se sienta en el banquillo por intentar poner en evidencia que los crímenes contra la humanidad no prescriben y que la ley de Amnistía no puede ser una ley de punto final que blinde a los genocidas.
No es casual que la Fundación Abogados de Atocha, la Fundación de las víctimas del terror franquista, que ejecutó su última Sentencia de muerte el 24 de Enero de 1977 premia hoy a la Fiscalía General de Guatemala, que ha tomado el relevo de nuestra Audiencia Nacional en la persecución de los delitos de genocidio y crímenes contra la humanidad.
No es casual que, junto a la Fiscalía general de Guatemala, José Luis Sampedro reciba el Premio anual Abogados de Atocha. Un hombre que ha dedicado su vida a formar generaciones de economistas, de lectores y, sobre todo, de ciudadanos y ciudadanas capaces de interpretar la economía a escala humana. Gracias a Sampedro sabemos de mercado de sonrisas etruscas, de globalización y del Río que nos lleva.
Este premio de la Fundación Abogados de Atocha entablaba cada año una competencia sana y complementaria en la concesión de sus premios anuales con la Junta de Comunidades de Castilla La Mancha. Un premio que ha sido suprimido por los recortes de María Dolores de Cospedal. Un premio sin dotación económica, que consumía una parte ínfima de los más de 200.000 euros en sueldos que percibió la ahora Presidenta Regional de Castilla-La Mancha.
No es casual que el cuadro que Juan Genovés cedió como motivo para estos Premios y que le sirvió de inspiración para la estatua instalada en la Plaza de Antón Martín, el cuadro del Abrazo, símbolo de la Democracia, la amnistía y la libertad, por las que murieron los de Atocha sigua condenado a la clandestinidad en las mazmorras del Museo Reina Sofía, pese a las reiteradas denuncias que hemos realizado durante más de una década.
Quiero terminar mi intervención con el recuerdo afectuoso de una mujer que nunca faltaba a esta cita, Carmen rodríguez Campoamor, galardonada con el Premio Abogados de Atocha junto a las mujeres de los presos políticos del franquismo. Mujer, comunista, de Comisiones Obreras y viuda del compañero Simón Sánchez Montero.
Queremos también hacer llegar a Cristina Almeida nuestros mejores deseos de pronta recuperación. Hoy la echamos mucho de menos.
Ángel Rodríguez Leal, Luis Javier Benavides, Francisco Javier Sauquillo, Serafín Holgado, Enrique Valdelvira nos fueron arrebatados por la violencia terrorista hace ya 35 años. En el camino recorrido hemos perdido a Luis Ramos y Miguel Sarabia. Quedan con nosotros Lola González Ruiz y Alejandro Ruiz-Huerta
Pasados 35 años, los Abogados de Atocha, aquellas luciérnagas de libertad, que algunos quisieron ver desaparecidas, se han convertido en un poderoso faro, en un asidero seguro para cuantos afrontamos un futuro incierto. Un faro que nos convoca a la unidad en defensa de la libertad, las libertades y los Derechos.
VIVAN LOS ABOGADOS DE ATOCHA
VIVAN LAS CCOO.
Francisco Javier López Martín