En el momento de la partida de Juan Genovés

Por causas naturales dice la noticia, Juan Genovés ha fallecido esta noche (este viernes, dicen en otros lugares) por causas naturales en su domicilio madrileño (en un hospital madrileño, dicen otros medios). Lo que duele es que ha muerto un hombre al que queremos mucho y debemos mucho. No el único con el que tenemos deudas, pero sí uno de los que se ha ganado a pulso el reconocimiento de la inmensa mayoría de las mujeres y hombres que  vivimos en este país al que llamamos España.

En las casas de quienes aspirábamos, hace más de 40 años, a que la dictadura cuartelaria (que había durado otros 40) dejara paso a algo distinto, a eso que llamábamos democracia (aunque la gran mayoría no teníamos ni idea de a qué sabía tal cosa), teníamos colgado en la pared el cuadro del Abrazo, el mismo que la Junta Democrática había acordado que fuera símbolo de la deseada Amnistía y punto de llegada de la política de Reconciliación Nacional que el Partido Comunista había adoptado como estrategia de futuro desde 1956.

El cuadro fue comprado por un coleccionista particular al poco de ser terminado por Genovés, al final recuperado por el Estado español en la etapa democrática, eso sí, tuvo bastante menos suerte que el Guernica de Picasso que terminó expuesto en un espacio relevante del Museo Reina Sofía,  mientras que El abrazo fue encerrado en los almacenes del museo.

Al final, la presión de Izquierda Unida, de Comisiones Obreras de Madrid y de la Fundación Abogados de Atocha, consiguió rescatar la obra de los sótanos para ser expuesto en el Salón de los Pasos Perdidos del Congreso de los Diputados, junto a los retratos de los reyes de España, o los bustos de Niceto Alcalá Zamora, Clara Campoamor y Manuel Azaña, hace cuatro años.

Allí, ante el cuadro, se han hecho algunas fotos nuestros políticos cuando han querido trasladar una voluntad de encuentro, tal vez no estaría mal que para superar los efectos de esta pandemia que vivimos volviéramos a elegir el lugar para suscribir los Pactos del Abrazo, si nuestros políticos consiguen demostrar la grandeza y la responsabilidad de aquellos que protagonizaron la tan denostada Transición.

El mismo cuadro cuya reproducción se encontraba en el despacho de los abogados laboralistas de la calle Atocha, 55, donde aquel 24 de enero de 1977 un comando ultraderechista cometió el atentado que acabó con la vida de cinco jóvenes y dejó gravemente heridos a otros cuatro.

Ellos eran los abogados que defendían a los sindicalistas de las CCOO y a los vecinos de los barrios cuando el derecho era un entramado de complicadas trampas para dejar indefensos a los más débiles. Habrá quien diga que eso ocurre aún ahora, pero quien no vivió aquello no puede entender la diferencia.

A finales de los 90, las CCOO de Madrid nos dirigimos al Ayuntamiento para que se levantase un monumento dedicado a los Abogados de Atocha en la plaza de Antón Martín, cerca del lugar donde se cometieron los atentados. El entonces alcalde, Álvarez del Manzano, se comprometió a levantar el monumento siguiendo el proyecto de reproducción en bronce del cuadro de El Abrazo, bajo la dirección y ejecución de su autor, Juan Genovés.

No fue fácil porque, para soportar el peso del monumento, hubo que reforzar el forjado de la estación de metro que se encontraba debajo, lo cual no fue obra fácil, pero al final, aquel 10 de junio de 2003 (el mismo día en que se consumaba el Tamayazo que llevó al poder a Esperanza Aguirre), inaugurábamos el monumento junto a Juan Genovés.

Cuando en el Congreso de CCOO de Madrid, celebrado en mayo de 2004, pocos meses después de los atentados islamistas de 11 de Marzo, decidimos crear la Fundación Abogados de Atocha y conceder los premios anuales que llevan su nombre a partir del año 2005, el Abrazo se convirtió en marca de identidad de la Fundación, en placa que cada año reciben los premiados.

Esa misma placa le fue entregada al propio Juan Genovés el 24 de enero de 2017, con motivo de la conmemoración del 40 aniversario del asesinato de los Abogados de Atocha. Merecido premio a un hombre que ha dedicado su vida a expresar la soledad del individuo y su relación con el movimiento de las multitudes. El espacio de la soledad, en relación de diálogo, conflicto, o confrontación con  el espacio ocupado por las muchedumbres.

Sin embargo, hasta el más pequeño de sus personajes, como hormigas a veces, “personajillos” en palabras del propio Genovés, como polvo de estrellas en un infinito y gigantesco universo, es diferente, distinto, único, diferenciado por la mano de Genovés. Si el culteranismo del poeta Luis de Góngora encontró siempre respuesta en el conceptismo de Francisco de Quevedo, me atrevo a pensar que cada personaje en un cuadro de Juan Genovés podría ser alguno de nosotros y responder fielmente al poema de Quevedo,

-Serán ceniza, más tendrán sentido; polvo serán, más polvo enamorado.

Todo un consuelo agradecido para quienes somos sólo pueblo y nos sentimos y nos hacen sentir pequeños individuos en movimiento dentro de una masa, para quienes sabemos de tristes vidas, alegrías inciertas, inevitables muertes y risas aún más complejas que las lágrimas.

Descanse en Paz Juan Genovés, el pintor, el poeta de lienzos, el amigo.

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