100 años del desastre de Annual

La casta gobernante de las Españas quería seguir gobernando un imperio. Los políticos españoles y las clases pudientes no llevaban nada bien la pérdida de las últimas y relevantes colonias en Cuba y Filipinas, tras una desequilibrada guerra, promovida por los siempre pendencieros gobernantes de los Estados Unidos de América.

En esas estábamos, digiriendo los males seculares y sempiternos de España, intentando entretener a los conmilitones golpistas y levantiscos, cuando alguien con visión de futuro y poder suficiente para imponer su nuevo orden en marcha, vio la oportunidad de distraer los problemas reales afrontando un sucedáneo de nuevas aventuras en un mundo más cercano.

Las conferencias de las grandes potencias, a finales del XIX en Berlín y a principios del XX en Algeciras, concretaron el reparto de África a tiralíneas, rompiendo complejos entramados tribales para buscar inestables equilibrios para evitar que Francia, o Gran Bretaña, creasen colonias inmensas que reforzasen su poder frente a aspirantes imperiales como Alemania, o sucios negociantes como el rey de los Belgas.

A España le correspondieron unas cuantas tajadas de grandes desiertos y pequeñas selvas. Que si el Sahara, el Norte más montañoso de Marruecos, Guinea y lugares así, complicados y peligrosos. Así que los campesinos y obreros españoles dejaron los viajes transoceánicos para ir a morir en Cuba, o Filipinas, para pasar a entregar sus almas al creador en los desérticos y montañosos campos africanos.

Así las cosas, mientras los ricos pagaban para no ir a la guerra, los pobres morían en emboscadas como la del Barranco del Lobo. Por las mismas fechas, esos mismos pobres, muchos de ellos padres de familias trabajadoras, reclutados para la guerra en Marruecos, se rebelaban en el Puerto de Barcelona, negándose a embarcar y arrojando al mar las estampitas, escapularios y medallitas que las damas de la alta sociedad les iban entregando.

Comenzaba así la Semana Trágica de Barcelona, sometida a base de cañonazos y ahogada en sangre de trabajadores atrincherados tras las barricadas y ejecutados tras procesos inexistentes, amañados, injustos, como el que condujo ante el pelotón de fusilamiento a uno de los mejores pedagogos que haya tenido nuestro país, Francisco Ferrer i Guardia, el creador de la Escuela Moderna.

En el Barranco del Lobo

hay una fuente que mana

sangre de los españoles

que murieron por la Patria.

Los más de 150 soldados muertos y cerca de 600 heridos en la emboscada del Barranco del Lobo fueron el preludio de un conflicto interminable en el que el aumento de tropas producía un aparente y efímero dominio español mientras que, ante la mínima disminución de tropas, desorganización de las mismas, o descuido imprudente, se producían derrotas aplastantes a manos de las cabilas, las tribus bereberes que dominaban el Rif, en plena Cordillera del Atlas.

Efectivamente, lo peor estaba por llegar una docena de años después, entre julio y agosto de 1921, cuando los rifeños al mando de Abd-el-Krim acabaron con cerca de 11.500 soldados españoles, entre los que se encontraban 2500 marroquíes, en las proximidades de Annual, una localidad situada entre Melilla y Alhucemas. Más de la mitad de ellos murieron ejecutados tras ser apresados por parte de los rebeldes.

Aquel desastre provocó una reacción social y política ante las torpezas y la corrupción de militares, contratistas y empresarios que terminaban implicando al propio rey Alfonso XIII. Ya se ve que eso de una España corrupta, con un rey corrupto a la cabeza, no es nuevo por estas tierras.

Para intentar tapar el entuerto el rey no tuvo mejor idea que entregar el gobierno a un dictador, Miguel Primo de Rivera, indultando a todos los implicados en el desastre de Annual, prolongando y endureciendo la guerra en Marruecos e imponiendo un régimen dictatorial que fue modelo para aprendices aventajados como Francisco Franco.

Hay quien asegura, no sin razón, que en aquel desastre de Annual se encuentra el comienzo del fin de la monarquía española y, lo que es peor, la simiente de fracturas y divisiones políticas y sociales que darían lugar a la Guerra Civil Española, tras el intento republicano de democratizar y modernizar España.

La condena de aquel intento republicano fue firmada por los poderes económicos, religiosos y militares, aún antes de ponerse en marcha. Muy probablemente la decisión de ahogar cualquier intento democratizador, incluida una Segunda República, por cualquier medio y a cualquier precio, estaba tomada hace ahora 100 años, en agosto de 1921, cerca de una localidad llamada Annual.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *