Hay guerra en Ucrania. Parece que sólo hay una guerra en el mundo, la de Ucrania. Como todas las guerras es una guerra brutal que acaba con vidas, destroza familias, destruye bienes. Hay, al menos, otros 10 conflictos armados en el mundo, según un reciente informe de Esglobal, pero, a todos los efectos mediáticos sólo hay una guerra, la de Ucrania.
Por aquí la llaman la guerra de Putin, como si la decisión de un solo hombre determinase los grandes movimientos sociales, económicos, políticos, o militares en el planeta. Como si la OTAN y los Estados Unidos no hubieran decidido hace años preparar este conflicto.
Además de en Ucrania, la gente ha muerto durante décadas y sigue muriendo en Afganistan y en Irak. Irán tampoco es un lugar pacífico sino amenazado por los Estados Unidos, que mantienen una guerra encubierta, con episodios de desestabilización constantes.
El conflicto palestino-israelí lleva abierto durante mucho más de medio siglo, produciendo discriminación, pobreza, exilio, muros, brutalidad militar y policial, atentados y muertes, muchas muertes. Y qué decir de Yemen, ese país en el que siempre hay guerra, estallan artefactos en mitad de los mercados y los bandos se enfrentan con extrema brutalidad.
Lo de Siria no ha acabado y sigue desangrando al país. Etiopía se consume en guerras civiles sin final. Sudán es un mundo donde imperan los señores de la guerra. El yihadismo se extiende en el Sahel, Mali, Níger, Camerún, Burkina Faso, el Congo, o Mozambique. En Myanmar el ejército ha tomado el poder, reprime con dureza, asesina sin clemencia y la oposición se defiende con las armas en la mano.
En Haití, en Latinoamérica, en Colombia hasta hace dos días las guerrillas se enfrentaban a los paramilitares y al ejército y aún ahora los asesinatos son diarios. López Obrador se entretiene con cuestiones de raza y colonialismos centenarios, mientras es incapaz de parar las muertes y violencia que recorre México.
Las fronteras se abren para la huida de millones de ucranianos y juro que me parece bien. Pero no puedo dejar de recordar a los refugiados de las islas griegas, o de Lampedusa, los muertos enterrados bajo las aguas del Mediterráneo, las pateras Las fronteras polacas con Bielorrusia cerradas y protegidas por militares polacos, hace cuatro meses, para evitar que cruzaran familias iraquíes, afganas, o sirias.
Por las mismas fechas, Victor Orban, el ultraderechista presidente de Hungría exigía a la Unión Europea que financiera las vallas anti-inmigrantes que ha ido instalando. Vallas, muros, alambradas, concertinas, en Grecia, España, Bulgaria, Eslovenia, Estonia, Lituania, Letonia, Polonia.
Mientras cientos de españoles aplauden en las calles a los autocares que traen mujeres y niños ucranianos (y me parece bien, juro que me parece bien), Europa mantiene sus muros frente a otras personas inmigrantes, exiliados, refugiados, que huyen de las guerras, de la muerte, del hambre, de la violencia y el dolor.
Mientras el gobierno facilita el acceso a papeles exprés a los refugiados ucranianos que llegan a España, y con rellenar un papel les concede permiso de residencia y de trabajo, ese mismo gobierno no duda en alcanzar un acuerdo con Marruecos para rebajar la presión migratoria en Ceuta, Melilla, o las pateras que llegan a Canarias, o a nuestra costa Sur.
El precio es entregar el Sahara al sátrapa marroquí, rompiendo para ello un principio de solidaridad con el pueblo saharaui que gozaba de un amplio consenso interno en la política y en la sociedad española. un consenso de casi 50 años.
Causa sonrojo ver al ministro de Asuntos Exteriores afirmar que Argel es un socio sólido, estratégico, prioritario y fiable. Un socio que ha llamado a su embajador en Madrid para que se vuelva a su tierra y ha acusado a España de haber perpetrado la segunda traición histórica al pueblo saharaui.
El ministro español dice que informó a los argelinos y los argelinos dicen que naranjas de la China, la ministra Calviño, experta en papelones, dice que los argelinos seguirán suministrando petróleo y gas y los argelinos ni confirman ni desmienten.
Isabel Díaz Ayuso y toda la derecha, le afean a Sánchez haber tomado una decisión de taicionar a los Saharahuis, que rompe un acuerdo de Estado sin haber consultado ni a sus socios de coalición. Los socios de coalición, con el culo al aire, afean a Sánchez la opacidad en la toma de esta decisión, pero no dimitirá nadie. Cosas de tocar pelo de poder.
Por lo pronto el Frente Polisario ha denunciado el acuerdo de Sánchez con Marruecos, la ONU ha reiterado que los marroquíes son ocupantes ilegales e ilegítimos del Sahara y se ha roto el alto el fuego. Ya tenemos otro conflicto abierto en el largo muro construido por Marruecos en las fronteras del desierto. Imagino que estado Unidos del lado marroquí y Rusia y China con Argelia.
Y todo ello para conseguir que Marruecos controle que los refugiados, exiliados, emigrantes africanos, entren por las vallas de Ceuta y Melilla, o en las pateras que salen diariamente de costas marroquíes.
Me indigna y llena de pesar que mi gobierno, que se proclama socialista y de izquierdas, se haya empeñado en demostrarnos que hay varias clases de refugiados porque existen unos refugiados con más clase que otros, según el lugar del planeta donde se haya desencadenado la guerra que los expulsa de su tierra.