Poemario “la tierra de los nadie. Nada es casual”
Pero permítaseme que vuelva atrás en el tiempo. Nací en un pueblo de la provincia de Buenos Aires, de nombre Lobos. De ese pueblo somos dos próceres, el General Perón y yo. Cuando cumplí 6 años de edad, 5 tenía mi hermano, mi madre nos interna en un Instituto en la ciudad de Mercedes, también provincia de Buenos Aires. ¡Ah!, un inciso, de aquella ciudad somos tres próceres, el General Videla, el brigadier Agosti y yo. Videla y Agosti, junto al Almirante Maseda -el Negro-, fueron los tres integrantes de la junta militar que gobernó nuestro país a sangre y fuego desde el año 1976 hasta 1982. Junto a ellos hay otro personaje huidizo y de triste recuerdo, el arzobispo de Buenos Aires y primado de Argentina Monseñor Adolfo Tortolo. Recuerden este nombre y este apellido. Monseñor Adolfo Tortolo no tuvo ningún prurito moral en bendecir a estos gobernantes criminales, justificando, en nombre de Dios, las atrocidades cometidas por ellos. 30.000 desaparecidos es la triste realidad que todavía nos desangra.
Pero vuelvo a mis 6 años y al instituto, mi nuevo hogar. Corría el año 1941. La directora del mismo, Dña. Lina Joch de Loza, casi todas las tardes, junto a algunos celadores, nos convocaba a todos los niños para hablarnos entre otras cosas de la ayuda que había que prestar a un país llamado España. Y elegía, con un simbolismo, que se ha hecho carne en mí, los atardeceres cuando el sol pintaba de rojo todo el horizonte, y señalando aquel punto enrojecido nos decía, Aquello es España. Tenía yo 6 años.
Pasado que hubo algunos años, en el frío agosto austral de 1945, junto a la directora se encontraba un cura joven, rubio, de finos modales y unos ojos azules que parecían escapárseles de los aros de sus lentes. El sacerdote, de quien en tres ocasiones fui monaguillo, nos mostraba unos periódicos donde se apreciaba un gran hongo, como un inmenso paraguas de humo y que envolvía totalmente las fotografías. Un nombre quedó para siempre en mi corazón, Hiroshima. Aquel curita nos hablaba del horror de una bomba atómica y nos hacía rezar para que nunca más sucediese algo parecido. Nada es casual, nada es casual.
Un gran salto en el tiempo. Hace 3 años, en 1999, tuve la suerte de ir a mi país y en mi pueblo, Mercedes, mi hija Yamila me había preparado una sorpresa que jamás hubiera imaginado. Me llevó a una casa donde vivía una mujer de 94 años. Era la directora de aquel instituto, la Sra. Lina. Habían transcurrido exactamente 50 años desde aquella tarde de 1949 en que yo, de pantalones cortos, me veía o me había despedido de ella. Mi madre lograba por fin sacarme de aquel instituto. El encuentro con la directora de 94 años fue maravilloso. Yo llevaba uno de mis libros y se lo iba a dedicar, cuando de pronto me preguntó donde vivía. Al mencionarle el nombre de España se le iluminó el rostro y comenzó a recitar algunos pasajes de las Moradas de Teresa de Jesús y, poniendo una mano sobre mi rostro, rezó una frase que dice Don Quijote en su lecho de muerte, Vámonos señores, pues en los nidos de antaño ya no hay pájaros ogando. Esta mujer, evidentemente, llevaba a España en su corazón.
Lo cierto es que no quise romper aquel momento mágico, por lo que no tuve valor para dejarle mi libro. Lo guardé, y creo que esa mañana lloré por dentro, habían transcurrido 50 años.
Hoy mi querida directora vive con 97 años a cuestas, y la imagino en los atardeceres, a la hora de la oración, señalando el horizonte, mencionando el nombre de España, España. Nada es casual. Como tampoco es casual que aquel curita de finos modales, el que nos hacía rezar por Hiroshima y más tarde Nagasaki, con el tiempo, se convirtiera en el Arzobispo de la ciudad de Buenos Aires y primado de Argentina, Monseñor Adolfo Tortolo, a quien todavía 30.000 desaparecidos señalan con el recuerdo más trágico del que se tenga memoria. Nada es casual y perdonad por estos recuerdos.
INTERVENCIÓN DE INDIO JUAN, EN SU HOMENAJE “ES DE AGRADECER”
Ateneo 1º de Mayo 25/05/10
te felicito,yofui otro 1941-1948
Gracias y un abrazo.