Me llega a través de una red social, Hola Javier. No te acordarás de mí, pero mis padres se sacaron el graduado contigo hace un montón de años. Un abrazo. No, claro que no me acuerdo de él. En la foto de su perfil no parece que llegue a los cuarenta años y, a decir verdad, si sus padres se sacaron el graduado conmigo, eso debió de ocurrir hace más de 35 años. Tampoco el perfil incorpora apellidos, ni otra ubicación que un genérico, Madrid.
No puedo dejar ahí la cosa. Como no me sigue, me apresuro a seguirle yo y le envío un mensaje, también público, Pues un orgullo seguir a su hijo después de casi 40 años. Cómo se llamaban? Siguen bien? A lo cual el joven contesta, Jajajaa, sí. Son Rafa y Magdalena, de la librería Cumi. Doy nombres, aunque no es mi costumbre, porque la conversación es publicada y pública y no a través de mensaje privado. Espero que no se molesten por ello.
Ha saltado esa chispa eléctrica de conexiones neuronales que permite el recuerdo. Localizados. Villaverde Alto, finales de los años 70. Colegio San Roque de la Unidad Vecinal de Absorción. Renace la alegría de volver a un tiempo perdido en un paisaje conocido, que aún no ha desaparecido. Me apresuro a contestarle, Claro, alguna vez los he visto por el barrio. Pero no airees mucho lo de la obtención del graduado. No sea que alguien piense que era un máster de la Rey Juan Carlos y comience a investigarlo. Qué tiempos aquellos de estudios nocturnos gratuitos. Dales un abrazo muy fuerte!
A grandes trazos, la situación educativa durante la Transición dejaba mucho que desear. Eran muchas las mujeres y los hombres del barrio que trabajaban en las industrias y servicios, en la construcción, sin haber terminado la enseñanza “elemental”. Muchas madres y padres del colegio no habían conseguido el “graduado escolar” y lo necesitaban para encontrar un trabajo, mantener su empleo, o mejorar en el mismo. Había, además, pocos centros de educación de personas adultas.
En ese momento el Ministerio de Educación puso en marcha un programa extraordinario para cursar el graduado escolar, por las tardes, impartidos por profesorado de EGB, en horario extraescolar, para personas que carecieran del título. Los sindicatos pusimos el grito en el cielo, porque significaba aceptar realizar horas extraordinarias mal pagadas, sin crear nuevos puestos de trabajo.
La queja era lógica y el programa duró poco. Los Centros de Educación de Personas Adultas fueron creciendo y asumiendo el tremendo reto que tenía el país en la cualificación de su ciudadanía. Pero, en ese tiempo, en aquel Colegio San Roque de Villaverde, un buen número de madres y padres del Centro se sacaron el Graduado Escolar.
Venían cada tarde, aunque sus trabajos y sus obligaciones, a veces lo impedían. No existía el online, ni tan siquiera era un programa a distancia. Fuimos duros en la formación y flexibles con los exámenes. No regalamos nada. Les entregamos lo que era suyo. Lo que les reconocía una Constitución recién aprobada.
Rafa y Magdalena, entre ellos. Como buenos soñadores montaron una librería y mal que bien la han mantenido hasta este momento en el que se acercan a la jubilación, según me cuenta su hijo. Y cuando se jubilen, su hijo quisiera seguir con el proyecto de una de las librerías que aparece con cinco estrellas en los buscadores. El problema es que tanto esfuerzo da malamente para un salario.
Como bien me cuenta al final de nuestra conversación en las redes, que también es posible mantenerlas, Nos cuesta pagar la cultura, pero para otras cosas no nos duele tanto derrochar. Ahora, cuarenta años después de aquellos hechos, cuando han llovido títulos de máster por los sembrados de la representación política, empiezo a añorar aquellos tiempos en los que la democracia incipiente nos acuciaba y provocaba para mejorar nuestra formación, nuestros trabajos, nuestras vidas y las vidas de los nuestros.