Ya sé que andamos muy entretenidos con ese inmenso árbol que ha crecido en mitad del camino y que no sabemos cómo sortear para continuar andando entre el bosque. Anda el país dándole vueltas al tronco del independentismo catalán, que alimenta sus raíces gracias a la inestimable cooperación del gobierno de Mariano.
El resultado es que los nacionales han redescubierto las esencias patrias con tonificantes gritos guerreros como el inimitable ¡A por ellos, Oé! Al tiempo que entonan el nuevo himno nacional ¡Que viva España! De vez en cuando, por poner en práctica las ideas, se les va la mano, o se les va de las manos, y se lían a porrazos en las terrazas de los bares, antes o después de un partido de futbol. Otras veces intentan quemar una bandera que no les arde en condiciones y en otros momentos intentan sembrar el caos a base de palos en algún acto nacionalista.
Un paréntesis, para evitar confusiones en torno al mejor intérprete del himno nacional, un tal Manolo Escobar, andaluz de nacimiento, charnego en Badalona, internacional de oficio y fallecido en Benidorm, conviene recordar la anécdota de López Bulla, el que fuera Secretario General de CCOO de Cataluña, quien cuenta que en los duros años de la dictadura franquista, cuando abordaban al cantante para solicitar ayuda para los detenidos en alguna huelga, en una manifestación, en una reunión clandestina, Manolo sonreía y contestaba, Aquí estamos pa lo que haga falta” y, consciente de su fama, terminaba diciéndoles, Decidme si hay que hacer algunas gestiones. Cierro el paréntesis.
Por su parte, los independentistas, conscientes de las tremendas limitaciones de un ideario nacionalista, que tantos desastres ha sembrado por el mundo y en la vieja Europa, se han lanzado, con buen oficio, a la escenificación de la socorrida obra dramática (unas veces comedia y otras tragedia), de la construcción de Arcadia, la república de Platón, o la de Utopía, el Reino de los Cielos, la Ciudad del Sol, la Nueva Jerusalén, o la Nueva Atlántida. Lo llaman INN (Independentismo No Nacionalista). Es imposible vivir en esta España busquemos refugio en una utopía, aunque termine en distopía.
El caso es que mientras Mariano y Carles dirigen la función, en Barcelona y en Madrid, hay cosas que se nos escapan entre los dedos. Asuntos a los que habíamos comenzado aprestar atención han desaparecido de la agenda política y de la escena social.
Este 17 de octubre se conmemoraba el Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza. Cada año un buen número de organizaciones sociales organizan actos para ratificar un compromiso de la sociedad y reivindicar soluciones de los gobernantes. Se presentan informes sobre la situación de la pobreza en el mundo y en España. Se organizan manifestaciones, actos. Este año no faltan motivos, pero el día ha pasado mucho más desapercibido.
Vivo en Madrid. Según CCOO hay 84.000 pobres más que hace un año, en mi Comunidad. Una de cada cinco personas vive bajo el umbral de la pobreza. Son 280.000 los niños y niñas pobres, lo cual supone más de uno de cada cuatro en la Región capital de España. Más de 380.000 trabajadores y trabajadoras, que cobran un salario mensual, viven en situación de pobreza. Trabajar ya no te saca automáticamente de la pobreza. Una de cada dos familias monoparentales es pobre.
La pobreza ya no es la consecuencia de vivir en familias con problemas y desestructuradas. Ana González, la responsable de Política Social y Diversidad de CCOO de Madrid, advierte que hoy la pobreza convive con nosotros de forma cotidiana y corremos el riesgo de que se asuma como “algo normal”. Efectivamente, no podemos asumir como normales los recortes y el deterioro programado de la protección social. Hechos como que antes de la crisis la cobertura por desempleo fuera de más del 41 por ciento y hoy esa cobertura no llegue al 25 por ciento.
Imagino que esta situación, con ligeras variables, es similar en los lugares que, como Madrid, ostentan las rentas más altas de España, como el País Vasco o Cataluña. Y estoy seguro de que la situación será notablemente peor en otras Comunidades con rentas mucho más bajas. El aumento de las desigualdades es el gran drama de sociedades como la española.
Somos mucho más vulnerables de lo que parece. Entrar en la pobreza es muy fácil, pero salir de ella es muy difícil. Por eso es esencial que la sociedad permanezca alerta y que los poderes públicos se sientan forzados a hacer cuanto está en sus manos, utilizando los recursos necesarios, para erradicar la pobreza de nuestra sociedad.
Convendría que, mientras estos juegan a ser nacionales, aquellos a ser nacionalistas y los de más allá buscan una identidad independentista no nacionalista, delegaran las responsabilidades de gobierno de la res pública en un puñado de buenas y voluntariosas gentes que se ocuparan de cosas prosaicas como erradicar la pobreza económica y la miseria cultural “en un viejo país ineficiente, algo así como España entre dos guerras civiles”.