Dice Eduardo Galeano, Nuestra derrota estuvo siempre implícita en la victoria ajena; nuestra riqueza ha generado siempre nuestra pobreza para alimentar la prosperidad de otros: los imperios y sus caporales nativos. En la alquimia colonial y neo-colonial, el oro se transfigura en chatarra y los alimentos se convierten en veneno.
Era el año 1971 y a sus 31 años, acababa de ver publicado su libro Las venas abiertas de América Latina. Un fresco y hermoso ensayo sobre la conquista, la colonización, el imperio español, la independencia, la pervivencia del colonialismo local de los criollos, el colonialismo británico y, más tarde, el de los Estados Unidos.
Poco podía intuir que los rostros del neo-colonialismo tendrían, pasado el tiempo, rasgos chinos al frente de bancos y corporaciones multinacionales. Poco podía pensar que, además de los omnipresentes estadounidenses, otros americanos, también del Norte, pero esta vez canadienses, o australianos del otro lado del Pacífico, iban a obtener concesiones del gobierno ecuatoriano para deforestar la Amazonía; para extraer petróleo y quemar inmensas cantidades de gas sobre la selva y sus pobladores; para horadar minas de cobre a cielo abierto, acaparando el agua y contaminándola; para instalar poderosos agronegocios, y construir pantanos, presas, centrales hidroeléctricas en los caudalosos ríos.
Nuestro querido Eduardo Galeano, con su inmensa humanidad a cuestas, decía que América Latina era región de venas abiertas, Desde el descubrimiento hasta nuestros días, todo se ha trasmutado siempre en capital europeo o, más tarde, norteamericano, y como tal se ha acumulado y se acumula en los lejanos centros de poder. Todo: la tierra, sus frutos y sus profundidades ricas en minerales, los hombres y su capacidad de trabajo y de consumo, los recursos naturales y los recursos humanos.
Al igual que Don Carlos Marx, Galeano no podía profetizar quienes serían los nuevos colonialistas, pero sí podía prever quiénes serían sus víctimas. Esos campesinos, clases populares expulsadas de sus poblaciones y refugiadas en guetos de las grandes ciudades, los indígenas del Amazonas y los habitantes de las sierras.
Frente a quienes han defendido y defienden que el progreso es eso, la destrucción de las formas de vida tradicionales para convertir a las gentes en esclavos del trabajo, adoradores del consumo, ansiosos de poder, avaros de dinero, se han alzado desde siempre pueblos altivos como los shuar, a quienes los conquistadores españoles llamaron jíbaros, para identificar a quienes Hernando de Bernabé, en su carta al Rey de España, catalogaba como el pueblo más insolente al que había conocido en toda la conquista de América.
Son ellos, desde la Confederación de Nacionalidades Indígenas de Ecuador (CONAIE), junto a los trabajadores amenazados por recortes salariales y reformas laborales, el campesinado, los estudiantes, quienes han protagonizado una batalla insólita y desigual contra el poder militar y policial del gobierno, las clases privilegiadas y las grandes corporaciones.
Escribí un artículo hace ya más de una docena de años titulado Ecuatorianos de bien. Carlos Alonso Palate y Diego Armando Estacio, dos jóvenes inmigrantes ecuatorianos, habían muerto en los atentados de la T-4 de Barajas, el 30 de diciembre de 2006. CCOO y UGT impulsamos una manifestación, conjuntamente con FENADEE, la Federación Nacional de Asociaciones de Ecuatorianos en España, que presidía Santiago Morales. Tuvimos que resistir presiones del PP madrileño, que terminó descolgándose, pese a que hicimos todos los esfuerzos para que nadie quedara fuera de la convocatoria. Eran tiempos de teorías de la conspiración.
La vida es circular y se mueve en torno a espirales elípticas que van y vienen. Santiago, había nacido en la pequeña ciudad de San Pedro de Cayambe, que recibe su nombre de un volcán al Norte de Ecuador. En su tierra, antes de emigrar a Bilbao, donde tenía conocidos, en busca de mejores condiciones para sus hijos, había sido uno de los fundadores de la Confederación de Naciones Indígenas de Ecuador, la misma que ha protagonizado las movilizaciones y el acuerdo.
En aquellos tiempos, tras los brutales atentados islamistas del 11-M en Madrid, la banda terrorista ETA tenía los días contados. Aquel atentado de la T-4 y el rechazo masivo en Bilbao y en Madrid, eran el punto de no retorno, tras el cual sólo cabía el final del terrorismo. Allí estábamos, ecuatorianos y españoles, unidos bajo el mismo lema, Por la paz, la libertad, la vida y contra el terrorismo.
Ecuador, cabe en la definición que Gil de Biedma hacía de nuestra madre España, Este país de todos los demonios, en donde el mal gobierno, la inmemorial pobreza no son, sin más, pobreza y mal gobierno sino un estado místico del hombre. Quiere creer el poeta, que no es maldición de los demonios lo que nos atenaza, sino la obra de los hombres, el ejercicio del mal gobierno. Llama el poeta a que sean los pueblos los que expulsen a esos demonios, para ser dueños de su historia y que la pobreza suba hasta el gobierno.
El pueblo ecuatoriano lo ha hecho, a costa de muertes, heridos, detenciones y no poco sufrimiento. El gobierno de Lenin Moreno se ha visto obligado a retirar su decretazo impuesto al dictado del Fondo Monetario Internacional. Ahora comienza un tiempo menos peligroso para la integridad física de las personas, pero más complicado para que las negociaciones lleguen a buen puerto. Para que las soluciones a los problemas del país respeten la vida y la dignidad de las gentes, de los pueblos.