Una buena muestra del desinterés de los candidatos (da igual que sean tradicionales o emergentes) por el valor del trabajo, lo encontramos en el poco acento que ponen en defender un salario digno y un salario mínimo decente. Olvidan así, que, para la mayor parte de la población española, el salario constituye la única fuente de ingresos familiares y que la calidad de nuestras vidas trabajadoras depende, por lo tanto, de nuestro salario.
Hasta la pensión que percibiremos en el momento de nuestra jubilación tiene como referencia obligada el salario que hemos percibido a lo largo de nuestra vida laboral. Es extraño, como extraña es la política en estos días inciertos, que el debate se centre en el establecimiento de complementos de rentas, a cargo del Estado, para quienes tienen salarios miserables y se olvide el debate sobre la necesidad de un salario digno que permita atender las necesidades básicas de la clase trabajadora.
La economía de un país depende, en buena medida, de la capacidad adquisitiva de sus ciudadanos y ciudadanas. Sin salarios decentes no puede haber recuperación del consumo, ni salida de la crisis. Recortar salarios para mejorar beneficios es una trampa para los propios empresarios que no podrán vender sus productos, entrando en un círculo vicioso insalvable. Sin salarios dignos, las arcas del Estado no recaudan los recursos necesarios para atender las necesidades sociales de la población. Los bajos salarios son un círculo vicioso que impide la reactivación económica y la creación de más empleo.
El establecimiento de un Salario Mínimo digno trae asociados beneficios, no sólo sociales, sino también económicos. Un Salario Mínimo Interprofesional decente permite reducir las brechas salariales entre hombres y mujeres y con respecto a colectivos en riesgo de exclusión, como extranjeros y jóvenes. Produce, además, un reparto más equitativo de las rentas y una mayor cohesión del mercado de trabajo. Tira hacia delante de la productividad real y mejora la calidad del empleo, que tiene un componente salarial indudable. Impulsa el consumo y la actividad económica, lo cual amortigua los riesgos de nuevas etapas de recesión económica.
La última Encuesta de Condiciones de Vida 2014, que elabora el INE, fija el umbral de la pobreza en España en 7.961 euros para una persona que vive sola. El Salario Mínimo en ese año se encuentra por debajo de los 8.300 euros anuales netos. Podemos concluir que quienes cobran por su trabajo el Salario Mínimo, rozan el umbral de la pobreza, si viven solos y se encuentran por debajo de ese umbral, si tienen familiares a cargo.
En principio, parece que el número de personas que perciben el Salario Mínimo es pequeña, unas 250.000 personas ocupadas a tiempo completo en España, pero son cada vez más las personas que trabajan a tiempo parcial, que tienen como referencia retributiva el Salario Mínimo. Además, el Salario Mínimo es una referencia inevitable para la fijación del IPREM, el indicador de rentas que sirve de referencia para el establecimiento de determinadas prestaciones sociales.
Ahora el Salario Mínimo es de 648,6 euros al mes, en 14 pagas. Entre 2004 y 2009 su capacidad adquisitiva creció, poco, pero creció, mientras que desde 2010 ha perdido 4,1 puntos de su poder adquisitivo. Y eso, teniendo en cuenta que hablamos de uno de los Salarios Mínimos Interprofesionales (SMI) más bajos de Europa.
Por eso no parece una barbaridad exigir al Gobierno actual y al que salga de las elecciones del 20-D que aplique un incremento progresivo anual del Salario mínimo, con subidas del 11 por ciento en enero de 2016 (720 euros) y otro 11 por ciento en enero de 2017 (800 euros). Este Salario Mínimo de 800 euros permitiría recuperar el poder adquisitivo perdido desde 2010.
Además, en nuestro entorno europeo, sólo Grecia y Portugal tienen un Salario Mínimo más bajo que el nuestro, mientras que estamos muy lejos de los Salarios Mínimos de economías centrales como Alemania, o Luxemburgo. Esta propuesta permitiría situar nuestro SMI cerca de la media comunitaria de la Europa de los 15.
La Carta Social Europea, firmada por nuestro país, reconoce que “todos los trabajadores tienen derecho a una remuneración suficiente que les proporcione a ellos y a sus familias un nivel de vida decoroso”. En base a ello el Consejo de Europa estableció el objetivo, vinculante para los países miembros, de alcanzar unos salarios netos equivalentes al 60 por ciento del salario neto medio del país. Un SMI de 800 euros, nos acercaría a ese objetivo europeo.
Salir de la recesión y la crisis, cambiar el ciclo económico terrible que hemos vivido, hace más necesario que nunca abordar este objetivo de mejorar del Salario Mínimo para llevarlo a 800 euros mensuales, en 14 pagas. Quienes hoy cacarean la recuperación económica, no pueden abandonar a quienes más lo necesitan, porque han padecido más los efectos de la crisis y de los recortes impuestos. A quienes referencian sus ingresos en el Salario Mínimo Interprofesional. Quienes más sufrieron la crisis no pueden quedar relegados y postergados en la recuperación.
Además, de no hacerlo, se seguirían incumpliendo el Estatuto de los Trabajadores y los objetivos europeos. El artículo 27 del Estatuto de los Trabajadores exige consultas previas a las organizaciones sindicales para fijar el SMI, que no se han producido. Al igual que se ha obviado tomar en cuenta variables como la inflación, la productividad del trabajo, la remuneración salarias en el país, o los cambios en la coyuntura económica. Han hecho de su capa un sayo y han impuesto sus decisiones por decreto.
En definitiva, el objetivo de alcanzar los 800 euros de Salario Mínimo mensual en enero de 2017, permitiría recuperar el poder de compra perdido por las rentas más bajas. Permitiría reducir las diferencias con Europa y acercarnos a una retribución mínima equivalente al 60 por ciento del salario medio. Permitiría establecer criterios justos de revalorización del SMI, cada año, en función de la evolución de los salarios medios en España y de los salarios mínimos en Europa. Permitiría afrontar la renegociación del Artículo 27 del Estatuto de los Trabajadores para sentar nuevas bases en la fijación anual del Salario Mínimo, que eviten pérdidas de poder adquisitivo y aseguren la participación de la representación de los trabajadores y trabajadoras en la negociación de las cuantías.
El valor del trabajo, la creación de empleo decente, la importancia del salario, la necesidad de un Salario Mínimo digno, deberían mover debates intensos en este proceso electoral. Aunque todo indica que no será así, nosotros no damos nunca nada por perdido y seguiremos exigiendo estas cosas, poco importantes para quienes mandan en la economía y gobiernan la política (que vienen a ser los mismos perros con distintos collares), pero imprescindibles para quienes somos clase trabajadora y para nuestras familias.
Francisco Javier López Martín