Al poco tiempo de publicar el artículo sobre Camus que inauguró este blog, recibí un comentario de Antonio Rato, que decía:
“Tu artículo sobre Camus me ha hecho recordar la soledad en el Orán de La peste. Y la sensación de soledad de gran parte d la literatura francesa de aquella época –¿recuerdas la nausée o aquello de l’enfer c’est les autres?. Y me ha inspirado las líneas que te acompaño. Creo que las asambleas de la Puerta del Sol son un síntoma de la misma soledad del ciudadano actual. En esta hora en que se trata de romper la soledad de los políticos es necesario recordar la fuerza aglutinante de las ideologías. Saludos”
Leí muy por encima aquellas notas, siempre es un premio para quien escribe un artículo, que quien lo lee sienta la inspiración para escribir unas cuantas reflexiones personales. Así que me apresuré a contestar a Antonio:
“Muchas gracias, Antonio, leeré atentamente tus reflexiones y, si me lo autorizas, las publico en el blog, porque quiero que sea un blog abierto a reflexiones varias de amigos y compañeros.
Un fuerte abrazo,”
La respuesta no se hizo esperar:
“Creo que la lucha ideológica contra el pensamiento único puritano-capitalista-mediático es hoy aún más necesaria que bajo el franquismo. Entonces existía el contubernio judaico masónico anarco separatista y ahora solo se oye a los futboleros-conformistas. ¿Cómo no te voy a autorizar a que siembres mi granito de mostaza? Un fuerte abrazo”
El artículo de Antonio creo que es polémico, más al principio que al final, con esa idea de que la CIA tuvo algo que ver con Mayo del 68 en París. Pero, a la vista de las revelaciones de Snowden, nada parece imposible para esa “inteligencia” que tantos errores termina cometiendo.
Además, Antonio se ha ganado, a fuerza de ser de aquella raza de laboralistas que tanto contribuyó a traer la democracia, a base de PCE y de actuar como acusación particular en juicios como el de los Abogados de Atocha. A base de defender gentes ante los Tribunales franquistas de Orden Público (TOP) y de toda una vida dedicada a los derechos laborales y sociales. Antonio Rato, digo, se ha ganado la libertad de decir y opinar lo que le de la gana.
Ahí va, por tanto. Sostiene Antonio Rato:
La ausencia de ideología en la lucha política actual
El rechazo de la ideología era endémico en los jóvenes franceses que salían de la adolescencia en la década de los cincuenta, (los llamados J3 por las siglas de su cartilla de racionamiento)). La obsesión fundamental de estos jóvenes era la de no ser engañados (ne pas être dupe). Habían nacido en los horrores de la guerra mundial y se educaban entre las mentiras sangrientas de Guy Mollet y el prefecto Papon (posteriormente condenado como criminal nazi) en los estertores del colonialismo francés. La dialéctica de las ideas comenzaba entonces su decadencia para llegar a convertirse en el opio de los intelectuales (Raymond Aron). En España, Fernández de La Mora cosechó un éxito inmenso con su Crepúsculo de las Ideologías, y en el mundo anglosajón la revolución de los managers reemplazaba a los políticos por tecnócratas.
El mayo francés, propiciado por la CIA como represalia por los desdenes de De Gaulle a la OTAN y el dólar, supuso en Francia el triunfo definitivo del individualismo sobre la ideología de clase. El ciudadano se refugia en la soledad de sus problemas como individuo aislado. No milita en los partidos ni se afilia a los sindicatos. Se limita, tapándose las narices, a votar cuando no tiene nada mejor que hacer.
De la misma forma que sería injusto calificar la ideología de la ilustración (Montesquieu, Rousseau, etc) por el Terror en que desembocó la revolución, sacando como el Syllabus, la consecuencia de que el liberalismo es pecado, no menos injusto es sostener que la Revolución Octubre y sus consecuencias históricas impiden la rehabilitación de la ideología de izquierdas.
