La intensa competencia generada por la globalización económica, junto con la creciente demanda de los consumidores de bienes y servicios, han tenido un impacto enorme en las nuevas fórmulas de organización del trabajo y, en última instancia, en las condiciones de trabajo que soportan los trabajadores/as. A esto hay sumar una crisis económica que está afectando a la práctica totalidad de nuestro tejido empresarial. Pero esta crisis, además de ocasionar unos efectos devastadores sobre el mercado de trabajo, llevando al desempleo a cada vez más trabajadores/as, también está teniendo una incidencia extremadamente negativa sobre las condiciones de trabajo. En este sentido, también los trabajadores de la Comunidad de Madrid muestran una gran preocupación, no solo por el futuro de su empleo o por la precariedad laboral que parece ir generalizándose, sino por el cada vez mayor deterioro de sus condiciones de seguridad y salud en el trabajo.
Sin duda, uno de los elementos que se esta viendo más afectado en las empresas por este cóctel letal es el tiempo de trabajo y su organización. No cabe ninguna duda, -y así lo evidencian numerosos estudios científicos-, que el trabajo tiene una influencia significativa para la seguridad y la salud de los trabajadores, sobre todo si tenemos en cuenta que aproximadamente un tercio del tiempo de una persona adulta está dedicado al trabajo. Dependiendo de cómo se distribuyan y organicen las jornadas, las pausas, los descansos, las vacaciones, etc, nos encontraremos ante empresas más o menos saludables.
Pero por lo general las empresas no organizan el tiempo en base a criterios de salud, siendo lo más habitual que ni tan siquiera tengan en cuenta estos factores. Lo normal es que la ordenación del tiempo de trabajo se sustente en criterios de adaptación de los recursos humanos a las cambiantes necesidades productivas de las empresas, incidiéndose para ello en los ritmos de trabajo en detrimento de las pausas y los descansos, en los alargamientos de las jornadas y en los cambios de horarios indiscriminados.
Como consecuencia de esto se está produciendo una cada vez mayor diversificación, descentralización e individualización del tiempo de trabajo que está desembocado en una creciente tensión entre los intereses y necesidades de trabajadores y empresarios. Para los primeros porque afecta a cuestiones tan importantes para su vida como el tiempo social, personal y de descanso, y para el segundo, porque se trata de un elemento estrechamente relacionado con la producción y por lo tanto con sus beneficios económicos.
El resultado de todo esto es que aquellos trabajadores que mantienen su trabajo están viendo como se produce un alargamiento de su jornada , mientras que la distribución más habitual (de lunes a viernes), está en declive frente a toda una suerte de horarios atípicos y variables en los que se incluyen cada vez más los fines de semana. Este tipo de horarios no solo afectan a su salud física, también afecta a su salud mental y social.
En un mercado de trabajo donde la presencia de la mujer es cada vez más importante, éstas siguen llevándose la peor parte en tanto en cuanto siguen ocupándose en mayor grado que los hombres de las tareas domésticas y familiares, sobre todo en tiempos de crisis como los que atravesamos, en los que los recortes en servicios sociales están suponiendo un aumento y diversificación de las responsabilidades familiares. Es innegable que en los últimos años se han producido importantes avances en materia de conciliación de los tiempos de vida y de trabajo, pero también hay que decir que estos avances se sustentan sobre el propio tiempo de trabajo y el salario. Nuevamente es la trabajadora la que soporta el peso de estas medidas.
Las resistencias desde el mundo empresarial a la disminución y reorganización saludable de los tiempos de trabajo se basan en una teoría que aún no ha sido probada y que se empeña en defender la idea de que a menor tiempo de trabajo menor productividad. Pero algunos estudios sobre esta cuestión apuntan en una dirección totalmente contrarias, es decir que la reducción del tiempo de trabajo y/o la adopción de medidas conciliadoras no parecen tener efectos negativos sobre la productividad en la medida que esta no empeora, siendo otros elementos ligados a la gestión de la empresa, como por ejemplo los aspectos organizativos, los que mayor influencia tienen sobre la productividad y la competitividad.
Además, junto a los aspectos productivos y de competitividad, las últimas reformas laborales han ido introduciendo nuevos desequilibrios en este campo, al dotar a los empresarios de un mayor margen de actuación discrecional en una serie de materias, entre ellas algunas relativas a la organización del tiempo de trabajo.
Los resultados evidencian que en muchas empresas se incumplen cuestiones básicas prescritas legalmente y que lo legal y lo saludable no tienen porqué ser coincidentes. Pero estas deficiencias no solo afectan a la organización del tiempo de trabajo sino que afectan al ámbito de la prevención de riesgos laborales en general.
En nuestra sociedad aún no ha terminado de calar la cultura de la prevención y la situación de crisis se está aprovechando en algunas empresas, que la consideran como un gasto y no como una inversión, para disminuir los recursos en materia preventiva o para reclamar marcos normativos más cómodos en cuanto a la protección de la salud de los trabajadores, ignorando o minimizando la importancia de la seguridad y salud en el trabajo.
Efectivamente, en estos tiempos de recortes generalizados la salud laboral está pasando a un segundo plano en las empresas. Lo que tras muchas luchas y esfuerzos por parte de los trabajadores, comenzaba a verse como un beneficio para todos/as, se está convirtiendo en una partida económica susceptible de ser eliminada o rebajada a los mínimos imprescindibles para cubrir el expediente siempre a costa de la salud de los trabajadores/as.
Pero ante este feroz ataque contra los trabajadores/as, más que nunca la prevención de riesgos laborales se articula como la mejor vía de control y cambio en las condiciones de trabajo, es decir ante cualquier característica del trabajo que pueda tener efectos negativos en la salud de los trabajadores.
En lo inmediato debemos reforzar la acción sindical y la movilización, dando continuidad creciente a la lucha contra la reforma laboral y los recortes.
En materia de Salud Laboral debemos exigir la continuidad de la Estrategia Española en Seguridad y Salud, al tiempo que la negociación inmediata del Plan director en Prevención de Riesgos Laborales.
La dureza de los tiempos exige, más que nunca, unidad, firmeza y movilización. Dijimos que la Huelga del 20 de Marzo, no era el fin, sino el principio, porque sólo pierde seguro, el que desiste en la batalla.
Francisco Javier López Martín