En los últimos días las páginas de los periódicos se han llenado de titulares alarmistas sobre los adultos españoles. Al parecer, los adultos españoles, de entre 16 y 65 años, tenemos la peor formación del mundo desarrollado, según se desprende del Programa Internacional para la Evaluación de Competencias de los Adultos PIACC, conocido como el Informe PISA para Adultos, realizado por iniciativa de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos).
Somos, según el estudio, los penúltimos, de 23 países, en comprensión lectora y los últimos en matemáticas, entre los países desarrollados. Al parecer nos perdemos “en textos de cierta profundidad y riqueza como puede ser El Quijote”. En cuanto a las matemáticas, parece que no tenemos mucha destreza en interpretar gráficas como las que aparecen en el recibo de la luz, o comparar paquetes de ofertas turísticas.
Tras el alarmismo inicial que cualquiera de nosotras, o nosotros, sentimos, al leer estos titulares, podemos caer en el pesimismo, relativizar los titulares, o esperar a que una nueva noticia acapare nuestra atención y, si te he visto, no me acuerdo. Demostraríamos así, que los titulares vienen cargados de razón. Sin embargo, este informe nos ofrece la oportunidad de demostrar que cada escrito ofrece numerosas lecturas.
Para empezar, conviene destacar que nos encontramos a la cola de los 23 países más desarrollados, de entre unos 194 países reconocidos en el planeta. Mal de muchos, consuelo de tontos, pero no conviene olvidarlo al comenzar la lectura de los resultados.
De otra parte, hay que desconfiar de los mismos exámenes. Los carga el diablo. Miden con frecuencia, tan sólo lo que el que los elabora quiere medir y suelen exigir las respuestas que los examinadores quieren escuchar.
Para los expertos de la OCDE, parece que los españoles tendríamos que entender El Quijote, de la misma forma que deberíamos saber de toros y flamenco. Además, deberíamos entender un recibo de la luz, que debe ser lo más sencillo de entender en algunos países desarrollados.
Sin embargo, ni El Quijote es un texto de tan fácil comprensión, ni el recibo de la luz, en España, es tan entendible. Ni el de la luz, ni ningún otro, me atrevería a añadir. Es evidente que los consumidores españoles vivimos en la desprotección más absoluta, en este aspecto. En cuanto a los presupuestos de los paquetes turísticos, se encuentran tan cargados de trampas que lo barato sobre el papel suele resultar caro y al contrario.
No me parece que los españoles y españolas nos encontremos tan mal preparados para sobrevivir, incluidas condiciones extremas, con salarios bajos, altas tasas de paro, empleos temporales y precarios, sistemas insuficientes de protección social, bajas pensiones y altos niveles de corrupción política. No me parece que no seamos capaces de administrar nuestra cesta de la compra, nuestros viajes y hasta ahorrar, en las peores circunstancias. Eso sí, somos víctimas de un escaso interés de nuestros gobernantes para facilitar nuestro acceso a la cultura.
Además, el Informe pone de relieve que las generaciones más jóvenes disminuyen notablemente las distancias con la media de los 23 países más desarrollados, lo cual despeja notablemente nuestro horizonte de futuro, siempre que corrijamos nuestros problemas, que no tiene que ver tanto con nuevas leyes educativas, como con un mayor esfuerzo en la calidad de nuestro empleo, una economía más sólida, mayor inversión en cultura y asegurar una formación continua a lo largo de toda la vida.
Algunas conclusiones del estudio, nos serían muy útiles para acometer este esfuerzo. Sobre todo las referentes a la necesidad de formación a lo largo de toda la vida. La Formación Universitaria, Formación de Adultos, Formación Profesional y Formación para el Empleo.Por ejemplo, la mejora del rendimiento de los adultos en lectura y matemáticas incide positivamente en la probabilidad de encontrar trabajo, participar en el mercado laboral e incrementar el nivel salarial. Así, sólo el 47% de los que se encuentran en los niveles más bajos tiene trabajo, frente al 75% de los de puntuación más alta.
Además,nos cuenta el Informe, existe una fuerte relación positiva entre el rendimiento en comprensión lectora y la participación en actividades de formación. De hecho, las competencias se adquieren, fundamentalmente, en la etapa de escolarización, pero se atrofian, mantienen o desarrollan, dependiendo del tipo de trabajo y de la formación continua a la que accedes a lo largo de tu vida. El trabajo es malo, temporal, precario y mal pagado y la formación continua poca y mal organizada y así nos va.
En España, más de 40% de los trabajadores participaron en cursos de formación, comparado con un 60% en los países nórdicos, y menos de un 30% en Italia. Sin embargo, los trabajadores con niveles más bajos en competencias básicas, acceden en menor número a la formación, confirmando el llamado “efecto mateo”, que viene a decirnos que el rico se hace más rico y el pobre más pobre, también en el caso de la cualificación y formación.
Cerca del 30% de la población adulta española obtiene puntuaciones en los niveles más bajos de del Informe, Nivel 1 o inferior, por lo que estas personas se encuentran muy limitadas para acceder a las acciones de formación continua y al aprendizaje a lo lardo de la vida, salvo que desde el Estado, en todos sus ámbitos, se realice un esfuerzo complementario de compensación de la desigualdad educativa.
Los propios redactores del Informe llegan a algunas conclusiones interesantes. Hay un amplio espacio en nuestro país para la mejora, a través de programas de formación continua para adultos. Al tiempo que nos alertan de que si no se mejoran los niveles actuales de competencias se corre el riesgo de exclusión de una parte importante de la población.
Los recursos son escasos, es cierto, pero no lo es menos que los que existen se encuentran dispersos y sometidos a criterios distintos, cuando no contrapuestos. Si consiguiéramos poner de acuerdo al Estado con las Comunidades Autónomas para sumar recursos y articular mejor la Formación Profesional, la Formación de Adultos, el subsistema de Formación para el Empleo (que se nutre de la cuota de formación que aportamos empresarios y trabajadores) y la Formación Universitaria. Si dotásemos adecuadamente los presupuestos de Investigación y Cultura. Y si mantuviéramos este compromiso político y este esfuerzo económico en el tiempo, habríamos dado un paso de gigante para mejorar nuestras posiciones en el concierto de países más desarrollados estudiados por la OCDE.
Francisco Javier López Martín