El aislamiento de los ciudadanos para solucionar individualmente sus problemas es la consecuencia directa de la negación de las ideologías. Aunque no es del todo cierto que las ideologías hayan desaparecido de la política de forma absoluta. Hemos pasado de la lucha ideológica entre las distintas clases y capas sociales a la ideología única de la clase dominante. Decía Stuart Mill que si todo fuese azul no podríamos saber qué es el color azul. Cuando todo es liberalismo económico ocurre lo mismo: los palos que recibimos del legislador se nos justifican por la derecha como algo inevitable; hay como un fatum que rige nuestro destino. Incluso los partidos políticos de izquierda reniegan de los planteamientos ideológicos sin caer en la cuenta de que sus programas los escriben sobe las plantillas de la ideología liberal. Porque la democracia (gobierno del pueblo) se identifica con el liberalismo (gobierno de los poderosos). La política en la democracia liberal no es ya tarea colectiva del pueblo sino un apaño tecnocrático para preservar los privilegios de las oligarquías dominantes.
El problema de la izquierda no es de personas ni de programas, sino la carencia de una ideología diferente de la de la derecha. Sus señas de identidad se limitan a un plus de compasión hacia los más oprimidos. Pero siempre sin exagerar, porque hasta la bajada de impuestos forma ya parte de los programas de izquierdas.
Todo programa político necesita de una ideología subyacente que lo dote de congruencia en la lucha contra las oligarquías, de una meta final que permita establecer el rumbo legislativo. Solo así podrá determinarse la estrategia de la lucha política, tanto en el ámbito español como en el europeo. Y esa ideología tendrá que recuperar muchas de las ideas marxistas que siguen siendo válidas e insustituibles, incluso hoy cuando la clase explotada aparece dividida en una pluralidad de capas medias con intereses y culturas a menudo enfrentados. Sin ideología no hay verdadera política. Y, además, con la lucha ideológica se puede conocer que es lo que subyace tras la opacidad de enunciados programáticos que pretenden ser apolíticos.
Quienes se llevan las manos a la cabeza cuando oyen hablar de ladictadura del proletariado ni siquiera sospechan que, en la actualidad y en nuestra democracia, vivimos bajo la dictadura de las oligarquías nacionales y extranjeras. Lo que no significa que esta dictadura se ejerza de la misma forma policiaca y brutal que bajo la dictadura tiránica del funesto Caudillo. La dictadura de los trabajadores, en el sentido amplio y actual que engloba el término trabajador, significa solamente que la inmensa mayoría del pueblo ostenta el derecho a mayor participación efectiva en el poder político que las cien mil familias que monopolizan, bajo el actual sistema bipartidista, todos los resortes del ejercicio de la soberanía por los tres poderes del Estado. Pero esta transmisión de poderes puede y debe realizarse manteniendo el régimen de partidos y las demás conquistas de la revolución burguesa. Con un régimen electoral y de partidos más democrático, una educación real e igual para todos, prohibiendo el monopolio de los medios de información, y con una banca pública que otorgue el crédito atendiendo a las necesidades del Estado, las cosas pueden cambiar y el pueblo recuperar la soberanía.
Los partidos turnantes tienen buen cuidado en legislar con lo que denominan sentido de Estado, aunque que, en realidad para ellos la significación de este sintagma es sentido de lo que no lesiona los intereses oligárquicos. Y ridiculizan los programas que carecen de tan peculiar sentido de estado. Porque, remedando a Luis XIV, la oligarquía mantiene que L’etat c’est moi, verdadero resumen de la ideología dominante que acepta fuera de toda discusión una amplia mayoría parlamentaria.
En estos momentos se necesita una ideología de izquierdas que devuelva la confianza en que la toma pacífica del poder político es posible y que, por tanto, el poder oligárquico desaparecerá algún díacomo la rueca y el hacha de bronce.
Antonio Rato